César Ramírez
@caralvasalvador
El tema es complejo, cualquier ciudadano que aspire a un cargo político debe responder: “de quién recibe el mandato”, “que intereses lo validan”, “el sector social de su interés”, “propuestas para transformar la realidad” etc. En nuestra nación la Constitución expresa: Art. 85 El gobierno es republicano, democrático y representativo. El sistema es pluralista y se expresa por medio de los partidos políticos, que son el único instrumento para el ejercicio de la representación del pueblo dentro del Gobierno. Las normas, organización y funcionamiento se sujetarán a los principios de la democracia representativa. La existencia de un partido único oficial es incompatible con el sistema democrático y con la forma de gobierno establecidos en esta Constitución…”. Cada persona tiene una opción en este sentido de acuerdo a su concepción de su realidad, pero ¿es la democracia que queremos?, ¿existe representación ciudadana en los órganos del Estado?, ¿los partidos políticos nos representan en la realización a corto o mediano plazo capitalista? Me parece que no es posible, ningún partido político puede resolver en una administración la realidad histórica de diez, veinte o treinta años de vida republicana, ni alterar a corto plazo las normas constitucionales, este es el conflicto que ha deteriorado la credibilidad en el evento electoral, la representatividad se diluye en una conformación partidaria, en ese instrumento (los partidos políticos) los ciudadanos poseen la dicotomía amor-odio, no solo por las oportunidades perdidas, las promesas incumplidas, las personalidades desastrosas, la corrupción, el nepotismo, la ausencia de movilidad social o la mínima democratización de la economía, entre otras situaciones.
Si el problema es ¿quién representa los intereses ciudadanos? Los mandantes (candidatos, aspirantes, diputados, ministros, presidentes) de las aspiraciones populares en el evento electoral al menos deben poseer una trayectoria real de éxitos legítimos, verificables, visibles de otra manera se repetirán las faltas (delitos, difamaciones) que se multiplican en redes sociales o medios masivos, pero el fallo de la “delegación electoral en diputados, alcaldes y otros” se encuentra en el cumplimiento de promesas o programas, en muchos casos no acontecen, convirtiendo su acción en una estafa política.
La solución no es generacional, la solución a este cuestionamiento de representatividad es elevar la calidad ciudadana en democracia con reconocimiento al mérito, no al compadrazgo ni al nepotismo.
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