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Revolución 4.0 y mundo laboral*

Pedro Castilla
Cádiz, España

Cada revolución ha supuesto un cambio brusco en las costumbres y métodos sociales, y a la par en el trabajo. La rueda sustituyó a miles de brazos que empujaban o tiraban de bloques, o de árboles. Con el arado ocurrió igual, ya no había que abrir surcos a mano, un solo animal con arado hacía el trabajo de cien personas. Con el vapor, la electricidad o la máquina, se sucedieron nuevos excedentes, que hubo que dedicar a tareas nuevas. También determinaron cambios profundos y substanciales en la sociedad.

Recuerdo que hace cerca de cuarenta años, ante los grandes avances tecnológicos que se estaban sucediendo, presagiábamos un futuro con jornada de trabajo más reducida, suficiente tiempo libre para disfrutar de la familia, cuidar de nuestros mayores o practicar actividades culturales o deportivas. Pensábamos con la racionalidad connatural de cualquier ser humano que cree en el bienestar y felicidad de toda la sociedad mundial.

Pero la élite económica mundial no pensaba igual.

Esta jet set empresarial y banquera, con el soporte de sus acólitos políticos, se apoderarían de esa suculenta plusvalía tecnológica para beneficio propio. De ahí la escandalosa desigualdad actual donde, según Intermón Oxfam, las ocho personas más adineradas del mundo acumulan el mismo capital que la mitad más pobre de la población mundial. O sea, que 3.600 millones de personas. De locos.

Esa es la principal causa del hambre, del desempleo y de la precariedad laboral actual. Pero, la esquizofrénica codicia de esta élite y la enfermiza ansia de poder de sus acólitos, les impiden visualizar el grave sufrimiento que su descabellada imposición económica y laboral está ocasionando a la sociedad mundial y al planeta.

Desde hace tres décadas el sistema capitalista y los procesos de crecimiento y acumulación de capital no se centra en lo productivo, sino que lo financiero subordina a lo productivo. Las formas predominantes de hacer dinero y acumular capital se separan de la economía real y se basan en la especulación y en la «reventa de beneficios», e incluso de deudas. Todo ello, a costa de la especulación, la exclusión precariedad laboral, es la lógica capitalista de la ganancia y la acumulación.

Tanto la financiarización como la mercantilización de todas las formas de vida social y natural provocan procesos de polarización que concentran las riquezas y el poder cada vez en menos manos. Cada vez son más las personas y territorios que pasan a ser excluidos desposeídos y damnificados.

Como decía Galeano: «En el océano del desamparo, se alzan las islas del privilegio». Todo, absolutamente todo, la realidad, los otros y las otras, e incluso le propia naturaleza se convierten en instrumentos al servicio de la ganancia.

Las continuas «crisis» que se están sucediendo, como consecuencia de un sistema económico irracional y que no ofrece soluciones reales a los problemas que plantea la humanidad, ni siquiera al preocupante cambio climático, están siendo aprovechadas para ir derogando los derechos laborales conseguidos, ir cambiando el modelo productivo e ir nivelando a la baja las condiciones de trabajo y de remuneración a escala mundial, lo que encadena una profundización de las desigualdades, que ha significado una recomposición importante del capitalismo globalizado en el último decenio.

Por otro lado, esta esfera de polarización económica se ha sostenido sobre la dominación, explotación y relegación social, cultural y física de las mujeres, «recurso gratuito e inagotable».

Se hace necesario replantear la economía, el modelo productivo y las formas de trabajo desde una perspectiva más ética y digna. Una Economía para la Vida, donde se sitúen a los cuidados (educación, salud, mayores, naturaleza…) como objetivo central de la empleabilidad y entender el trabajo como recreación de la vida y de las relaciones humanas.

Esta nueva Revolución Industrial, mezcla de la Inteligencia Artificial y de los Nano Robots, que bien pudiera denominarse como IA+NR, afectará considerablemente a todos los sectores laborales y a todos los empleos, de alto, mediano y bajo nivel.

La IA avanzará por su capacidad de conocer y de acertar-corregir; su velocidad de procesado es infinitamente mayor que la de la reflexión humana.

Los silogismos que se almacenan en sus archivos son más sencillos y breves; la miniaturización está encontrando problemas de velocidad fotónica; se inicia el proceso cuántico; sigue cumpliéndose la Ley de Moore, y se incrementará; se divulga y comparte información ilimitadamente; «todo está en la nube» y el acceso es fácil; no habrá que curar, se llegará a la eugenesia absoluta…

Se puede soldar con Robots, se puede cosechar con robots, se puede supervisar pacientes con robots, se puede construir con robots. Todo es factible con robots y en qué no son productivos, la IA les dará las facultades y potencias necesarias. Ahí es donde se debe meditar qué se pretende con todo ello y, en consecuencia, qué se hará con la humanidad.

Se destruirá mucho más empleo del que se generará. Se habla de que 800 millones de empleos serán ocupados por robots de aquí a 2030. Es un camino irreversible, en este futuro que cada vez se roza más con el presente. Si la lógica capitalista continua en su dinámica de apoderarse de esa nueva plusvalía de la IA+NR, el mundo terminará siendo un caos.

De momento, esa avanzadilla que representa la economía colaborativa, liderada por empresas como Amazon, JustEat, Uber o Deliveroo, por ejemplo, aplican unas condiciones laborales que bien podrían rozar la esclavitud. En un mundo donde el empleo se está convirtiendo en un escaso bien, a cualquier persona desempleada se le presenta la disyuntiva de acogerse a un trabajo de subsistencia o continuar en el paro. Es el caso de los llamados «peones de la gig economy» (economía de los pequeños encargos). Estas grandes empresas, aprovechando la gran demanda laboral y aplicando el capitalismo más salvaje, exigen que sus empleados se den de alta como autónomos, aporten su medio de locomoción y dispongan de un horario flexible en tiempo, horas y días. Cualquier derecho laboral brilla por su ausencia.

Estas nuevas formas de relaciones laborales o modelo productivo, nos hacen conjeturar que, las grandes empresas, no solo no están dispuestas a «repartir los beneficios» de esa novedosa plusvalía, en forma de derechos laborales y salarios dignos, sino que, además, intentarán disponer de una plantilla de trabajadores a disposición plena de la empresa; temerosos de perder su puesto de trabajo por una cierta «falta de celo» y sometidos a las arbitrarias directrices que le marque el intermediario de la patronal. Una «patronal» que se sitúa en el Olimpo económico y nadie conoce.

La actividad tecnológica influye poderosamente en el progreso social y económico, pero si no se orienta de una manera adecuada, puede favorecer el consumismo sin resolver los problemas esenciales de los más necesitados y sin ayudar al uso sostenible del medio ambiente.

Sabemos que la tecnología puede servir, incluso, para proteger la naturaleza y para evitar las crecientes necesidades que provoquen el agotamiento o la degradación de los recursos materiales y energéticos del planeta; pero también preocupa que, como demuestran los hechos, se utilice para beneficio de unos pocos y en detrimento del planeta. Para que la técnica humanice es imprescindible que racionalice sus fuerzas, administre sus recursos, economice sus energías y aproveche sus potencialidades.

Actualmente, la tecnología es un caballo desbocado que, en su alocada carrera hacia el abismo, está pisoteando y arrasando fecundos senderos de humanidad y arrinconando valores éticos, sociales, laborales y medioambientales. Se ha de valorar positivamente el desarrollo de la técnica, pero a condición de que no se acepte de una forma absoluta y acrítica que ignore o anule la posibilidad de que la voluntad humana diga NO a su crecimiento incontrolado, como si este constituyera el fin último de todas las actividades a investigar y la vía segura para el crecimiento social y para el dominio del mundo. La máquina no es el fin, es el medio.

No solo es necesario conjugar la ingeniería científica con las humanidades, hoy divorciadas; también es imprescindible armonizarla con la sociología, la ética, la antropología, la política y la lógica, para elaborar un plan de respuestas y soluciones a la sociedad. Para ello -y como premisas- hay que anteponer la libertad, la salud, el bienestar y la seguridad de las personas, así como la preservación del medio y -solo tras eso- encomendar y facultar a la IA+NR ayudar a los seres humanos en su existencia.

*Tomado de la Agenda Latinoamericana Mundial 2020

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