Tomado de Vatican News
Las Fiestas patronales de San Salvador o fiestas agostinas se celebran en honor al Divino Salvador del Mundo en la ciudad capital de El Salvador. Los eventos principales se realizan el día 5 de agosto, cuando se organiza una procesión con la imagen de Jesucristo que parte de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús y termina frente a Catedral Metropolitana del Divino Salvador del Mundo. En este sitio se realiza año con año una representación de la Transfiguración. Asimismo, el día 6 de agosto se celebra una misa solemne en el atrio de Catedral Metropolitana para cerrar oficialmente las fiestas patronales.
En la Vigilia de la fiesta de la Transfiguración, el cardenal Rosa Chávez presidió una ceremonia litúrgica. En su homilía recordó el próximo 15 de septiembre, bicentenario de la independencia del país de España. Fue un acontecimiento dijo, que «marcó un antes y un después para nuestros pueblos».
En la gesta independentista, la Iglesia Católica desempeñó un papel protagónico, sobre todo a través de sacerdotes que veneramos como próceres, añadió. «Sabemos que no todo lo que hicieron fue noble y laudable, pero no puede negarse que allí, a pesar de tantas sombras, hay luces que no podemos ignorar. La conquista por la verdadera libertad nunca termina.
El bicentenario nos invita a mirar hacia atrás, al 12 de octubre de 1492, día en que Cristóbal Colón tocó tierra en una pequeña isla del Caribe llamada Guanahaní, y que él bautizó con el nombre de San Salvador».
Desgraciadamente, dijo el purpurado, junto con la cruz redentora llegó también la espada, y no se puede negar que la época de la conquista está manchada de sangre.
«La Iglesia tiene que reconocer que no siempre los evangelizadores actuaron según el Evangelio. Pero eso no impide que podamos afirmar con humildad -o como dice el Papa Juan Pablo II, “sin triunfalismos y sin falsos pudores”- que en esa fecha memorable América se encontró con Jesucristo. Eso es lo mejor que nos ha sucedido en nuestra agitada historia. Porque nos hemos encontrado con él, estamos hoy aquí».
Por último, el cardenal se cucestionó hacia dónde va el país. Cada año, en estos días de fiesta, hacemos un alto en el camino y la Iglesia nos invita a responder a la pregunta de Jesús: “Y ustedes, quién dicen que soy yo?”. La respuesta que él espera, recordó, es nuestro esfuerzo por seguirnos transfigurando, por seguirnos convirtiendo para que su luz brille en nuestros rostros y en nuestra vida. Y desde esa conversión personal, señaló Rosa Chávez, nos invita a cumplir nuestra tarea como ciudadanos llamados a transformar el país.
«El país que tenemos lo describimos los obispos de El Salvador en nuestro mensaje titulado “Todos somos hermanos”. Allí leemos: “predomina entre nosotros la cultura de la confrontación y la cultura de la indiferencia. Es urgente combatirla con la cultura de la paz”. A renglón seguido nos preguntamos: “¿Qué país queremos? ¿Qué país soñamos? ¿Qué país necesitamos? Y con palabras del Papa Francisco respondemos: “¡Qué importante es soñar juntos!… Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli tutti, 8).»
¿Qué significa celebrar la transfiguración del Señor, hoy en El Salvador?
Este es un país muy especial, es el único del mundo que lleva el nombre de Jesucristo, el Salvador. Es titular de la República del país, de la Arquidiócesis de San Salvador, del Departamento y de la ciudad de San Salvador. Cuatro títulos tiene este país con respecto al Salvador del mundo: El país, la Arquidiócesis, el Departamento y la ciudad capital. Esto hace en nosotros un país diferente de los demás y está marcando nuestra cultura y nuestra alma salvadoreña, tanto que todo el país se va de vacaciones estos días por la fiesta del Salvador del Mundo. Y esto tiene un gran impacto en la piedad popular. La gente tiene en cualquier parte del país, la imagen del Salvador del mundo, en su corazón. Y esto hoy lo hacemos mirando la realidad de nuestro país y del mundo. La Transfiguración tiene dos sentidos para nosotros, la personal y la social. Nos preguntamos: ¿Cómo estoy yo? ¿cómo está Cristo vivo en mi corazón? ¿y cómo está la realidad que me rodea? Cada año se hacen una serie de reflexiones concretas, en qué punto necesito transformarme, transfigurarse. Por tanto, es una fiesta que nos obliga a un examen de conciencia que tenga un propósito de cambiar las cosas que deben cambiar, para que sean más acordes al nombre que llevamos, el de Cristo transfigurado.
Cómo se vive la centralidad de la figura de Jesús
Ante la pregunta sobre cómo vive la centralidad de la figura de Jesús el pueblo salvadoreño, el purpurado nos dijo que la cultura ha cambiado mucho, la gente que cree es menos o es menos consciente, es menos coherente con su fe. El mundo ha ido dejando a un lado las cosas de la fe, asevera el purpurado, en El Salvador la gente vive como si Dios no existiera, aunque sea bautizada.
“Desde esa realidad hay también más opciones religiosas, antes los católicos éramos una religión monolítica, ahora hay distintas opciones y la gente que está menos formada, busca la opción más cómoda, para tranquilizar a su conciencia o más consuelo a sus dificultades”.
No obstante, el cardenal Chávez señaló que el alma del pueblo es un alma cristiana, y es importante destacarlo, somos un pueblo con alma cristiana, desde que llegó Colón en 1492 e instaló la primera cruz en el Nuevo Mundo, Cristo presente entre nosotros. Y llegó a El Salvador, Don Pedro de Alvarado, que fundó la ciudad capital en 1525, y la llamó San Salvador, en el día de la Transfiguración. Esa fecha nos une cada año como país.
“Hay una imagen del Papa Juan Pablo II que quiero destacar, hubo un año, en que el Papa cada domingo meditaba desde un país distinto, sobre una imagen o devoción típica de ese país, cuando tocó el Salvador, tomó como modelo, como inspiración, una estatua del Salvador del mundo que está en la parte poniente de la ciudad capital. Ese monumento se hizo cuando cumplimos 100 años como Iglesia particular. Fuimos fundados como Iglesia particular en 1842 y en 1942 se celebró el aniversario con un Congreso Eucarístico Nacional y el monumento se inauguró. El Papa uso esa imagen para su reflexión. Cristo desde este lugar, bendice a toda la América Latina”.
Al respecto el purpurado recordó entonces, la tarea de los salvadoreños, como pueblo de ser coherentes, con el nombre que llevamos, para que el mundo también tenga esperanza, en este Cristo que es el único salvador del mundo.
¿Cómo interpreta la actualidad socio-política en El Salvador?
Es una pregunta difícil en este momento. Porque estamos en un momento de terremoto político podemos decir, cuando vivimos el terremoto en 1986 estábamos en plena guerra, y el arzobispo Rivera Damas usó una imagen muy bonita, dijo: “hay dos terremotos, el de la naturaleza y el creado por los hombres”. Se refería a la guerra y en ese marco, él tuvo una imagen muy bonita, que cada domingo celebramos la misa dominical, desde un lugar que había sufrido el terremoto. Con dos vigas de madera de una casa que fue destruida que serían como cruz, símbolo de un país que tiene, una esperanza en Cristo. Hay que dar a la gente esperanza ante una tragedia tan grande como la guerra y el terremoto. Algo parecido pasa hoy día, tenemos el terremoto de la pandemia. Qué tantos, dolores está causando en el mundo y también entre nosotros. Y cómo duele ver a la gente cada día verla angustiada, o entubada como decimos acá. Atado a una máquina con montón de cables. Y muchas veces también en un cementerio enterrada siguiendo un protocolo. Y no poder estar nadie cerca del difunto. Y el otro terremoto es uno político, el país está con una gran convulsión política en este momento, una crisis política muy grave porque no tenemos en este momento un Estado de Derecho que funcione, no tenemos independencia de poderes, no tengo una figura política en quien confiar, no tenemos una ley que tengamos que respetar, hay un temor muy grande que no haya ley ni orden, por tanto no hay justicia verdadera.
El purpurado afirmó que tampoco hay una tolerancia con quien piensa diferente, entonces hay mucho temor, mucha ansiedad, mucha incertidumbre, mucha preocupación. Esto en cuanto al pueblo. En cambio, hay otro sector que dice estar contento porque les parece que por fin se puso orden y se desveló el verdadero camino de este gobierno que está gobernando actualmente.
El cardenal señaló que hay una preocupación por el futuro, hacia dónde va El Salvador, se pregunta la gente “pensante”, hay una fecha clave, el día 15 de septiembre de este año, cuando celebramos el Bicentenario de nuestra Independencia, allí escucharemos del presidente, cuál es su proyecto de país, adónde cree que debemos caminar, y así entonces caminaremos en base a las coordenadas que por ahora no tenemos. En este momento no funcionan las instituciones democráticas, no hay una separación de poderes y la cultura democrática. Esto debe cambiar, y rezaremos en esta fiesta en favor del mundo y del país para que encontremos los caminos que nos lleven a una auténtica reconciliación.
“Hay un texto de un historiador que recuerda cómo eran los tiempos después de la independencia dice: ‘Cuando el papa decidió erigir una diócesis en San Salvador en 1842, de acuerdo a los cánones del derecho canónico, las personas que gobernaban en El Salvador estaban profundamente marcadas por una ideología liberal radical, de corte anticlerical y pusieron toda clase de trabas, para obstaculizar el libre desempeño de la acción pastoral de la Iglesia del Salvador’. En tiempos recientes, las tensiones con el Estado fueron tan graves que llevaron a la muerte martirial de Monseñor Romero. Veamos qué pasa en estos tiempos aunque hayan dificultades, aunque haya persecución, aunque haya opresión, la tarea de la Iglesia es estar con la gente. Caminando con el pueblo para hacer juntos un camino que lleve a la plena transfiguración de Jesucristo. Que esto ayude en nuestras vidas y en nuestra patria».