Víctor M. Valle Monterrosa
Recientemente el Ministerio de Cultura anunció que la ganadora de los XLIV Juegos Florales en la rama de Poesía es Lilliam Armijo Martínez quien recibió con la obra «Dos», presentada bajo el seudónimo Breu.
Sin duda, Roberto Armijo (1937-1997), renombrado poeta nacido en Chalatenango y fallecido en Francia, diseminó semillas en su estirpe y ha de estar, en ese ignoto espacio del más allá, muy contento al ver a su nieta Liliam como poeta laureada en esta y otras ocasiones anteriores. Roberto Armijo vive en la poesía de Liliam. Tengo muchos recuerdos de Roberto con quien me unieron lazos intelectuales, políticos de fraternidad y por mucho tiempo.
El 1 de abril de 1997 hubo un homenaje a Roberto en el Auditórium de Derecho, Universidad de El Salvador, espacio que fue la caja de resonancia de la protesta popular organizada que antecedió al conflicto interno de los 1980 en El Salvador. Entonces pronuncié unas palabras que ahora, gracias a Liliam, reitero algunas.
Conocí al padre de Roberto Armijo, y bisabuelo de Liliam, llamado Terencio Armijo Pineda. Estudios unos años medicina y practicaba una especie de medicina alternativa. Recuerdo a una vecina de mi niñez que Terencio enterró hasta el pecho para que los efluvios de la madre tierra la sanaran de alguna dolencia.
Conocí a los hijos de Roberto en su niñez, Claudio Rabidranath y Manlio, cuando niños, en los años 1960, visitaban mi oficina en la Universidad de El Salvador para ver a su madre Teresita que trabajaba conmigo. Claudio y Manlio fueron dos aguerridos combatientes en la guerra interna de los 1980. Manlio murió luchando y Claudio, el comandante “Chico” sobrevivió el conflicto y es padre de Liliam.
La madre de Liliam es Ana Guadalupe Martínez, icónica figura de las luchas populares que escribió una denuncia de la dictadura militar “Cárceles Clandestinas”, testimonio de las torturas que padeció con otros luchadores sociales. Era María en el trabajo diplomático de la insurgencia y la traté muchas veces como cuando llego, en 1990, con Mercedes del Carmen Letona, a Estados Unidos, a promover la negociación para la solución política del conflicto. Esas son las raíces de la poeta Liliam Armijo.
En los años 1960 Roberto Armijo, Manlio Argueta, Tirso canales, Roberto Cea y Alfonso Quijada Urías, se ganaban la vida como correctores de pruebas de textos a imprimir en la Editorial Universitaria, dirigida por Ítalo López Vallecillos. El jefe de talleres era Don Antonio Medrano, padre del dirigente magisterial Mario Medrano y de la intelectual y abogada Mirian Medrano y abuelo de la impulsora del respeto a los Derechos Humanos, Celia Medrano.
Esos poetas reunidos salieron a publicar su libro “De Aquí en Adelante”. Llegar en los 1960 a esa editorial -sita en la quinta calle oriente de San Salvador- era llegar a un espacio de irreverencias, anti solemnidades y análisis políticos chapuceros que fueron la antesala de la insurrección armada de los 1980 y permitieron no guardar “un silencio parecido a la estupidez”
Después, Roberto llegó a dirigir la Librería Universitaria, que funcionaba cerca del nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Económicas. Él tenía la llave de los escasos libros de grandes autores que llegaban a El Salvador, en aquella aridez intelectual con la que nos acongojaba la dictadura.
En la Librería, nos juntábamos algunos amigos afines en tertulia irreverente a hablar de la asombrosa aparición de “Cien años de Soledad” y de la lamentable muerte del Che Guevara, ambos hechos sucedidos en 1967. Además, ese año nació mi primogénita Ana Edelmira, ahora periodista por formación y educadora por pasión.
Roberto pulía en extremo sus trabajos literarios y obtuvo premios notables como el Premio Nacional de Cultura, El Salvador, 1965, por la obra que coescribió con Pepe Rodríguez Ruiz, “Francisco Gavidia: la Odisea de su Genio”. Era muy sensible en sus emociones lo cual le agudizaba los padecimientos de su asma crónica. Y era notoria la ingenua pasión con la que rubricaba sus juicios y opiniones en política, a veces radicales a veces condescendientes.
En 1968, formamos el Círculo Pro Reforma Universitaria, que buscaba salvaguardar las reformas iniciadas en la Universidad de El Salvador por Fabio Castillo Figueroa. El Círculo, que se desvaneció en poco tiempo tras hacer denuncias y análisis sobre la coyuntura universitaria., estaba integrado por Héctor Oquelí, Enrique Escobar Barrera, Mario Moreira, Salvador Moncada, Gustavo Pineda Marchelli, Roberto Armijo y yo. A Héctor y Enrique se los llevó la bestia de la represión contrainsurgente. Mario, Gustavo y Roberto murieron por serias dolencias. Sólo sobrevivimos Salvador Moncada notable científico radicado en Inglaterra y yo. Estamos en lista de espera sin saber cómo será el final. Solo sabemos que es inevitable y sucede “solamente una vez” como cantaba Agustín Lara.
En 1969, Roberto Armijo escribió, solidaria, fraterna y diría indulgentemente, la presentación de mi opúsculo “El Estudiante en la Reforma Universitaria” que es un anexo de mi libro testimonial y de colección de documentos, “Siembra de Vientos-El Salvador 1960-1969”” que, gracias a La Universidad de El Salvador, aparecerá en segunda edición principios de 2022, casi 30 años después de la primera, en 1993.
Gracias Liliam Armijo, por haberme dado pretextos para recordar anécdotas que tocan nuestras vidas. Felicitaciones por demostrar con tu obra y triunfos literarios que tu abuelo Roberto Armijo está redivivo.