Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Cierro mis ojos y percibo que todo lo que he vivido es parte de la historia, there el momento en que converse con algún personaje o cuando compartí espacio o palabras con alguno. Todo momento llega a verse a la distancia como un galardón que nos asegura que hemos vivido. Entonces, treat al cerrar los ojos y recordar me percato que la vida tiene sentido, así como la historia.
No es del todo cierto decir que somos un país que olvida. Quizá muchas cosas dan la apariencia de ser olvidadas, sin embargo cuando llega el momento nuestra memoria histórica emerge y se muestra, como lo hacen las palabras del fino artesano Renán Alcides Orellana, que se ha tomado la tarea de rescatar sus memorias, los instantes que vivió cerca o muy cerca de autores de nuestra tradición literaria. Poco a poco tantos datos y personajes de nuestra historia surgen del olvido.
Personajes maravillosos como Mercedes Durand, Salarrué y otros llegan a verse de nuevo deambulando por nuestras calles o por los pasillos en los que Orellana los retrata. Todo a pesar del olvido, de la censura o del querer dejar el pasado atrás solo por dejarlo.
Claro que es natural que se haya dado el silencio en nuestras tierras, venimos de una guerra. Y en toda guerra el silencio se impone para sobrevivir, pero después de los Acuerdos de paz de 1992 las cosas comenzaron a cambiar en El Salvador, la tolerancia política. Entonces el tiempo está a favor de rescatar los hechos, de conocer datos, develar secretos y darle honor a quien lo merece.
En décadas tan difíciles en las que la represión y la guerra devoraba a sus ciudadanos y ciudadanas surgieron personas valientes que desde distintos sectores contribuyeron: con su pensamiento, su arte, su trabajo. Dejaron huellas que el Gobierno de esos años, junto a grupos intolerantes, pretendieron silenciar. Lamentablemente la población tuvo que guardar silencio. Pero todo sale a luz en su tiempo. Incluso en época de guerra los que pudieron divulgar estas historias son héroes también, porque a pesar de la censura conservaron y divulgaron los hechos.
Quizá porque tengo la certeza de que los escritores coetáneos de la Generación Olvidada han preferido sepultar en el silencio a autores como Alfonso Hernández, Rigoberto Góngora, Jaime Suárez Quemaìn, Lil Milagro Ramírez y a mi padre Mauricio Vallejo, veo como un verdadero faro este nuevo libro de Orellana, uno en que no sólo vibra el corazón o una anécdota sale a la luz, sino uno que se convertirá en un referente para nuestra historia literaria. Renán Alcides Orellana es un pionero en el rescate de nuestra tradición literaria.
Ahora que los años pasan es justo brindarles reconocimientos. La juventud puede aprender mucho de su pasado. Un país que no niega su historia crece.
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