a David Escobar Galindo
cuyo libro “Los6 jazmines heredados”
inspiraron estos versos
¿Dónde está la infancia no vivida,
su eco ardiente que mi ser reclama;
seguro fue albura y por ser llama
se quedó en una sensación escondida?
¿dónde está la camisa desteñida,
su fragancia ingenua en niñez ufana,
aquel barco de papel que por las mañana
me hacía viajar con melancolía?
¿dónde vuelo de gorrión por la mañana?
dónde el pregón de Erick, el canillita?
¿por qué la nostalgia, si fue infinita
la sonrisa alegre de María Susana?
¿Dónde fue?, ¿qué se hizo la Jacinta
que ayudo a mi madre con las tortillas,
aquella mujer humilde que no cabía
con su cuerpo y hablar sucinta?…
¿Dónde esta el juguete de mi hermano,
el barrilete de mi primo Antonio,
será que el pasado no es matrimonio
pues lo moderno te vuelve ufano?
¿Qué fisura se ha resguardado?
¿porque esta nostalgia me apremia?
Tengo sed, el evocar es calistenia,
Para el hombre hurgando en su pasado.
¿Por qué será que vuelven los retazos
de recuerdos burdos a mi memoria?
Si la infancia que viví ya es historia
y por eso no estirare el antebrazo.
¿Por qué será que al llegar la siesta,
vahos recuerdos se escapan de mi memoria?
pero no me olvido que allá, en la floresta,
la hierba crece y es parte de la historia.
¿Qué busco con este apremio impoluto?
¿Porque la nostalgia a deshoras?,
veo el retrato de mi padre, pero la hora
me recuerda que el verbo se vistió de luto.
La historia con creces me ha renovado,
aquel barco de papel que para mi era un sueno;
mi ser reclama con fuerza ser sureño
pues el Norte a Latinoamérica ha apuñalado.
Mi madre me recuerda, Luis Antonio, la vida
es aroma de “Jazmines heredados”,
al hombre –martilla- a veces le es dado
un don, pero al andarlo se causa una herida.
Lo que queda del tiempo es historia,
camino lerdo que a mi alma le imprime
espacios de luz cual retazos de memoria,
vivo lo que vivo y no me reprime
aquella nostalgia que aun vibra en mi,
pues aprendí a soportarla con su fuego.
Doce meses del ano, de diciembre a enero,
ya son historia escrita, pero lo viví
con la pureza del girasol y la limpieza del río.
El invierno llegara, de eso no me cabe duda,
si el hombre hurga en el, tiene libre albedrío,
¿por que debo mantener esta pluma muda?
Señor, la modernidad es una cornisa,
se aviene, ¡no la quiero!, pues al pasado
entierra, sin embargo, tu me has ensenado
que contracorriente aun existe misa.
Amigo, lienzos ignotos se ha prendido –claro-
de un ayer que a la sombra ya carcomieron.
Calzón de manta ya no ves… se murieron,
el tecomate, la cuma. Hombres preclaros
entierran en su ignorancia sus raíces.
Si me dices agua, aprendo a cantar el alba,
si me dices yunque, no achato mis narices,
aunque pretendan ocultármelo a mansalva.
Vahos recuerdos siguen el mi cual escaramuza,
Mas comprendo que la tarde ya declina,
Mi tiempo vulnerado, dio vida a la musa,
Aunque el amor que entregue me causo una herida.
Hoy veo el horizonte. Tres retoños lo confirman,
nunca fui un santo, ellos seguirán mi huella,
sabrán que viví con intensidad y una estrella
iluminaba mi vida. ¡Señor, saca de mí la espina!
Luis Antonio Chávez
Del libro inédito
Confesiones de invierno