Berlín/AFP
David Courbet/Fotografía dw
Encapuchado y ‘armado’ con una lámpara frontal, Andrea se desliza de noche bajo el imponente enrejado que bloquea el acceso al patio trasero de un supermercado berlinés. En pocos pasos, llega a su objetivo: un contenedor de basura que desborda de productos alimenticios aún comestibles.
“Hay que darse prisa, respetar el lugar y sobre todo no ser atrapado por la policía, porque hacerse con productos no vendidos de un contenedor de restos es ilegal en Alemania”, susurra este joven de 22 años, que milita de esta manera contra el despilfarro de alimentos.
Andrea, estudiante de un master en Física, dice no carecer de nada pero que participa en estas operaciones nocturnas, a veces en grupo y varias veces por semana, por “razones políticas”
“Combato al sistema basado en el hiperconsumo. Mi abuela me decía: ‘¡No tires la comida!’, pero la gente prefiere tirar cosas en lugar de dejarlas gratis” para quienes las necesitan, se lamenta.
Guarda su botín del día en una mochila: pasta, un cartón de leche de almendra (con embalaje deteriorado), ensaladas (teóricamente caducan el día siguiente), chocolates de Pascua y aceite de oliva trufado.
Al día siguiente, lo compartirá con sus compañeros de piso y con un comedor solidario que reparte colaciones gratis.
Esta acción de “rebuscar” en contenedores (“containern”, en alemán), es penada con una multa que puede ser de cientos de euros y está prohibida al ser considerada como un robo: cualquier objeto depositado en un basurero situado fuera de los espacios públicos sigue siendo propiedad privada, hasta que sea recolectado.
Sin embargo, en toda Alemania, centenares de activistas agrupados en comités locales optan por la ilegalidad.
-Peticiones-
A fines de enero, dos estudiantes fueron condenadas cerca de Múnich por “robo agravado” a ocho horas de trabajo social y 225 euros (USD 255) de multa, por haberse apropiado de alimentos en los basureros de un supermercado.
Las dos jóvenes, en una petición que superó las 140.000 firmas, exhortaron al gobierno alemán a legislar, imitando el modelo francés o belga, para obligar a los grandes supermercados a entregar los productos no vendidos a obras de caridad. Una similar iniciativa europea ha recogido 1,5 millones de firmas.
En Francia, una ley de 2016 contra el despilfarro alimenticio, prohíbe a los grandes supermercados de más de 400m2, tirar comida o convertir en impropio para el consumo los excedentes no vendidos. Desde su entrada en vigor, 10 millones de comidas han sido distribuidas, y las donaciones a las asociaciones sociales han aumentado un 22 %, se congratula Arash Derambarsh, uno de los activistas por esta la ley.
Pero en Alemania prima la voluntad de los comerciantes. El ministerio de Agricultura está contra el “containern” y considera que los supermercados colaboran “muy bien”, con los bancos de alimentos de forma voluntaria, lo que ayuda a 1,5 millones de personas necesitadas.
-Consumidores e industria-
Once millones de toneladas de alimentos son desechadas cada año en Alemania. Una cifra que, según el WWF, llega a los 18 millones si se incluyen los productos que por diversas razones (frutas y verduras demasiado maduras, que no corresponden a las normas, etc.) no están en los circuitos de venta.
Estas pérdidas alimentarias son evaluadas en 88 millones de toneladas por año en los 28 países de la Unión Europea (UE).
Desde 2012, el gobierno de Angela Merkel, se impuso el objetivo de dividir por dos el despilfarro alimenticio antes de 2030 en el territorio alemán, en línea con las recomendaciones de la ONU. Pero los efectos han sido escasos.
A fines de febrero, la ministra de Agricultura y Alimentación, Julia Klöckner, presentó un “plan nacional” con los mismos objetivos, centrado en la educación de los ciudadanos y sus comportamientos alimenticios.
Los militantes ecologistas se han congratulado por la iniciativa, pero lamentan que el plan ministerial se centre en la responsabilidad del consumidor.
“Aquí, como en el asunto de los desechos plásticos, no consideramos normal que solo sea responsabilizado el consumidor, cuando los profesionales” son responsables del “60 % del despilfarro alimenticio global”, asegura Tanja Dräger de Teran.
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