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ROY BOURGEOIS , EL SALVADOR Y LA ESCUELA DE LAS AMÉRICAS

Dr. Humberto Párraga Chirveches*

Cuando el joven misionero de la Orden de Maryknoll, llamado Roy Bourgeois, llegó al lugar de su destinación en Bolivia, recordó que, de inicio, su preferencia personal había sido ir a Venezuela, pero había transigido fácilmente porque, después de todo, su misión era servir a los menesterosos en “algún lugar” de Latinoamérica.  Además, eso de Venezuela le recordaba mucho de su adolescencia, cuando solía fantasear con hacer una fortuna yendo a trabajar para una compañía petrolera. Le recordaba, también que, en ese entonces, él estaba dedicado al futbol americano y tenía como enamorada a una porrista atlética y muy bonita, que le había hecho pensar levemente, en casarse e ir a trabajar en una de las compañías de caña de azúcar, cercanas a Lutcher, su pueblo natal, en el estado de Luisiana, EE.UU.

Bourgeois estudió Geología en la Universidad de Luisiana. Su subsecuente alistamiento en la fuerza naval tuvo algo que ver con la amistad de un entrenador retirado que había servido en la marina. El desempeño de Bourgeois en la guerra de Vietnam, su inesperado encuentro y su admiración por la labor del jesuita canadiense Lucien Olivier –un pacifista protector de los huérfanos de guerra – lo  empujaron a cambiar el rumbo de su destino.

Bourgeois fue el primero de su pueblito, en regresar de la guerra con la conde-coración del Corazón Púrpura para luego ingresar a la Orden de Maryknoll. Durante su segundo año de estudios en el seminario, retornó a Vietnam para completar una pasantía bajo la supervisión del padre Olivier, revisitando de este modo la situación de los huérfanos que ya lo conocían. Esta experiencia apuntaló su elección vocacional.

Bourgeois se graduó de la Orden el 27 de mayo de 1972 y empezó su prepa- ración para ir a Bolivia, en agosto del mismo año. Después de arribar al país y durante varios meses de ambientación, hizo trabajo voluntario en un hospital y un orfelinato, dándose cuenta, gradualmente, de la brutalidad con que la dictadura   reprimía a los estudiantes y trabajadores en el decurso de las manifestaciones de protesta. Descubrió asimismo que esa brutalidad era el producto del entrenamiento impartido a los soldados y oficiales de los diferentes ejércitos latinoamericanos en  la Escuela de las Américas (EDA), un programa auspiciado por el Pentágono para controlar la insurgencia comunista  con los pelotones bien armados de la  contrainsurgencia  militar. Y que tal entrenamiento incluía el arresto, la tortura y, muchas veces, la desaparición y el asesinato de los insurgentes.

Durante una conversación, Bourgeois me confirmó que su enojo había llegado al límite, con la entrega publicitada de dos helicópteros donados por el Pentágono al ejército boliviano, ya que éstos eran similares a los que vio en Vietnam.  Entonces había escrito su primera carta al New York Times, publicada el 18 de febrero de 1973. (Debido al tiempo transcurrido, le sugerí parafrasear el contenido de esa carta). Bourgeois, con un tono de indignación remanente, repitió: “Soy un sacerdote católico de EE.UU.  sirviendo a los sectores menesterosos  en Bolivia  y recién descubro que mi país, está dando millones de dólares en  ayuda económica  a los militares y, al mismo tiempo, dándoles  entrenamiento para  reprimir  con mano dura los reclamos de los sectores oprimidos Este hecho  debe considerarse,  primero, como un robo del dinero que  los ciudadanos estadounidenses pagan en  impuestos para prestar ayuda a los  menesterosos y, segundo, como una afrenta a la pureza de esa intención, porque esa ayuda está siendo utilizada  para  promover la opresión de estudiantes y obreros”.

Después de ese incidente Bourgeois continuó por 5 años su labor en favor de los menesterosos del barrio de Villa Carmen en la Paz. Había sido designado, simultáneamente, capellán de los presos del Panóptico, donde se interiorizó aún más de la agresiva participación de la CIA en la enseñanza de cuestionables métodos de interrogación. Alertó a sus superiores de Maryknoll de los acontecimientos, participó frontalmente en reuniones comunitarias y universitarias, hasta que fue detenido al salir de una de estas reuniones, y consecuentemente expulsado del país por la dictadura del general Banzer.

Bourgeois reiteró que, después de su expulsión de Bolivia, sintió que había perdido su rumbo. Viajó personalmente a Washington, DC y en su indignación desesperada, devolvió su medalla del Corazón Púrpura al Pentágono con una nota descriptiva de los vergonzantes quehaceres de la EDA.

(Entre paréntesis, debo aclarar que, a pesar de la transparencia de sus  acciones, yo me había preguntado, varias  veces, al aprender su historia, el porqué  de la desconcertante intensidad de sus reacciones.  Preguntas que me acercaron a los inciertos linderos de su genealogía. Quizás al criterio unánime de sus padres, católicos devotos y estrictos. Quizás al tumultuoso quehacer de sus antepasados, descendientes de exiliados canadienses franceses que, en el siglo XVIII se asentaron en el centro y sudeste de Luisiana bajo el nominativo grupal de Cajuns).

En suma, después de su expulsión de Bolivia, Bourgeois trató de hallar un nuevo rumbo para sus ideales, trabajando con organizaciones de asistencia a los pobres en la ciudad de Chicago hasta que su atención se enfocó en una serie de asesinatos contemporáneos: El asesinato de su amigo, el jesuita Luis Espinal,  en La  Paz, el 21 de marzo de 1980 , en su calidad del director del semanario de la oposición “Aquí”, por esbirros de la dictadura. Tres días después, el 24 marzo, el asesinato del arzobispo Oscar Romero en la catedral de San Salvador –mientras celebraba misa– por un francotirador entrenado en la EDA. Asesinatos seguidos, meses después, por los de cuatro religiosas que habían ido a trabajar con los menesterosos de El Salvador, invitadas por monseñor Romero antes de su inmolación, en una lúgubre sucesión histórica que los hermanos salvadoreños  conocen o recuerdan todavía.

Por otra parte, los asesinatos de numerosos ciudadanos civiles en otros países latinoamericanos regidos por dictadores militares. Por ejemplo, en Bolivia, el asesinato brutal de Marcelo Quiroga Santa Cruz, un intelectual socialista, el 17 de julio de 1980. En la Argentina, los arrestos, torturas, desapariciones y asesinatos de ciudadanos civiles y estudiantes de colegios y universidades, durante la dictadura del general Galtieri; en  Uruguay durante las dictaduras de los  generales  Méndez  y  Álvarez ; en Paraguay  y Chile durante las dictaduras de los generales  Stroessner y  Pinochet respectivamente.

A Bourgeois se le unieron en su esfuerzo inicial, algunos excombatientes condecorados de la guerra de Vietnam, un sacerdote jesuita de Boston, 2 sacerdotes dominicanos, 2 salvadoreños y varios amigos, acampando frente a la entrada del Fuerte Benning, en un ayuno de 35 días, con agua solamente. Promovió manifestaciones en favor de la abolición de la ayuda económica y de los entrenamientos a militares salvadoreños. Este periodo marcó su travesía del silencio a la solidaridad que culminó con su decisión de rentar un pequeño apartamento, no lejos de la entrada al Fuerte, desde donde se podía leer un letrero que rezaba: “Bienvenido a Fuerte Benning”.

En los 30 años subsecuentes, Bourgeois se convirtió en el enemigo más implacable de la EDA, a la que él llamó la Escuela de “los asesinos, de los dictadores y golpistas”.  Continuó sus protestas contra los abusos perpetrados en El Salvador durante las   tres juntas militares entre los años 1979-1982 y las gestiones subsiguientes. Su deseo de confrontación se hizo irreprimible; cuando en agosto de 1983, aproximadamente   525 soldados salvadoreños, llegaron al Fuerte para recibir entrenamiento. Él y dos de sus camaradas de Vietnam penetraron el Fuerte simulando ser oficiales de alto rango. En un árbol cercano a las barracas de los soldados salvadoreños ocultaron un fonógrafo y dos altoparlantes. Luego, cerca de la media- noche, dejaron que las palabras del último sermón del arzobispo Romero inundaran la noche, causando gran alarma.

Por esta transgresión y otras, estuvo encarcelado por un total de casi 4 años. Escribió cartas al New York Times y Washington Post, aun desde la cárcel. El 16 de noviembre de 1989, seis jesuitas, profesores de la Universidad “José Simeón Cañas” de San Salvador que, habían protestado contra la brutalidad militar, fueron asesinados. Mas tarde, un comité del Congreso de EE.UU. investigó y concluyó que los asesinos habían sido miembros de un Batallón entrenado en la EDA.  En 1990, Bourgeois fundó el Grupo de Vigilancia de las Actividades de la EDA (SOA Watch, siglas en inglés). En abril de 1991 –como algunos quizás aun lo recuerden–            desapareció por 10 días, cuando acompañaba en su calidad de intérprete, a los miembros de una estación de televisión de Chicago, para hacer reportajes desde El Salvador. Presumiblemente raptado, reapareció ileso en la embajada americana en San Salvador. En 1998, Bourgeois testificó en una Corte de España, en favor de la extradición de Pinochet a Chile”.

Siguieron los documentales narrados, que tuvieron éxito en la promoción de cambios estructurales en la EDA, empezando con el cambio de nombre. En enero 2001 la EDA se convirtió en el Instituto del hemisferio occidental para la Cooperación en Materia de Seguridad (WHINSEC, siglas en inglés). Gracias al aumento del sentimiento negativo hacia la EDA, en la opinión pública estadounidense, Bourgeois instauró marchas multitudinarias, en la puerta del Fuerte – cada noviembre, el fin de semana anterior al Día de Acción de Gracias – en conmemoración del asesinato de los seis profesores jesuitas   Hubo años en que las multitudes, de cerca   de veinte mil visitantes, invadían los hoteles, restaurantes y calles de Columbus, la ciudad donde Fuerte Benning está ubicado.  Llegaba gente de todas las edades, estratos sociales, religiosos y culturales; excombatientes, sindicalistas, monjas y curas, estudiantes de secundaria y universitarios, activistas y pacifistas, para exigir el cierre de la EDA.

Irónicamente, con el correr de los años, mientras el nombre de Bourgeois ganaba familiaridad en EE.UU. –al punto de ser postulado para el premio Nobel de Paz, después de haber recibido el Premio Gandhi de Paz y  el premio Thomas Merton – se hizo gradualmente desconocido en Latinoamérica y hasta se diría, olvidado, en El Salvador y Bolivia. A pesar de que él, con su acostumbrada meticulosidad, había tomado la iniciativa   de encabezar, hace unos años, una reducida delegación para concientizar a los gobernantes latinoamericanos más receptivos, acerca de las aberraciones de la EDA que supuestamente entrenó –desde 1946 hasta 2012– aproximadamente 64.000 soldados de 18 ejércitos de países latinoamericanos. La EDA había empezado su función en Panamá, pero más tarde, por petición del presidente panameño interino, Jorge Illueca, tuvo que trasladarse a Fuerte Benning.

Históricamente, uno de los factores que contribuyeron al incremento de la participación de la EDA, fue la llegada al poder de Fidel castro en 1959. con el aprecio de las juventudes latinoamericanas y de otros países, incluyendo EE.UU.  Él fue inicialmente visto como un joven intelectual, exclusivamente enfocado en derrocar al dictador Fulgencio Baptista, para restaurar la democracia en Cuba.

Sin embargo, después de un periodo de ambigüedad, Castro se declaró   comunista, marxista y leninista.  provocando la Crisis de los Misiles durante el mandato de John F. Kennedy, en 1961. Castro –después de dos  intentos de derrocamiento por exiliados cubanos, asesorados por la CIA–  había autorizado  que  la Unión Soviética  construya una instalación de lanzamiento de misiles en Cuba,  y aunque esta grave situación fue resuelta diplomáticamente, dejó la imagen del comunista militarizado, perpetuada por el asesinato  del presidente Kennedy en 1963, así reforzando la supuesta necesidad de controlar la insurgencia comunista, en todos los países, con  una bien entrenada contrainsurgencia militar.  De este modo la EDA, empezó a sugerir, textualmente, la detección del comunista adoctrinado que– protegido por el anonimato– se mantenía escondido en el seno de  las colectividades estudiantiles y obreras. Los pormenores de cómo textos de enseñanza sobre métodos de tortura fueron escritos, se remontan evidentemente al rol de los consejeros militares y de la CIA durante la guerra de Vietnam, que elaboraron planes o programas –como el programa Phoenix, usado en Vietnam del Sud– con el propósito de identificar y destruir al Viet Cong. Existe pues la posibilidad de que algunas partes de ese programa, referentes a la tortura, fueron incluidas en el programa de la EDA.

Inexorable y silente el tiempo pasó. Así pasó la indignación popular contra la EDA. El misionero, el amigo, también envejeció después de 40 años de vida monástica. Pero a pesar de los cambios, una escena persiste. En un pequeño apartamento rentado, casi al frente de Fuerte Benning, continúa Roy Bourgeois, a la edad de 85 años, –con la mirada cansada, pero el corazón joven– su acendrada labor de vigilar constantemente. (Al presente, excomulgado, debido a su firme adhesión al credo de igualdad de género en la Iglesia católica).

* Escritor, Ensayista, radicado en EE.UU. por 48 años.

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