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Ricardo Bogrand: poesía, exilio y conciencia popular

RENÁN ALCIDES ORELLANA

Escritor y Poeta

 

Ricardo Bogrand  (pseudónimo de José Antonio Aparicio) nació en San Pedro Arenales, buy viagra Chinameca, San Miguel, el 21 de noviembre de 1930 y falleció en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, el 8 de agosto de 2012. Poeta y antropólogo de estirpe auténticamente revolucionaria, padeció largo exilio en México, convertido al final en autoexilio, que lo mantuvo alejado de El Salvador desde su juventud.

Bogrand fue  un luchador revolucionario contra las dictaduras militares, a las que enfrentó como persona, como profesional, como poeta. Por eso fueron, su exilio y, posteriormente, su autoexilio. Hombre de principios, por sus aspiraciones y su lucha por la causa popular, afrontó serios riesgos y se dice que, para evitárselos a su familia, optó por escribir bajo pseudónimo, para que su padre -de su mismo nombre- no corriera peligro también de persecución y cárcel. Tales eran los riesgos que sufrían entonces los intelectuales de izquierda, o ciudadanos identificados como anti gobiernistas…

“¿Conoces al poeta Ricardo Bogrand…?”, me preguntó el periodista Danilo Velado, un día a principios de los años 70.  “No, pero conozco algunos de sus poemas…”, le respondí. Estábamos en el local de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), entonces ubicada en el edificio La Dalia, frente al Parque Libertad, zona céntrica de San Salvador. Ricardo recién había regresado de su visita y permanencia en Checoslovaquia y Rusia, entre 1960 y 1970. Desde entonces, muchas fueron las reuniones para compartir café e intercambiar opiniones, sobre la literatura nacional y del mundo.

Sus regresos de México eran visitas temporales y era cuando se daban nuestros encuentros, hasta un día aciago de 1972. El 24 de marzo de ese año, hubo un intentona de golpe de Estado, contra el presidente de la República, Fidel Sánchez Hernández, que fracasó. Ricardo era muy amigo de algunos golpistas, como el coronel Benjamín Mejía y el Gordo Reyes, quienes partieron al exilio. Recuerdo que, como antecedente, un domingo después de tomar una humeante taza de café, Ricardo me pidió que le acompañara a una sesión de “recuperación social”, en los altos de un edificio en el centro de San Salvador. Quería él saludar a buenos amigos suyos.  “Vamos”, le dije. Y, con temas muy alejados a la política, confirmé su gran amistad con Reyes, uno de los que, tiempo después, intentó dar el golpe de Estado a Sánchez Hernández. Apresados unos, otros se fueron al exilio. Ricardo no. A mí, también me pareció que la acusación de golpista que le atribuían, era injusta.

Pero, el poeta Ricardo Bogrand fue apresado y estuvo 28 días incomunicado, en la Policía Nacional. Apenas se sabía de su detención.  El 28 de abril, me gradué yo en la Universidad de El Salvador (UES). Para mi  agradable sorpresa, Ricardo estaba libre. Le vi llegar y nos encontramos a la hora en que yo abandonaba la UES, y me acompañó a mi casa. Ahí supe su decisión de abandonar el país lo antes posible. Y volvió  a México. A partir de entonces, de nuevo sus visitas, muy discretas, al país. Algunos de sus amigos las compartíamos, brevemente.

En México, siguió los estudios universitarios hasta obtener el Doctorado en Antropología, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana y, cuando decidió su autoexilio, se naturalizó ciudadano mexicano, en el 2004. Por razones personales y de trabajo, dejó la capital y durante los cinco años anteriores a su fallecimiento, fue catedrático e investigador a tiempo completo en la Universidad Intercultural de Chiapas, a solicitud de su amigo, el rector Andrés Fábregas Puig. Ahí, fundó la Cátedra Martiana, que tuvo fuerte resonancia a nivel universitario y el resto del país.

Ricardo Bogrand perteneció a la generación de poetas y escritores salvadoreños, de la década de 1950. Decía que si bien la mayoría era gente de izquierda, algunos no podían considerarse como tales, por compromisos políticos; pero, en lo personal, él se autocalificaba de “izquierda hasta la muerte”. Sus poemas han aparecido en antologías latinoamericanas y en lengua rusa. Entre sus principales obras destacan: “Perfil de la raíz” (México, 1956 y San Salvador, 2001); “La espuma nace sola” (San Salvador, 1969); “Alianza de mis manos” (San Salvador, 1970); “Figuras en la arena” (México, 1988); “Vía muerta” (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1993); “La sangre desterrada”, Toluca, Estado de México, México, 2002);”Memorias de la noche” (México, 2009), obra que, según sus editores, “reúne  poemas escritos durante los primeros años de la guerra civil librada en El Salvador, entre 1980 y 1992); y “Cuaderno del 94”  (México, julio 2010), escrito entre ciudades de El Salvador y México. Este último fue escrito, según sus editores, “porque es el año del regreso a El Salvador, el país de origen, después de un prolongado exilio. Hacía dos años había terminad la guerra y empezaba el reencuentro con la nueva realidad. Muchas cosas habían cambiado y era necesario comenzar de nuevo…”

Sin embargo, después de algunos años de estadía en el país, volvió a México. Iniciamos una frecuente comunicación, ambos augurándonos buena salud y, sobre todo, para compartir temas literarios y sobre nuestra producción de libros, además de la realidad socio política nacional y mundial. Un día de junio/2011, recibí la sorpresa del  envío de sus dos últimos libros: “Memorias de la noche” y “Cuaderno del 94”, con sendas dedicatorias. Fechados en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, con similar saludo especial, uno de ellos dice textualmente “Para el poeta, escritor y periodista Renán Alcides Orellana, con un saludo afectuoso desde México, Ricardo Bogrand”. Y hasta ahí, porque la “Dama gris” del poeta Raúl Contreras, puso punto final a una honesta y productiva existencia, allá en tierra lejana.

Cierro con un recuerdo y con el siguiente poema breve, con el que inicia su último libro “Cuaderno del 94”:

 

REGRESO

Y regreso a la patria

porque sus mujeres

a pesar de una guerra

y sus temores

siguen siendo

perennemente dulces

(RAO).

 

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