Por Leonel Herrera*
El “Sí a la Vida, No a la minería” ha prendido fuerte en la conciencia del pueblo salvadoreño. En su avaricia y prepotencia el presidente inconstitucional Nayib Bukele y sus secuaces han provocado un movimiento ciudadano creciente.
El párrafo anterior es la entrada de una columna de opinión que escribí el 24 de enero de este año en Diario Colatino (https://www.diariocolatino.com/bukele-ha-creado-un-movimiento/). En ese texto mencionaba la campaña de recolección de firmas anunciada en aquel momento por la Iglesia Católica, el creciente activismo en redes sociales, el primer plantón frente a la BINAES y varias acciones de resistencia comunitaria contra la minería.
Casi dos meses después es constatable que, en efecto, el rechazo ciudadano a la reactivación minera ha venido creciendo, a pesar de la propaganda, el clima de temor y la descarada persecución estatal. La gente se expresa cada vez más sabiendo que está en juego el agua, la salud y la vida de las actuales y futuras generaciones.
Ayer la Iglesia Católica presentó una petición de derogar la Ley General de Minería Metálica respaldada por 150,000 firmas y presentada a la Asamblea Legislativa por el pleno de la Conferencia Episcopal (CEDES) encabezada por el Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas. Varios sacerdotes y centenares de feligreses, líderes comunitarios y miembros de organizaciones sociales acompañaron la gesta de los obispos católicos.
El próximo domingo 23 de marzo se realizará una nueva concentración frente a la BINAES convocada por Voces del Futuro, la organización animada mayoritariamente por jóvenes que el pasado fin de semana realizaron un exitoso “plantón digital” que puso en jaque al gigantesco aparato de propaganda gubernamental.
Un día después, coincidiendo con el 45 aniversario del martirio de San Romero de América, Cristosal y varias organizaciones del movimiento popular realizarán una caminata que culminará en la Corte Suprema de Justicia con la presentación de un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que abre las puertas a los proyectos mineros.
Y en los siguientes días habrá más actividades relacionadas con el aniversario de la ley prohibitiva de la minería metálica aprobada el 29 de marzo de 2017 y derogada por el bukelismo y sus aliados legislativos el año pasado, en vísperas de la navidad.
Así, el movimiento cívico creado por Bukele cuando anunció sus intenciones de reactivar la minería ha crecido, seguirá creciendo y podría ser el inicio del fin de su régimen autocrático. Digo esto porque la resistencia contra la minería tiene tres elementos que no ha tenido ningún otro movimiento ciudadano en lo que va del bukelato.
El primero es la aparición y protagonismo de actores que no son de oposición, pero asumen una postura firme contra la minería. La instancia más emblemática es la Iglesia Católica, que se ha pronunciado varias veces (tanto el arzobispo Escobar Alas como la conferencia episcopal en su conjunto) y ha prometido acompañar al pueblo en la “defensa de la Casa Común”.
El segundo tiene que ver con que mucha gente que apoya al gobierno también rechaza la minería, lo cual se expresa claramente en las encuestas y diariamente en las redes sociales. Este aspecto es especialmente relevante porque un debilitamiento real del bukelismo y su eventual caída pasa necesariamente por un quiebre o una implosión en sus propias bases; y hasta hoy la amenaza de la minería es lo único que presenta esa posibilidad.
Y el tercero se refiere a que la bandera de la defensa de la vida frente a los peligros mortales de la explotación minera está siendo levantada con cada vez más fuerza por las juventudes, el sector que hasta hace poco tiempo eran el más seducido por la propaganda de Bukele, especialmente por las fallidas propuestas futuristas y vanguardistas de su falsa utopía digital.
Esperemos, pues, que por el bien del país, la resistencia contra la reactivación minera no pare de crecer y que más temprano que tarde pueda dar el salto cualitativo de convertirse en un movimiento capaz de frenar la consolidación autoritaria y replantear el país desde perspectivas verdaderamente democráticas, incluyentes, justas, equitativas y sustentables.
Dios quiera que así sea.
*Periodista y activista ambiental.