Por: Iván Escobar
Colaborador
“Nos tenemos que salvar en racimo, en mazorca, en matata, o sea, en comunidad”, ese fue un llamado constante del padre Rutilio Grande a su feligresía mientras fue párroco en el municipio de Aguilares, al norte de la capital. El religioso fue asesinado por los escuadrones de la muerte incrustados en la extinta Guardia Nacional, el 12 de mayo de 1977, con él iban Manuel Solórzano, Nelson Rutilio Lemus, en ruta al vecino municipio de El Paisnal, quienes también murieron.
Este fin semana, específicamente este sábado 22 de enero, la iglesia Católica, beatificará – 45 años después del múltiple crimen – al padre Rutilio, junto a sus dos acompañantes que fueron asesinados ese mismo día, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio. También la iglesia eleva con esta gracia, al padre Cosme Spessotto Zamuner, otro mártir de la iglesia católica, asesinado el 14 de junio de 1980, por los cuerpos de seguridad.
Sí, los mártires han sido una constante en la lucha popular salvadoreña, acompañaron al pueblo, y desde las comunidades de base, parroquias, círculos de oración en los años previos a la guerra y durante la misma, fueron orientadores de la gente, y testigos del sufrimiento de las familias más pobres en El Salvador, pero ello también los llevó a dar la vida, al ser considerados por la dictadura, y los cuerpos represivos de la época como “enemigos”, incluso, fueron acusados de fomentar el comunismo en la nación centroamericana.
El padre Rutilio fue un hombre íntegro, entregado directamente a sus quehaceres religiosos, y muy comprometido con las comunidades, con la gente, a la cual constantemente orientaba y les enfatizaba la necesidad de estar unidos frente a los problemas que se venían acrecentando en aquella época.“Muchos prefieren un Cristo mudo y sin boca para pasearlo por andas por la calle. Un Cristo con bozal, fabricado a nuestro antojo y según nuestros mezquinos intereses”, eran algunos de los mensajes directos que enviaba el sacerdote jesuita, y que forman parte del “pequeño evangelio de Rutilio Grande”, registrado por la UCA, como documento de estudio y análisis permanente de su palabra, también lo menciona este evangelio el padre Salvador Carranza, en su libro “Romero-Rutilio, vidas encontradas”.
Rutilio es una voz refrescante para este pueblo
“En estos tiempos de retroceso democrático saber de la canonización de Rutilio Grande es una brisa fresca para los que creemos que la verdad y justicia siempre prevalecerán”, es la opinión de Celia Medrano, periodista y especialista salvadoreña en temas de derechos humanos, y quien se suma a las expresiones de alegría por la gratitud concedida a uno de los mártires nacionales.
Medrano valora con optimismo la decisión de la iglesia, que viene a reafirmar el cariño y amor que le tiene todo un pueblo al padre Rutilio, al igual que sucedió con Mons. Oscar Arnulfo Romero, que antes que la iglesia lo elevara a santo, su pueblo ya le había reconocido su voz profética.
“Alivia que un hombre de paz y verdad como el Cardenal Rosa Chávez es quien precede el evento, una de las pocas voces que desde la jerarquía de la iglesia católica advierte con claridad los graves hechos contra la democracia y violaciones a derechos humanos que vivimos actualmente, un contexto muy parecido al que generó las condiciones en que se dio el asesinato del Padre Grande”, comparó respecto a los retrocesos democráticos que el país enfrenta en los últimos años, con la actual administración gubernamental.
Y es que la voz profética de los mártires cada día, afirman muchos, deja en claro que el país está recorriendo, o mejor dicho algunos sectores de poder en el Estado, en el gobierno están llevando al país por una vía que pone en riesgo las conquistas y derechos alcanzados con mucho sacrificio. Por ello, quienes conocieron su trabajo pastoral, consideran que llegar a este acontecimiento en pleno siglo XXI, es una briza fresca, que alienta a continuar.
La historia del padre “Tilo”
El padre Rutilio Grande o “Tilo” como era conocido en su comunidad, nació en El Paisnal, el 5 de julio de 1928, “cuando El Salvador atravesaba una de sus más profundas y determinantes crisis sociales y políticas”, se valora en el libro “Historia de una esperanza, vida de Rutilio Grande”, escrito en 1987, por el padre jesuita Rodolfo Cardenal, en referencia a la crisis que se avecinaba, y que en 1932 llevaría al país a enfrentar la mayor masacre indígena y campesina de los últimos tiempos, y el inicio de la dictadura militar.
“Contar la historia de Rutilio Grande es contar parte de la historia del pueblo salvadoreño. Es recordar parte de la memoria histórica de El Salvador”, quedó consignado en este libro.
Un documento valioso, y que nos revela la vida de un mártir y sobre todo su compromiso y dedicación en su labor pastoral. “El asesinato de Rutilio Grande y sus dos acompañantes, el 12 de mayo de 1977, no fue más que el comienzo de un largo y empinado calvario cuyo primer ciclo cerró con la toma y ocupación de la ciudad de Aguilares el 19 de mayo de 1977”, recuerda el autor del libro, en su introducción.
Además, destaca la vida de Rutilio, un hombre originario de El Paisnal, que nació el 5 de julio de 1928 se ganó el odio de las fuerzas ciegas y vengativas. “La fuerza armada y la oligarquía vieron en Aguilares subversión campesina y comunista”, dice Cardenal, por ello, se persiguió, se amenazó y posteriormente se asesinó a su principal pastor.
Este fin de semana, miles de salvadoreños, comunidades y pobladores locales del norte del país, así como feligreses en general, verán la beatificación de cuatro mártires, cuatro hombres, dos de ellos, sacerdotes que desde su visión pastoral dieron vida a la palabra de Dios, y siguieron el ejemplo de Jesús, de Monseñor Romero.
El acto está programado a desarrollarse al pie del monumento al Divino Salvador del Mundo, en esta capital.
Recordar que el primer santo aceptado por la iglesia católica, fue Mons. Romero, el 13 de octubre de 2018. El obispo mártir, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, también por escuadrones de la muerte, quienes le amenazaron y dieron muerte, por considerarlo una voz incómoda para las autoridades de turno.
La muerte del padre Rutilio, fue un golpe fuerte para Monseñor Romero, Arzobispo de la Diócesis de Sa Salvador, quien ya venía enfrentando la persecución de sacerdotes y laicos, en aquellos tiempos, y que detonó en un duro golpe para la iglesia católica, un impacto en el pueblo salvadoreño y la comunidad internacional.