Por: Aristarco Azul
Meditabundo, harto, estupefacto,
de tanto balbuceo escuchar por doquier,
el lamento de sirenas cansadas,
corriendo atormentadas sin tregua,
sin horizonte en cada rincón,
sus ojos ya pálidos taciturnos
sin parpadeo atentos como vigilia
en un pajar cerca del mausoleo,
se le venían suspiros de ansias
a ser cargado ocupando el puesto
de quien en vida fuera en el lugar;
a sufrir soportando su vaivén,
pero el destino clásico y burdo
obligaba cada día soportar
tétrico como necia contrición,
a seguir bajo el sol con negras nubes
su búsqueda entre vertederos baldíos,
a encontrar una futa putrefacta
un pan endurecido para mitigar
el hambre entre perros hambrientos,
con el único dolor a seguir
viviendo en el suicidio en esta vida,
con resignación viendo a decrépitos
bien alimentados moribundos,
infectados por una accidental
toxina inexplicable mundial,
envuelta en crisis a héroes médicos,
a débiles doctos sicosomáticos
de intensivas inoculaciones,
por la mano del acaudalado
midiéndose ahora en la región
en el mausoleo de los iguales;
sigue con su alma indeleble
consciente, coherente fiel probo
en paz con sus sencillos brazos dispuestos
¡¡¡Porfiado a la espera de su
día final!!!