Francisco Javier
Bautista Lara
Escritor nicaragüense
Al iniciar 1915, view Rubén Darío se encuentra padeciendo el gélido invierno neoyorkino, con la salud deteriorada, en una difícil situación económica personal que se agrava, emocionalmente afectado, separado de Francisca Sánchez y el pequeño “Güicho” de siete años, a quienes ha dejado en Barcelona desde fines de octubre de 1914, cuando fue persuadido por su compatriota Alejandro Bermúdez de embarcarse para emprender una campaña por la paz en América, ante el estallido de la Gran Guerra Europea desde julio de ese año, por la que el crítico ambiente bélico, político y económico del viejo continente lo dejó sin trabajo en París, en donde era el director literario de las revistas Mundial y Elegancias, obligado a subsistir con los limitados honorarios que recibía de La Nación de Buenos Aires desde el inicio de su colaboración con el importante diario argentino del general Mitre a fines de la década del ochenta, cuando vio la luz su obra primigenia Azul…
Darío, a través de periódicos y revistas de Centroamérica, tuvo un seguimiento constante, a pesar de la distancia, de lo que hacía y decía, de las circunstancias que le rodeaban, desde su salida de Francia, y su llegada a Nueva York el 12 de noviembre de 1914 por quinta vez. Es pleno otoño, el clima frío, y el entorno son gris. A las pocas semanas sufre de pulmonía por lo que fue internado en el French Hospital. En aquella ciudad cosmopolita despidió 1914, un año desafortunado para el mundo y de cuyo acontecer no fue ajeno.
Desde abril y durante siete meses permaneció en Guatemala en donde escribió elogios y poemas a Estrada Cabrera quien pagó sus gastos y cobró con creces, para favorecer su reelección presidencial, las críticas que el poeta le hizo por su apoyo a la salida del expresidente nicaragüense Zelaya, Darío salió para a Nicaragua, El Diario Nicaragüense informó de la llegada de Darío a Corinto el viernes 26 de noviembre de 1915, acompañado de Rosario Murillo, su pasión de adolescencia, cuyo matrimonio no puedo disolver y lo acompañó desde junio de 1915. El Comercio de Managua tituló: Llegada de Rubén Darío. El domingo 28 comentaron: “Su misma enfermedad le impidió ir a pie a la casa de alojamiento y entonces tomó un carruaje”. Días después: “Debido al mal estado de su salud, pues hace un mes que padece de calenturas, no pudo llegar ayer a Managua… Se quedó en León… Llegaron a la estación cerca de 2 mil personas…”.
Desde su desembarco en Corinto, su estadía en León, la permanencia en Managua desde el 9 de diciembre al 7 de enero, las noticias siguieron paso a paso lo que le ocurría ante el inminente desenlace. Fue el monitoreo curioso y talvez bien intencionado del espectáculo de su decadencia en donde los actores políticos, religiosos e intelectuales, además de la gente común, querían asomarse al lecho del moribundo.
La Prensa de El Salvador, el 13 de enero de 1916 publicó: “Una enfermedad acerba lo ha reducido a la postración, al triste reposo de los hospitales”. El mismo periódico, el 21 de enero, tituló: La grave enfermedad de Rubén Darío. Toda la gente de León pregunta sobre el estado de su salud. El Diario Nicaragüense, compartió la información sobre la agonía, muerte y honras fúnebres del poeta con otros periódicos centroamericanos quienes también enviaron a sus corresponsales a cubrir los sucesos alrededor del poeta que consideraban, particularmente desde Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, parte de la identidad común: la nacionalidad centroamericana. El 4 de febrero publicó Los últimos momentos del poeta: “se encuentra en estado agónico según las últimas noticias que acerca de él se nos han trasmitido”. Reprodujo información de El Comercio: “la tarde de antier, el poeta hizo su testamento verbal en presencia de varios de sus amigos, entre otros de los doctores Santiago Argüello y Antonio Medrano. / Sus bienes, que consisten en la casa que heredó de su tía abuela, doña Bernarda Sarmiento, y algunos libros inéditos, los deja a su hijo Rubén Darío Sánchez, residente en Barcelona”.
El 4 de febrero de 1916 el Diario de Centro-América tituló: Rubén Darío moribundo. Antes de la muerte del poeta fue publicado: El programa de sus funerales y se informó que “El Presidente de la República ha estado atento al proceso de la gravedad de Darío”. Al día siguiente: La gravedad de Darío y lo que acordó el Congreso de Nicaragua. El poeta en constante delirio. Y después de conocerse su muerte acaecida el domingo 6 de febrero a las 10:15 de la noche, un artículo del escritor y diplomático guatemalteco José Rodríguez Cerna: La muerte de Rubén Darío, y del corresponsal del Diario de Centro-América: Ayer murió Rubén Darío, y otras referencias a lo sucedido en León.
El Correo de la Costa de San José escribió: La muerte de Darío. Las Letras Hispanas de luto. El diario La Época de Costa Rica: El ocaso de un Sol. El periódico costarricense Patria Libre, impreso por disidentes nicaragüenses en el exilio publicó un texto de Rosendo Argüello: Fatal coincidencia. La muerte de Darío y la muerte de la Patria. El mismo periódico, bajo el título: Sacrílegos, escrito por el periodista Mario Cruz, dijo: “El Gobierno de Nicaragua se ha dignado honrar la memoria de Rubén Darío señalando la cantidad de ochocientos córdobas para los funerales. Los periódicos oficiales, que son casi todos los del país, han cacareado tamaña esplendidez; y tal actitud me obliga a hacer, de manera lacónica, la historia de las innúmeras infamias que el gobierno conservador, que hoy pretende honrarse honrando a Darío, cometió contra el Poeta”.
La Gaceta, Diario Oficial de Nicaragua tituló: Nuestro gran duelo, “Anoche a las diez y media en la ciudad de León, dejó de existir el hijo ilustre de Nicaragua, don Rubén Darío”. El decreto del Legislativo declaró duelo nacional y asumió los gastos de sus honras fúnebres a costas del Tesoro Nacional. El Poder Ejecutivo declaró “duelo de la Patria” y rendirle “honores de Ministro de Guerra y Marina que prescribe la Ordenanza Militar”. El Diario del Salvador el domingo 13 de febrero, el día en que los restos mortales del poeta fueron depositados en la Catedral de León, publicó una Edición Extraordinaria: RUBÉN DARÍO. PINCELADAS DE APOTEOSIS. También Patria Libre de Costa Rica desplegó una publicación en honor al poeta nicaragüense.
Muerte: causas y circunstancias
El Diario Nicaragüense, el viernes 15 de enero de 1916, publicó: “Informa don Andrés Murillo que su cuñado don Rubén Darío sigue siempre mal y que se cree que tenga pus en el hígado”. El sábado 29: “el Dr. Debayle le hará hoy una operación exploratoria al hígado en busca de pus”. El martes 8 de febrero: “La autopsia de Darío confirmó el diagnóstico de Debayle de cirrosis del hígado; pulmones sanos y libres de tuberculosis; corazón muy grande y rodeado de gordura”.
Se ha comentado que las punciones practicadas por el Dr. Debayle con el apoyo de otros médicos, provocó o aceleró la muerte del paciente. El radiólogo nicaragüenses Lenin Fischer afirma que Darío “murió víctima del alcoholismo crónico… sufrió cirrosis hepática y la consecuente ascitis (cúmulo de líquido en la cavidad abdominal) y seguramente de anasarca (cúmulo de líquido en todas las cavidades corporales y edema generalizado). Su mal estado era severo así que no tienen sentido los señalamientos que el doctor Luis Debayle haya acelerado con una punción hepática y menos aún causado la muerte de Rubén Darío”. Torres Bodet escribe: “la poesía y el alcoholismo fueron para él evasiones imprescindibles… La verdadera liberación estaba en la poesía. No olvidemos que –según lo apunta Pedro Salinas, “El alcohol, la lectura y la poesía son las rutas mejores de su evasión”. ¿De qué huía o qué evadía Darío? ¿De su vida, de sus circunstancias, de enfrentar sus carencias?
El Diario Nicaragüense del 8 de febrero de 1916 se refiere al próximo libro de Francisco Huezo: Últimos días de Rubén Darío que recoge lo que ocurrió al poeta, desde el 15 de diciembre de 1915 hasta sus funerales: “Me apresuro a visitar al poeta, en la residencia de su esposa… Ocupa un cuarto contiguo al salón, bien aireado,… llegó de León anoche. Viene enfermo, casi grave. Padece –dicen los médicos–, de cirrosis del hígado, consecuencias del abuso del alcohol…