Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Karla Martínez, un nombre al azar, es una joven que recién se incorpora al mundo laboral estrenando su primera cuenta de banco, donde recibe su salario.
Sobre el tercer mes de uso se percata que las cuentas no le cuadran.
Sus padres le enseñaron algo muy útil que no le funciona con la banca: deja sin tocar el 10% de sus ingresos, como ahorro.
Aunque lleva en su agenda personal control de ingresos y egresos, se da cuenta que de modo regular el banco que eligió le hace cobros que no entiende, por lo que hace lo que también le han enseñado, preguntar. Cómo respuesta recibe una serie de explicaciones que carecen de sentido: aquellos pequeños cobros están cubiertos por el contrato que celebrara con este banco, y los hace por tenerla, por dejar pasivos, por la actividad que hace sobre ella, etcétera.
Hace entonces lo que cualquiera de nosotros haría: se cambia de banca, pero adonde marche encuentra la misma interacción.
A inicios de los 90´s la banca revisó su relación contractual con sus usuarios, convirtiéndose primero en la receptora salarial universal de estos, en el marco de las reformas neoliberales que se impulsaron; en segundo lugar, si bien se mantiene bajo vigilancia formal del estado, lo cierto es que los resquicios legales neoliberales siguen admitiendo una serie de irregularidades que la favorecen, desprotegiendo gravemente a sus usuarios.
Consideremos primero los cobros por gestión, comisión, los denominados recargos y de administración que hace regularmente sobre cada cuenta individual, cualquier banco que revisemos.
Si bien la tasa sobre la cual se hace es pequeña, en conjunto supone una erogación que los ingresos regulares de la población simplemente no pueden permitirse.
Por ejemplo, cada vez que hacemos un retiro en algún cajero, supone un recargo que va desde los 75 centavos, más IVA, ¡hasta los $2.00 por operación!, lo que para un empleado novel sin mayores responsabilidades y por guardar las apariencias no supone una mayor trascendencia, pero sí para un empleado cuyos ingresos son para la manutención familiar, pues cada centavo cuenta.
Un segundo ejemplo son las transferencias internacionales, tan en boga ahora.
Cuando hacemos una transferencia desde alguna agencia, el costo es en promedio $45.00-
Al realizarlo entre personas o a empresas, es de aproximadamente $25.00 (ABANSA).
Los créditos son los que se llevan las palmas, pues pueden incluso verse sometidos a un oneroso 85.33% de interés sobre interés, para el segmento que los adquiere, lo que habla por sí mismo.
¿Supone esto que la banca no debería cobrar?, por supuesto que no, pues brinda un servicio, pero la cuestión de fondo es el porcentaje que cobra como por el uso unilateral de los activos de sus usuarios, que son arriesgados de parte de la banca, sin percibir beneficios.
Ha sido así desde los ajustes económicos adelantados en los 90 ‘s, y que cada gobierno favoreció y garantizó enriqueciendo más al mercado.
Mientras deprimió al segmento que lo alimenta diariamente.