Pedro Javier Hernández
Santa Rosa de Lima, sale La Unión.
Estudiante de Doctorado en Medicina (UES-FMO)
Bajo la alusión del poeta del pueblo, el dueño de las cinco letras a sus 40 años de partida física, vive y flota hoy más que nunca sobre el océano literario nacional e internacional. ¿Qué llevo a Dalton a la inmortalidad?, son las preguntas que actualmente resuenan sobre las paredes de los edificios de la academia. Las columnas sobre las cuales se edificó la personalidad de Roque están enraizadas en las tierras fértiles de un intelectual de personalidad suspicaz y capaz de observar los delirios coyunturales de su pueblo. Vestido del compromiso, adopta una personalidad dicotómica, que conjuga en su vida y estilo literario. Como lo definió Hegel: “La verdad es el fuego infinito de contrarios”, en Roque la dicotomía de dos contrarios unifica las fronteras de su yo cotidiano y su yo literario, Nietzsche en “El Nacimiento de la Tragedia” otorga de manera racionalista a los dioses griegos: Apolo y Dioniso un uso filosófico, literario y estético en el que pretende interpretar a Apolo como un ser esplendido, amante de la verdad, razonador, ético y moral, Dioniso es visto como un ser entregado a la embriaguez, atrevido y desalentador, un ser decadente y delirante. Esta interpretación pretende fusionar los impulsos artísticos de Apolo y Dioniso para contemplar la tragedia y el arte en general según Nietzsche.
En Roque, lo Apolíneo y Dionisiaco se fusiona y a la vez limita a un Roque intelectual y un Roque desesperante y agobiado, entregado a la pérdida del yo, al atrevimiento y a la carencia del sentido individual, a través de su gusto por los bares y los prostíbulos. Lo cual lo convierte en un ser bohemio, que se ve reflejado en algunos de sus trabajos, la influencia del Roque Dionisiaco sobre el Apolíneo se alimenta cada vez que se intensifica la ola de opresión social en el país, su persecución política, el exilio, la ausencia de su familia, y el silencio o prejuicios dubitativos de ciertos compañeros de las organizaciones a las que pertenecía. Sin dejar huérfana la excentricidad de escritor, su gusto por algunos poetas malditos como: Paul Verlaine, Arturo Rimbaud y Charles Baudelaire etc. Aunado a lo anterior la incertidumbre que le nace por el magnicidio de Víctor Jara, cantautor chileno, su compañero Otto René Castillo, Poeta guatemalteco y Leonel Rugama, Poeta nicaragüense.
Las anteriores y otras tantas cosas, llevan a Roque al cause existencial, y el dato más aprobatorio es su producción literaria. En el poema Sobre nuestra moral poética Roque escribe así: // No confundir, somos poetas que escribimos / desde la clandestinidad en que vivimos.// No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas: de cara estamos contra el enemigo / y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista. // Y al sistema y a los hombres / que atacamos desde nuestra poesía / con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren día tras día. //.
Y como su visión personal acerca del futuro de El Salvador expresa: // El Salvador será un lindo / y (sin exagerar) serio país / cuando la clase obrera y el campesinado / lo fertilicen lo peinen lo talqueen / le curen la goma histórica / lo adecenten lo reconstituyan / y lo echen a andar. // El problema es que hoy El Salvador / tiene como mil puyas y cien mil desniveles / quinimil callos y algunas postemillas / cánceres cáscaras caspas shuquedades / llagas fracturas tembladeras tufos. // Habrá que darle un poco de machete / lija torno aguarrás penicilina / baños de asiento besos de pólvora.//.
Elaborando un análisis histórico-literario observamos en el trasfondo de la obra de Roque, un estilo transicional que es frecuentemente acribillado por sus estados de ánimo, y sus altibajos como productor intelectual comprometido. Su bohemia en muchos casos fue el pilar de sustento para tantos problemas que afeccionaban al Roque Apolíneo, habría la necesidad de balancear entre el Apolo y Dioniso viviente en Roque. En “Los testimonios” y “El turno del ofendido” se respira el encuentro que Roque tuvo con sus mayores afecciones dentro de ellas, la muerte y el vibrante pensamiento de tener amarradas sus manos de manera espiritual como lo expresa en el poema: La Vida Inútil: //La vena esa del cuello amaneció molestándome otra vez./ La herida es cierto, ha crecido. Será por el odio con que me aplicaron el/ navajazo. Pero en realidad no puedo quejarme. Claro, si fuera posible/ terminaría con esos gusanos blancos que anidan bajo mis uñas, todo/ andaría mejor…//.
En cada verso y vertiente poética que integran estos poemarios se percibe la transición al Dioniso, un Roque sentido, que habla desde su inconsciente demostrando lo que lo aqueja y reprime. Roque fue uno de los pocos escritores que supieron encontrar el punto de gravedad en la dicotomía del bohemio y el escritor, y que en la actualidad esta característica del ciervo perseguido como lo denominaría el escritor Alberto Ordoñez Argüello ha servido de nutrición –sin esencia- a ciertos amantes de su literatura, que era necesario y admirable en Roque, pero no en un estereotipo de neo-daltonismo como se ha adueñado cierta fracción de intelectualidad en nuestro país. Aunque Roque haya vivido bajo la sombra de Dioniso y la luz de Apolo, su lecho de muerte fue Apolíneo, murió como Intelectual y no como bohemio, esto deviene a la Tesis Nietzscheana de elaborar la tragedia por Dioniso, porque de la bohemia no cualquiera escapa. De Izquierda a derecha o viceversa, de Apolo a Dioniso, y de todo ángulo posible del que pueda ver la obra y vida de Roque, la transfiguración de esos dos seres que otorgaban vida al poeta, siempre se encontrará conjugada y profundamente balanceada, convirtiéndolo en una de las máximas referencias del compromiso del puño y letra con la historia y el avance social e intelectual de nuestros pueblos, su pluma no cesara de ser la cascada de inspiración para miles de jóvenes y escritores en la faz del mundo literario, a pesar de seguirlo conociendo, Roque impresionantemente seguirá sorprendiéndonos como un desconocido, para poder seguir pronunciando su nombre.