Estrasburgo / AFP
Marie Julien
Tras cinco años de ausencia por la anexión de Crimea, Rusia efectuó el martes su gran retorno a la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), para disgusto de Ucrania, que dio un portazo a esta organización paneuropea de defensa de los derechos humanos y de la democracia.
A media mañana del martes, los 18 miembros de la delegación rusa ocuparon su sitio en el hemiciclo del Palacio de Europa en Estrasburgo, donde tiene su sede desde hace 70 años esta organización paneuropea.
«La decisión de la delegación ucraniana: cesar su participación en los trabajos de la APCE salvo para los asuntos relacionados con la suspensión de los derechos de la delegación rusa», afirmó en Facebook Volodymyr Ariev, jefe de la delegación ucraniana.
La delegación pedirá también que este asunto sea abordado de urgencia en el Parlamento ucraniano y que el presidente y el ministerio de Relaciones exteriores «determinen una posición clara» sobre el futuro de la participación de Kiev en las instancias del Consejo de Europa, agregó. Ariev.
El jefe de la diplomacia ucraniana, Pavlo Klimkine, anunció por su parte el llamado a consultas en Kiev del enviado ucraniano en el Consejo de Europa.
En el exterior, una veintena de personas protestaba con banderas ucranianas y pancartas: «Keep the sanctions against Russia» («Mantengan las sanciones contra Rusia»).
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, dijo este martes estar «decepcionado por la decisión de la APCE de aprobar sin restricción la participación de la delegación rusa».
Antes de decidir abandonar el hemiciclo, seguido por otros, el jefe de la delegación ucraniana, Volodimir Ariev, destacó que los parlamentarios rusos presentes en Estrasburgo están en la «lista negra de la Unión Europea» (UE).
En la madrugada del martes, después de nueve horas de turbulentos debates y de la votación de múltiples enmiendas, 118 parlamentarios de los Estados miembros habían aceptado la posibilidad de que Rusia volviera a participar en esta asamblea. Otros 62 parlamentarios votaron en contra –esencialmente ucranianos, georgianos, británicos, polacos y bálticos– y 10 se abstuvieron.
La APCE es uno de los órganos del Consejo de Europa, que reúne a las delegaciones de parlamentarios de los 47 Estados miembros. Sus decisiones no tienen carácter vinculante, pero emite recomendaciones o pide cuentas a los gobiernos en materia de derechos humanos y democracia.
Como sanción por la anexión de Crimea, la delegación rusa ante la APCE quedó privada en 2014 de su derecho a voto en el seno de este organismo. Moscú respondió boicoteando la instancia y, desde 2017, dejó de pagar su contribución anual al presupuesto del Consejo de Europa.
Ante la perspectiva de volver a ser sancionada, Rusia, que mantiene una relación compleja con esta organización en estas siete décadas de historia, amenazó con abandonar por completo el Consejo de Europa, algo sin precedentes y que habría privado a los ciudadanos rusos de la posibilidad de recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), su brazo jurídico.
La posibilidad de que los rusos se vieran privados del acceso al TEDH, que permite un último recurso jurídico –incluso aunque Moscú no siempre aplique sus fallos– fue lo que hizo que la mayoría de países se convenciera de que era mejor tener a Rusia dentro de la organización.
– Pagar la factura –
El lunes, antes incluso de conocerse el resultado de la votación, Moscú ya había enviado a su delegación rumbo a Estrasburgo, según indicó el vicepresidente de la Duma, Piotr Tolstoi, quien celebró con anticipación la resistencia de una «mayoría con una mente sana» ante «la histeria de una pequeña minoría».
Ucrania, respaldada por los países bálticos y por Reino Unido, se opone al regreso de Rusia a la APCE, lo que considera una primera deslealtad a las sanciones impuestas a Moscú tras la anexión de Crimea.
El parlamentario ucraniano Oleksi Gonsharenko mostró su indignación ante esta voluntad «de acoger al agresor con los brazos abiertos en el hemiciclo».
Volodimir Ariev, jefe de la delegación ucraniana, consideró que así se envía «un mensaje muy malo: ‘Hagan lo que quieran, anexionen los territorios de otros países, maten a gente de otros países y no pasará nada'».
Moscú deberá también saldar sus cuentas, con una factura que se eleva a unos 75 millones de euros, intereses incluidos, en un momento en que el Consejo de Europa empezó a apretarse el cinturón y prevé una reducción de actividades y supresión de empleos.