Miguel Ángel Chinchilla Amaya
Hace algún tiempo en el cementerio La Bermeja mientras asistíamos al sepelio de una vecina, drugstore alguien expresó su admiración por los niños que se ganan sus centavos lavando y cheleando sepulcros en aquel lugar, doctor por necesidad obviamente en lugar de asistir a la escuela. Desde luego y como estábamos en confianza yo no estuve de acuerdo con aquella casi apología al trabajo infantil, ya que siempre he pensado que el trabajo de los niños debe ser primero jugar y después estudiar. Por supuesto, sostuve, eso no los exime que en su desarrollo humano los niños realicen trabajos domésticos en apoyo a las tareas del hogar y al quehacer de sus padres y madres. No obstante nuestro Código de Trabajo en el Art. 114 “autoriza el trabajo de los menores a partir de los 12 años, a condición que se trate de trabajos ligeros…” y que no afecte su salud y su asistencia a la escuela entre otras condiciones.
Pero en estos países “en desarrollo” donde la pobreza y la miseria se regodean de manera escandalosa, las niñas y los niños se ven compelidos a trabajar sobre todo en el campo donde la vida siempre ha sido más precaria para la gente de mayor vulnerabilidad. En el año 2009 la OIT estableció para El Salvador una Estrategia Nacional de Combate al Trabajo Infantil, a la cual llamaron “Hoja de Ruta” que planteaba como meta para el año 2015 la erradicación de las peores formas de trabajo infantil como son por ejemplo: la zafra, las coheterías, los pepenadores, los curileros, los bateriyeros, etc. Y bueno, hemos llegado a mitad del año 2015 y tal parece la mentada “Hoja de Ruta” no se ha cumplido.
Actualmente en El Salvador existe una población laboral infantil de más o menos 200 mil niños y niñas que oscilan entre los 5 y 17 años de edad. De ese total la sexta parte goza de un permiso al cual se refiere el Código de Trabajo, pero más de la mitad, alrededor de 110 mil niños, realiza tareas catalogadas entre las peores formas de trabajo infantil. Al respecto debo citar aquí las palabras de Jesús de la Peña, representante de la OIT en El Salvador, cuando dice que se debe primero”transformar la vida de los adultos para luego transformar la vida de los niños”.
En torno al tema, hace doce años (en 2003) publiqué en diario Co Latino una serie de textos poéticos bajo el título RONDA POP PARA NIÑAS Y NIÑOS QUE TRABAJAN, cuyas ilustraciones fueron diseñadas por el artista visual Marvin Roberto Quintanilla. Se trataba de 13 poemas alegóricos a trabajos que realizan los niños y como en este período transcurrido las condiciones socioeconómicas de nuestros muchachitos no han cambiado casi nada, en esta ocasión comparto con ustedes una de aquellas publicaciones con el objetivo de seguir haciendo conciencia sobre la necesidad de erradicar este mal social que afecta el buen desarrollo de nuestra población infantil.
QUE RICOS SON LOS COCTELES
Ahí en el manglar
Andaba yo con mi chenca
Fumándola como viejo
Para espantar los jejenes
Buscaba yo los curiles
Que se venden en cócteles
Con cebolla, limón, tomate y chile
Yo andaba lodo batiendo
Con la mano bien adentro
Cuando de pronto siento
Una tenaza que me muerde el dedo
Se trataba de una cangreja
Que enseñaba a sus cangrejitos
Cómo caminar derecho.
De la ciudad vinieron unas personas
Prohibiendo que los niños trabajemos
Entonces no comeremos
Si el manglar es el sustento
Ellos trajeron unas leyes
Nos tocaron la cabeza
Se montaron en sus carros
Y luego luego se fueron
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