Francisco Javier
Bautista Lara
Escritor nicaragüense
Está pálido, viagra delgado, exangüe…Presenta aspecto de un hombre de 60 años… Su abdomen abultado, hinchado. La mirada dormida, el párpado caído…”. Según Torres Bodet: “Rubén Darío, en el fondo, había sido un genial suicida. Se había envenenado constantemente. El alcohol y la poesía hicieron el resto. Médicos afanosos extrajeron del cuerpo las vísceras esenciales. Por sus relatos saben hoy los lectores que el hígado de Rubén Darío estaba endurecido, que tenía el corazón engrasado y que sus pulmones y sus riñones hubieran podido resistir varios años más…”
Aunque se ha comentado que la causa de la cirrosis hepática de Darío fue su alcoholismo, otros enfoques contemporáneos ofrecen distinta interpretación y la palabra definitiva no ha sido dicha. Sin extendernos en el asunto, de acuerdo con la Nueva Medicina Germánica (1985), razonable y polémica concepción formulada por el médico alemán Dr. Ryke Hamer, la cirrosis hepática puede tener dos causas posibles: 1) Conflicto generado por el miedo a morir o morirse de hambre, ya sea miedo a sí mismo o por otros, lo que genera un proceso biológico que provoca crecimiento del hígado y otros efectos, y 2) Conflicto por rencor en el territorio, contrariedad territorial, o conflicto en área territorial masculina. Explica que “la inmensa mayoría de los carcinomas del hígado en caso de un hombre joven se regeneran, de modo que más tarde se vuelven visibles. Cuando el paciente envejece, comprobamos una transformación de estos carcinomas –a condición de que el conflicto acabe por pararse–, en tejido conjuntivo. Es lo que llamamos cirrosis del hígado. En otro tiempo, nos imaginábamos siempre que “la cirrosis tenía como causa el alcohol”.
Ambos conflictos causales son identificables en la vida de Darío; el miedo terrible a morir y a la muerte fue constante, las penurias económicas y afectivas, y la contrariedad que tuvo con su territorio de origen–. Torres Bodet señaló: “Entre Nicaragua y Rubén Darío faltó un vínculo indispensable… el de la madre de carne y hueso… porque nada nacionaliza al ciudadano futuro como la cotidiana visión de una madre amada… peor que no tener padres: saber que existen y que, no obstante, jamás lo serán de veras”, desde su nacimiento en un espacio familiar disfuncional, y a lo largo de su vida, imposibilitado de construir un hogar, con carencias económicas, afligido por la pobreza, con aspiraciones de grandeza y desorden en sus gastos, necesitado de inventar siempre “un pretexto para otra fuga”, “sintió el espanto de lo perecedero y lo inexorable: la fatalidad del no ser, y la proximidad magnética de la muerte”, estos conflictos pueden tener distinto impacto y ser asumidos de manera diferente por las personas.
Darío no fue capaz de resolver su conflicto, no revirtió la tendencia de deterioro físico que tenía en su causa los traumas personales que lo ahogaban. Era un hombre sensible y frágil, vulnerable emocionalmente, dicen que parecía un niño grande de memoria privilegiada, pudo ser afectado por ello y provocarle los desajustes por “el conflicto biológico” no resuelto y que según algunas opiniones, y en particular este nuevo y renovado enfoque señala –aunque lógico, choca y cuestiona la gran industria farmacológica y médica prevaleciente–. “El conflicto biológico” – DHS: Síndrome de Dirk Hamer-, cuya solución no es intelectual ni racional, requiere en tiempo razonable para adaptarse a la vida o perecer, implica cambios en la estructura y función biológica, la llamada “parte activa del conflicto” que muestra aumento de la función del órgano y multiplicación celular, como mecanismo de defensa del cuerpo. La crisis que no superó y lo llevó al final comenzó a fines de 1914, antes de salir de Barcelona, por la pérdida del trabajo ante el inicio de la Guerra, la insolvencia financiera, el abandono a Francisca y al pequeño Rubén.
Están presentes en la decadencia física y emocional de Darío, el factor inmediato, el binomio inseparable: guerra-desempleo/crisis económica personal-escasez, y abandono-carencias de afectos. El primero, es la razón inminente de su retorno, y que, sumado al segundo, inseparable en su dimensión humanas cuya acumulación marcó su vida desde su origen los años y espacios transitados, a pesar de sus escapes y excesos que lo llevarán a los padecimientos y a la muerte en el mismo lugar del principio. Entre la desesperanza, a pesar de todo, trató de retornar a su fe esperanzadora que expresó en algunos versos de sus últimos poemas, ante la fatalidad que va condicionando su rumbo que lo llevó al punto de partida para escribir con los hechos y no en el texto, el epílogo de su vida.
Ello quedó dicho detrás de lo publicado en los medios impresos de Centroamérica, vistos a la luz del presente, con la información contemporánea, después de un siglo, con las cuestiones que solo la serenidad del tiempo permite ver y siempre es posible reinterpretar.
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