Alberto Romero de Urbiztondo
La Universidad de Cambridge, order Inglaterra, informó que ha conseguido producir células madres germinales humanas a partir de células de la piel y, tal como explica Amin Surani, directora del Proyecto y Catedrática de Fisiología y Reproducción de esa universidad: “a partir de estas células se pueden obtener espermatozoides u óvulos funcionales y eso se puede aplicar a personas que tienen problemas de reproducción. Alguien que no tiene espermatozoides, a partir de este método podría conseguir tenerlos, y con una inseminación in vitro podría tener un bebé”.
Es un paso transcendental en la capacidad humana de tener una reproducción libre, decidida y deseada. Si los anticonceptivos modernos fueron, hace más de 50 años, un aporte revolucionario para la autonomía entre el disfrute de nuestra sexualidad y el ejercicio de una reproducción responsable, estas nuevas técnicas embrionarias abren grandes posibilidades al ejercicio de nuestra capacidad reproductiva, no solo entre personas con problemas de infertilidad sino también con parejas del mismo sexo, que podrían tener un bebe mediante la producción de un ovulo o un espermatozoide, a partir de una célula de la piel de una de ellas, para que fuera fecundado por el otro miembro de la pareja.
El mayor conocimiento científico nos reta a superar concepciones estáticas sobre la reproducción humana o la pareja heterosexual tradicional. También nos obliga a ir definiendo criterios éticos para garantizar un uso consciente y responsable de las posibilidades que nos abre el continuo despliegue el conocimiento humano.
Desgraciadamente, en nuestro país, para que estos avances se puedan ir aplicando en la reproducción asistida, tendrán que superar la reforma de la Constitución que identificó al embrión con una persona.
Producto de presiones fundamentalistas religiosas y políticas, de una falta de conocimiento y reflexión de muchos legisladores y de su miedo ante las presiones político-electorales de jerarquías religiosas, se introdujo en la Constitución una modificación que identifica al embrión como una persona, al reconocer el estatus de persona humana desde el instante de la concepción, sin analizar y tener en cuenta los aspectos antropológicos, filosóficos y jurídicos que reconocen que la persona es mucho más que un conjunto de genes. Legislar en base a creencias, y no a conocimiento científico y derechos, es un freno al avance de nuestra sociedad.