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Románticos de antaño

Carlos Burgos

Fundador

Televisión educativa

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En la década de los años cuarenta, cheap la  Ciudad de las Nieblas, Cojutepeque, era una apacible urbe con sus calles limpias, empedradas, casas con tejas de barro, de adobes o bahareque, puertas y ventanas de madera.

Se destacaban los románticos escenarios de Las Alamedas de San Juan, el parque Viejo, la estación del Ferrocarril, la Ceiba de mi pueblo, las piscinas de Tempisque, el cerro de La Pavas, el Tiangue de la Feria y otros.

Sonaban en el ambiente los tríos musicales con su ritmo de guitarras. Los Panchos fue el primer trío famoso, se formó en 1944, revolucionó el bolero con sus voces y romántico sentimiento. Escuchamos: Sin ti, Contigo, Sin un amor, Los dos, Caminemos, Un siglo de ausencia y muchas más.

En 1948 aparecieron Los Tres Diamantes con sus voces características y brillantes notas  de su requinto. Vivimos sus canciones: Miénteme, Reina Mía, Condición, Usted, La gloria eres tú, Sigamos pecando y otras. Ya en 1952 se escuchó el tercer trío famoso, Los Tres Ases, que nos deleitó con: Delirio, No me platiques más, La enramada, Noche playera, Regálame esta noche, Sabor a mí, Tú me acostumbraste, y tantas más.

En el mismo año, 1952, surgió el trío Los Tres Caballeros del cual escuchamos: Noche no te vayas, El reloj, La barca, Déjame solo, Dónde estás, Demasiado tarde, Rumbo perdido, El crucifijo de piedra. Su integrante Roberto Cantoral compuso decenas de sus canciones.

El quinto trío famoso surgió en 1957, Los Tres Reyes, lanzó al aire las canciones: El almanaque, Jacarandosa, El lunar de María, No me queda más, Camino de la vida, Como un bolero, Homenaje a Los Panchos y otras.

La década de los años cincuenta, constituyó nuestro marco temporal en los escenarios de la ciudad, con la música y las guapas de mi pueblo. Muchos éramos preadolescentes, adolescentes y jovencitos. Juventud alegre, soñadora y romántica.

Los tríos sonaban por la radio y las rocolas o cinqueras. Varios estudiantes llegábamos a marcar canciones a la rocola de doña Erlinda, situada en una casa de esquina con portalito frente a uno de los parques de Las Alamedas de San Juan. También íbamos a la cinquera de don Ismael Sánchez cerca del mercado central, y a la situada frente al hotel Internacional próximo al punto de buses en la carretera Panamericana.

También los boleros de la Sonora Matancera de Cuba, inundaban nuestro cuadro de romanticismo. Nuestro compañero Meme Torres vivía sobre la 6ª. Calle Oriente, lo mismo que Zoilita Rosales, su novia. Él llamaba a Mario «El Gato» García para que fuera a marcar Fichas negras, de Leo Marín, que escuchaba con Zoilita tomados de la mano. A mi amigo Valo Melara le encantaba la canción Sin ti, que mentalmente le dedicaba a Carmen, pero ella suspiraba por Agustín Guillén y algunos le decíamos a ella: «Sin Tin, no podrás vivir jamás, y pensar…»

Desde la década de los años treinta surgieron: Los Calaveras, Los Jaibos, Los Santos, Las Sombras, Los Tecolines, Los Dandys, Los Delfines y tantos tríos más, la mayoría de México.

En esa época Mario Macías tocaba el requinto con tal maestría como lo hacían los famosos. Con amigos formaba tríos para ir a serenatear. A mí me dio algunas clases para requintear.

En el Instituto Nacional formamos el trío «Los Estudiantes». Lo integramos: Daniel Posada Renderos, a quien llamábamos «Chilán Balan de Chumayel», primera voz, guitarra; Miguel «El Pirata» Guevara Morán, segunda voz, requinto y el que esto escribe Carlos «El Negro» Burgos, tercera voz, guitarra. Nos presentábamos en veladas de la escuela de niñas Eulogia Rivas, donde las cipotas más grandes, las de sexto grado, nos miraban con sus ojos cautivadores.

También actuábamos en la Sociedad de Empleados 5 de Noviembre y en otros centros. Nos aplaudían y aplaudían para que cantáramos otra y otra, con lo que alterábamos el programa de los organizadores, pero no se atrevían a sacarnos del escenario.

La gente comentaba que lo hacíamos igual que los tríos de México, y nosotros nos creíamos.

 

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