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Repicaron las campanas

Carlos Burgos

Fundador

Televisión educativa

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Un domingo por la tarde, cheap las campanas de la iglesia San Sebastián repicaron, physician con agitación y angustia, for sale alertando a la población que el Teatro-Cine de Cojutepeque se estaba incendiando.

Transcurrían los primeros años de la década de los cuarenta. En un predio ubicado en la avenida José María Rivas, se había construido una galera de madera y láminas donde se exhibían películas cinematográficas.

La población salió a enterarse de ese acontecimiento, muchas personas llevaron cumbos con agua para colaborar en apagar el fuego, no había cuerpo de bomberos, también llegó tropa del Regimiento. Mucha gente se apiñaba en las cercanías tratando de mirar. Carlos «El Chato» Olano, estaba enano y solo se conformaba con ver el resplandor de las llamas en el pasaje de enfrente, que era un callejón que llevaba al parque viejo.

El propietario de este teatro-cine era don Simón Kafati quien tenía un almacén en el portal, frente al parque Rafael Cabrera. Don Simón lloró de tristeza por ese desastre, le quedó solo el solar con láminas chamuscadas.

La primera planta de esa galera era un gran salón con butacas al centro, luneta a los lados, y atrás, galería de tablas, y enfrente un escenario con telón. En la segunda planta estaba el cuarto de proyección, aquí se originó la chispa que provocó el siniestro. No hubo pérdidas humanas.

En diciembre de 1944 don Simón vendió el solar a don Manuel Vieytez, donde se construyó una nueva galera, similar a la anterior, y el teatro-cine siguió funcionando.

Las películas que se exhibían eran en blanco y negro, rara vez presentaban alguna en color sepia. Se contaba con los proyectores necesarios para el formato de 35 mm. Cuando la cinta se reventaba, los espectadores esperaban con paciencia que la pegaran para continuar.

En esa época el cine desempeñó una función social. Aquí se juntaban amigos que conversaban mientras llegaba la hora de la proyección. No había aire acondicionado, el ambiente se volvía caluroso y después de unas dos horas, al salir encontraban el aire acondicionado en las calles, el frío de Cojutepeque, con pañuelos se tapaban la nariz y boca, respirando neblinas.

Exhibían películas norteamericanas, mexicanas, y algunas cubanas o argentinas. La temática era variada: dramas, comedias, romances, musicales, aventuras, vaqueros, muñecos animados, que distribuían las casas Warner Brother, Columbia, Twenty Century Fox, Universal, Posa Filmes, Churubusco y otras.

Muchas películas mexicanas presentaban a sus cantantes, mariachis, cantinas y pistolas, resaltando el machismo y modismos idiomáticos, que tuvieron alguna influencia en la gente. Entre los actores y actrices mexicanos se destacaban Arturo de Córdova, Dolores del Río, Pedro Armendaris, María Féliz, Jorge Negrete, Marga López, los hermanos Soler, Sara García, David Silva, Libertad Lamarque, Mario Moreno «Cantinflas», Germán Valdez «Tin Tan», y muchos más.

Un personaje que trazaba letra muy bonita, que llamaban Luis «Chorro», se encargaba de elaborar carteles en papel con tiza de colores, anunciando las películas, los colgaba de los postes, a veces los trazaba con pintura en franjas grandes de manta. El precio para entrar, en un principio era de 5 centavos de colón en galería, 10 en luneta y 15 en butaca. Después los precios fueron subiendo. Los domingos  costaba más, lo mismo que si el film era a colores.

Minutos antes de la hora de la proyección, en parlantes colocados enfrente de la galera teatro, sonaba música de tres melodías, cuando la gente oía la tercera, corría para llegar a punto. Esta música se escuchaba en todas las casas el vecindario incluyendo la escuela urbana mixta Miguel Pinto.

Si fallaba la energía eléctrica, la sala quedaba en oscuridad total, no había luces de emergencia. Entonces algunos espectadores de galería expresaban bayuncadas. En cierta ocasión alguien gritó:

–Yo soy el chivo de la María Féliz y qué.

–No jodás, si esa ya es mía – agregaba otro.

Y así continuaban con otras leperadas tan ocurrentes que el público reía hasta que uno gritó:

–Más cultura, hijos de p…

Y las carcajadas no paraban…

(Continuará).

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