Gabriel Otero
Hay textos dignos de ser rescritos, o al menos pasarlos por una revisión profunda. Por la tarde, me dediqué a corregir un relato y a perfilar distintos cierres, me gustó el resultado, aunque no será la versión definitiva.
Por la noche estaba con el pendiente de la redacción de mi columna semanal, y me encontraba tal como afirma el paralelismo chilango, como limón de taquería, exprimido y seco, carente de ideas y sin capacidad de hilvanar una línea, escribir un párrafo hubiera sido el colmo del derroche, y de ahí nació la intuición, jamás hay que dudar de ella, es el pálpito del sentimiento, el aliento impulsor para hacer o la barrera para detenerse.
Como dijera mi cuate Marcos, el de la Tlapalería El Gato, así es esto del rocanrol y el ritmo marcado por las baquetas, los timbales, el bombo y los platillos, recordar a Eduardo del Río “Rius” me dio el tema, sin ni siquiera imaginar que el ocho de agosto cumplía su séptimo aniversario luctuoso.
Con Rius tengo una larga historia personal, lo considero una de mis influencias intelectuales, en mi adolescencia devoré sus libros y vaya que aprendí con sus caricaturas porque si hay alguien que ha educado a millones es Rius “nuestro Piaget, nuestro Freinet de la Escuela Activa, Ivan Illich su vecino en Cuernavaca, B.F. Skinner el padre del conductismo, Pestalozzi, Montaigne y Federico Froebel. Rius es, sin proponérselo, uno de los grandes educadores de México del siglo XX”. (Poniatowska, E. Rius, educador de millones de mexicanos. La Jornada. 26 de noviembre de 2006)
Ese evento era la presentación de Adalberto, quien le preguntó su opinión a Rius sobre el montaje, su respuesta fue que las buganvilias del centro eran demasiado femeninas, así como el logotipo del Instituto, le dije que las flores las podía retirar pero que estaba cabrón diseñar un logo nuevo en cinco minutos, nos carcajeamos, Rius me dijo que mi acento le resultaba familiar, uno no puede negar la cruz de su parroquia y comenté que era salvadoreño. Después me lo encontré un par de veces para el Salón de la Caricatura.
Y de ese encuentro nació un relato que escribí en entregas en mi columna Vitral en el periódico 7 días de Cuernavaca, del cual reproduzco un fragmento.
RIUS EN CENTROAMÉRICA
En 1980, un joven poeta, recién egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, se alistaba para partir hacia algún territorio ignoto en Morazán, El Salvador. Llevaba en su mochila, además de latas de comida diversa, pantalones, zapatos y camisas; las ediciones que fueron sus cómplices hasta su muerte: “El Capital” de Karl Marx y una colección empastada de todos los libros e historietas de Rius.
Después de largos avatares y de introducirse clandestinamente a El Salvador, pasó ocho días de suspenso en una casa de seguridad con seis compañeros más. Ahí, su responsable le explicó que se necesitaba el lomo de una mula para cargar semejante barbaridad. El joven poeta, a pesar de las experimentadas palabras del que conocía las montañas, replicó que esos libros le servirían para organizar un círculo de estudio en donde se ilustraría al campesinado, mediante las caricaturas de Rius, sobre los beneficios del materialismo histórico y la lucha armada, y que se analizaría la historia condensada de otros países.
En el campamento, el joven poeta aprendió el caló campesino y se ganó el respeto de sus camaradas. El círculo de estudio inició con el análisis de “Marx para principiantes”, siguió con “El Manual del perfecto ateo”, “La joven Alemania”, “Cuba para principiantes”, “Cuba Libre”, “Lexikon Ekonomicon”, “La revolucioncita mexicana” y “Compa Nicaragua”, entre muchísimos otros.
Transcurrieron años de combate y los círculos de estudio se habían multiplicado en todas las zonas de dominio guerrillero. (Otero, G. Rius en Centroamérica, 7 Días, 24 de enero de 2001)
En México hay una larga tradición en la caricatura política, desde la creación de La Catrina y La Adelita de José Guadalupe Posada, que se burlaba con calaveras de los políticos y de las clases acomodades a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta las expresiones creativas de Naranjo, El Fisgón, Rocha, Magú, Helguera y Trino en este milenio.
Rius ocupó un lugar preponderante con Los Supermachos y Los Agachados, publicó más de 140 títulos de temas diversos como herbolaria, política, religión, homosexualidad y nutrición. Fue comunista y férreo simpatizante de la Revolución Cubana, para desengañarse lustros después cuando se percató de los abusos y arbitrariedades de sus dirigentes.
Rius fue:
Seminarista, burócrata, embotellador, vendedor de jabones, office boy, encuadernador, cajero, profesor sin títulos y empleado de Gayosso antes de dibujar para la pícara revista Ja-Já, en 1954, y ser despedido después de los diarios Ovaciones, Novedades,
A pesar de vender millones de libros murió pobre, su legado es monumental, es imprescindible revisitar la obra de Rius y rendirle un homenaje, el mío son unas cuantas palabras agradecidas que recuerdan su sencillez y genialidad.
*Gabriel Otero. Fundador del Suplemento Tres mil. Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, con amplia experiencia en administración cultural.
Ilustración del autor de Jonathan Juárez.