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Rememorando a las misioneras norteamericanas de Maryknoll y las Ursulinas

Dr. Ramón Douglas Rivas
Secretario de Cultura de la Presidencia

Hace 35 años se registró un hecho sangriento y doloroso en el cantón Santa Cruz Chacastal, viagra del municipio de Santiago Nonualco, treat en el departamento de La Paz. Fue un acontecimiento que enlutó e indignó a la comunidad cristiana del país y de muchas partes del mundo que daban seguimiento a la guerra civil que vivió El Salvador.

El condenable episodio del asesinato de las cuatro religiosas, que pertenecían a las congregaciones de las hermanas de Maryknoll y las Ursulinas, ejecutado por miembros de la desaparecida Guardia Nacional el dos de diciembre de 1980, no puede ser olvidado.

Muchos aún recuerdan la fotografía del paraje rural con los cuatro cadáveres, dio la vuelta al mundo. Era un impacto fuerte para la diplomacia y para los políticos de esos días.

La noticia fue estremecedora. Corrió como pólvora por todas partes del mundo y marcó la historia del cantón Santa Cruz Chacastal y de El Salvador mismo.

El mensaje era claro en esos días: la violación a los derechos humanos contra el clero no tenía piedad. El Salvador fue la tumba para muchos de ellos, incluyendo a la figura del arzobispo, Monseñor Romero.

El asesinato de las cuatro misioneras estadounidenses causó gran revuelo desde el momento mismo en que se encontraron los cuerpos y fue la presión internacional la que hizo que el caso  fuera investigado. El mismo, constituye uno de los capítulos más impactantes dentro de todos los hechos deplorables que quedaron plasmados en el Informe de la Comisión de la Verdad, mismo que recientemente la Secretaría de Cultura de la Presidencia, ha editado en formato de libro, a fin de que su contenido sea difundido como parte de la memoria histórica de este pueblo.

Por este cruel asesinato fueron condenados a 30 años de cárcel, en 1984, cinco agentes de la Guardia Nacional, de los cuales, tres, fueron dejados en libertad solo cuatro años después, según consta en los archivos de nuestra triste historia.

Afortunadamente, El Salvador de hoy es otro. Con los gobiernos del FMLN la situación ha ido cambiando y hemos avanzado mucho en materia de respeto a los derechos humanos. Entramos en una verdadera atmósfera de reconciliación en el momento en el en que como gobierno empezamos a pedir perdón por los atropellos que, gobiernos anteriores, cometieron.

Y en esa línea de verdad y de justicia, es que el pasado miércoles 2 de diciembre, nos reunimos en la sede de la Cancillería salvadoreña con decenas de religiosas afiliadas a la Conferencia de liderazgo de mujeres de Estados Unidos, entre ellas laicas, pastores, profesionales, autores y defensores de los derechos civiles, a fin de rendir un modesto tributo a la memoria de estas víctimas, que perdieron su vida por haberse entregado a cumplir una misión humanitaria, de amor hacia las víctimas.

Tras tres décadas de esa cruel masacre, el gobierno trabaja para resarcir los daños causados a muchos sectores sociales del país y de países amigos; reconociendo y declarando el lugar como Bien Cultural por el valor histórico que tiene y que, sin duda alguna, debe ser testimonio de generación en generación para que hechos como estos, no se repitan más en nuestro país.

Aunque ellas descansan en la presencia del creador, la intención de esta declaratoria es  la de rescatar la memoria de lo ocurrido y rendirles honor ante todos aquellos que aún recuerdan los rostros, las palabras y los hechos de estas cuatro mujeres.

Una de religiosas asesinadas, Maura Clarke, escribió en su diario personal, cuando atendía a las víctimas de la guerra de El Salvador, lo siguiente: «Nosotros tenemos refugiados, mujeres y niños en nuestra puerta y algunas de sus historias son increíbles. Lo que está pasando aquí es increíble, pero pasa. La paciencia de los pobres y su fe por este dolor terrible constantemente me llama a una contestación de fe más profunda».

Ella, sin saberlo, junto a otras tres, terminaría ofrendando su vida por los desvalidos de este país, por personas para las que el sufrimiento era el pan de cada día, que vivían sin esperanza y con temor.

Esa entrega es su legado y sigue vivo en nosotros gracias a la memoria, y el acto que se les hizo en la Cancillería, en compañía de la Señora Viceministra para los salvadoreños en el exterior, Liduvina Magarín, hará que su recuerdo se mantenga vivo en las futuras generaciones.

Como gobierno se ha hecho la DECLARATORIA DE BIEN HISTORICO CULTURAL del lugar donde fueron encontradas asesinadas las misioneras Ita Ford, Maura Clarke, Dorothy Kazel y Jean Donovan. Esta resolución interna, firmada por el Secretario de Cultura de la Presidencia y el Director Nacional de Patrimonio Cultural, es un logro más para hacer justicia a mujeres que ofrendaron sus vidas en favor de los pobres de este país.

Es un paso más que damos con el único fin de no dejar que su muerte quede impune. Que las nuevas generaciones conozcan de su muerte y que muchas personas sigan los pasos de solidaridad, humanidad y amor que ellas enseñaron.

*Secretario de Cultura de la Presidencia

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