Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
Nada de blasfemia, ni senderos plagados de filiación vertical, tampoco el opio del capitalismo que anida en el corazón de los aspirantes a oligarcas, ni el politburó, ni la seducción del poder legal en una sociedad de clase política electoral, tampoco el monopolio de la poesía que fusila a los pequeños burgueses o los mercenarios que viven deformando las mínimas virtudes de hombres o mujeres aferrados a unos dólares salariales, el escenario posible del siglo XXI, la Diosa Realidad.
De tanto leer (la concreción) uno comprende la muerte de muchos rebeldes, te encuentras con piadosos monumentos esculpidos en el espíritu o las montañas, tienes un sentido reverencial por el camino del Gólgota en pasos no exclusivos de hombres, también hay mujeres, niñas, el universo sin clasificar, existe una luz en su efímera vida y prolongada memoria.
Nadie espera la eternidad en la vida terrestre, menos cuando no eres santificado por las armas, peor los “fusiles amigos”, esos huérfanos del Espíritu Santo, cuando en la cruz revolucionaria o romana el milagro no sucede.
Aquello era “revolución o muerte”, “hijo de Dios o del imperio”, extraños senderos ajenos a la vocación humana, ignorantes de la mortalidad.
Poesía extrema tan ociosa de marxismo, Jesús lejano reino de éste mundo, incomprendido soneto del cielo, parábola terrestre de talentos perdidos, esperar un destino para torturar a los sicarios, negar a Heráclito desde la cruz, territorio fotográfico exiliado de tiempo.
“Se asesinó él solo”, las espadas no tienen ideología en su acerado recurso, el imperio no tiene lágrimas por un hombre abandonado a su suerte, la razón nos pertenece.
Muerto el hombre, coagulada sangre manchó su cuerpo, Dios no asistió su funeral.
Réquiem monótono, eterno lamento, conocemos una tumba, desconocemos la alfombra de lava convertida en extenso osario innominado.
Resucitar un día para visitar al pueblo, incrédulos fatigados de pobreza y esperanza, reclaman mis llagas, victoria inesperada del pan y vino.
No resucitar, no visitar a los amigos, no celebrar un mundo socialista para consuelo oligarca, ni siquiera participar en las ofensivas populares ¿tan firme es la muerte, muerte?, tanta negación me recuerda el “si” de mi primer amor.
Muchos recuerdan mis pasos para consuelo de sus infiernos personales, para escapar de su miseria material, la felicidad encontrada, bendito dinero clorofílico.
Algunos mencionan mi nombre, les pido no pronunciarlo, mi bandera no consuela a los pobres, ni los libera de las penas, ni les da dinero y provoca todos los sueños en quienes odian la injusticia.
Revolución o Resurrección con (o sin) la mano de Dios, benditas sean. Amén
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