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-Ponencia ofrecida en Casa del Escritor y Museo Salarrué, en el marco del V Encuentro Literario de San Salvador, 10 de diciembre de 2023.
En este breve análisis de la poética de nuestro gran narrador nacional Salarrué (Salvador Salazar Arrué, 1899-1975) entenderemos por poética la propensión y construcción de un mundo temático, estilístico, psicológico, ideológico, que se expresa, en este caso, mediante un código literario, narrativo, específico.
Esta es una poética del asombro y de la proximidad. El mundo de Salarrué se maravilla, se deja impresionar ante la cotidiana, próxima y desbordante novedad del mundo natural (físico, vegetal, marino, animal) y humano.
Este mundo no es ajeno al escritor, es próximo. Está ahí, como en su obra “Mundo nomasito”, cercano.
Veamos: “Este es el mundo –nomasito…;/ tierra de desiertos caminos/ y niños cantureros/ que juegan con piedritas/ y semillas, por los matorrales;/ tierra de las lluvias lejanas/ y los ranchos tranquilos. / No temas/ “Amarillo” /, “Canijo”, “Cujinicuil”, / como te llames, …si te llamas/”. (Poema “El chucho” de: “Mundo nomasito”).
La idea del “otro”, del personaje extraño, no existe; el otro soy yo, por la alquimia literaria que trasmuta una aparente realidad ajena, en mi realidad. Por ello el conjunto literario formado por “Mi respuesta a los patriotas” (1932), “Cuentos de Barro” (1933), “Trasmallo” (1954), “Cuentos de cipotes” (1961) y “Mundo nomasito” (1975) evidencia, dentro del corpus literario de Salarrué, esta poética del asombro y de la proximidad.
Existen cinco aspectos, que quisiéramos destacar con el propósito de fundamentar el título del presente texto.
En primer lugar, la concepción de la tierra, como raíz primordial, como madre, como dadora, como origen de la vida, donde toda la naturaleza manifiesta una unidad que confabula; donde después de las tormentas escabrosas llega el amanecer siempre pletórico de luz. En esta visión no hay patria en el concepto occidental, republicano, de índole política y económica, de signo explotador, traducido a despojo, a miseria. Hay Cuscatlán, el nombre prehispánico (náhuat) del territorio occidental y central que en la actualidad ocupa el país, y que según los entendidos significa: “lugar de cosas preciosas”.
Esta adhesión raigal y poética a Cuscatlán se encuentra muy clara en la famosa carta que Salarrué publica en el periódico Patria, en la antesala de los hechos de 1932. Referimos un fragmento: “Yo el iluso no tengo patria, no tengo patria, pero tengo terruño (de tierra, cosa palpable). No tengo El Salvador (catorce secciones en un trozo de papel satinado); tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación (cosa vaga). Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de la Constitución, yo canto a la tierra y a la raza: La tierra que se esponja y fructifica, la raza de soñadores creadores que sin discutir labran el suelo, modelan la tinaja, tejen el perraje y abren el camino. Raza de artistas como yo, artista quiere decir hacedor, creador, modelador de formas (cosa práctica) y también comprendedor. La mayor parte de vosotros se dedica en su patriotismo a pelearse por si tienen o no derecho, por si es o no constitucional, por si será fulano o zutano, por si conviene un ismo u otro a la prosperidad de la nación. La prosperidad es para vosotros el tenerlo todo, menos la tierra en su sentido maternal”. (“Mi respuesta a los patriotas”,1932).
En segundo lugar, el campesino, el indígena fundido, confundido, con todo el escenario natural y agrario. Éste es el preámbulo, que ambienta y domina, a lo largo de esta narrativa. Para muestra: “José Pashaca era un cuerpo tirado en un cuero; el cuero era un cuero tirado en un rancho; el rancho era un rancho tirado en una ladera” (“La Botija” de: Cuentos de barro); o este otro ejemplo: “La Santos voltió a ver y siguió su camino. Iba, humilde y shuca en la frescura dorada de la tarde, dejando pintada en el barro la flor de su patita. El río venía hediondo y colorado y su ruidal llenaba la barranca, haciéndola más oscura. Humilde y shuca, bajó de piedra en piedra, sujetando con mano temblorosa la tinaja, sobre la cabeza canche”. (“La repunta” de: Cuentos de barro).
Otro ejemplo lo encontramos en el excelente testimonio literario de los sangrientos hechos de 1932: “Un yagual de cerros y al fondo los maizales de fresco y amarejado verdor. Más abajo, la charca circular y más abajo aún la tarde oro y rosa, sin sol, desteñida, cogida, caída en el fondo de aquel verdor oscuro, pudorosa y friolenta en su desnudez de durazno. Venía la brisa despeinando la milpa con sus manos de expulgadora, con ágiles dedos buscando el piojo de la piedra; apartando las madejas sonoras sin encontrarla. El cielo era una sola nube de vidrio. En el silencio de playa, los sapos atrincherados entre el camalote de las márgenes, disparaban sus ametralladoras de tristeza. Cuando paraban se oían caer aquí y allá en el agua las piedrecitas de las ranas con su dulce “chuy…chuy” haciendo círculos concéntricos de nácar que se perdían en la orilla y se continuaban en el alma. Solo, cortando esbelto la verde ricura del tunalmil, irrumpía el tronco de cobre de un jiote. Las sombras de la noche venían por varios rumbos acorralando otros rumores lejanos. Eran (entre balidos lúgubres) el croar de los sapos de hierro, las ametralladoras intermitentes. En el campo había guerra pues eran los días rociados de cenizas del gran alzamiento de los Izalcos. Los indios se doblaban cortados por la hoja acerada, como gavillas de arroz o como milpas secas. La guardia abatía inmisericorde los cantones y escondrijos montañeros”. (“El Espantajo” de: Trasmallo).
En tercer lugar, de nuevo, los protagonistas principales (campesinos, indígenas, niños, mujeres), víctimas de la pobreza y de la exclusión histórica, como en la pieza narrativa donde ha llegado el circo al poblado, y el espectáculo deja por fuera a los niños pobres, a los cipotes: “En aquel pueblo de niños, sólo los cipotes se bían quedado ajuera. Ispiaban por onde podían, sabiéndose algunos hasta las puntas de los cercanos jocotes, contentándose con ver el bailoteo de uno quiotro trapo de color, o el relámpago misterioso de las lentejuelas en las mecidas de los trapecios. Los niños ajuera, los grandes adentro… El circo era como la felicidá, que se la cogen aquellos que menos la quieren”. (“El circo” de: Cuentos de Barro).
O la injusticia, la inhumanidad, la discriminación en el reparto de juguetes a los niños: “La Ulalia seguía aculada, siempre al tanteyo de coger puesto. Por fin, llegó hasta la barriga negra del cura. Sonaban trompetas; sonaban chinchines; sonaban tumblimbes. –¿Y vos ¿Vos no sos del pueblo, verdá? –No, padre-cura; soy del valle…- ¿Hum, hum!… ¿Tus cipotes nuán venido a la doctrina, verdá? -No Siñor: tamos lejos… – ¡Hum, hum!… Para vos nuay; para vos nuay… ¿Entendiste? Para vos nuay…. Pase lotra, pase, pase…”. (“Noche Buena” de: Cuentos de barro).
En cuarto lugar, las grandes temáticas de la violencia, la sexualidad, el amor, el sufrimiento, el odio, la bondad, se hacen presentes en esta prosa poética de cuadros narrativos breves de apretada sintaxis metafórica.
Así en “Semos malos” (Cuentos de barro) se expresa la violencia mortal sufrida por Goyo y su hijo, asaltados y asesinados por ladrones en las montañas hondureñas: “Los bandidos rieron, como niños de un planeta extraño. Tenían los blanquiyos manchados de algo que parecía lodo, y era sangre. En la barranca cercana, Goyo y su cipote huían a pedazos en los picos de los zopes; los armadillos habíanles ampliado las heridas. En una masa de arena, sangre, ropa y silencio, las ilusiones arrastradas desde tan lejos, quedaban abonadas tal vez para un sauce, tal vez para un pino…”.
Pero también se manifiesta el propio dolor del victimario, su arrepentimiento, frente a la sangre inocente de sus víctimas.
Salarrué rescata la compleja humanidad del asesino, del delincuente, y le restituye -contra toda la lógica espartana- los sentimientos: “Cuando paró el fonógrafo, los cuatro asesinos se miraron. Suspiraron… Uno de ellos se echó llorando en la manga. El otro se mordió los labios. El más viejo miró al suelo barrioso, donde su sombra le servía de asiento, y dijo después de pensarlo muy duro: – Semos malos. Y lloraron los ladrones de cosas y de vidas, como niños de un planeta extraño”.
Y finalmente, los pobres, en este conjunto literario aludido, no son personajes pasivos, estáticos, rígidos y decorativos. No son estampa folklórica, no son turismo de vacías luces. No, Salarrué los modela del barro primigenio, humano; nos muestra la dignidad de su dolor, de su pobreza; de su alma forjada entre la frustración, la marginación y la represión. Pero también reivindica sus sueños, sus esperanzas, su humor en medio de la adversidad. Son, en definitiva, seres en tensión.
Veamos algunas muestras: “Pusiesque Malí Pulí llegó a un riyo colochito y chuco y dijo: “¡Yo me baño, unque seya!” y se quitó el calzón con tirantes y la tamaña nalga se le miró toda desnuda y ¡zaz! se sentó en un colchoncito diagua como hamaquita que hacía “¡rufra, rufra!” se echó guacaladas diagua con las dos manos, y haciendo así con la boca y eneso llegó un pulicía secreto y le dijo: “¿Por qué testás bañando allí, muchachito?” y Malí Pulí le dijo: “Porqués agua”. Y el cuilio le dijo: “¿No sabés qués prohibido?” Y Malí Pulí le dijo: “Comonó, prohibido es un letrero que ponen las gentes bravas cuando no tienen chuchos”. Y el pulicía le dijo: “¡Dejáte de tonteras y salí diay que si no te encumbro!” Entonce Malí Pulí jue saliendo con todi nalgatorio y sin secarse se puso el julón y salió a la carrera poniédose los tirantes y gritando paratrás: “¡Cuilio secreto, care chancleto, que no mialcanza porque tiene tamaña panza; juio,juio,juio!” y siacabuche”. (“El cuento de Malí Pulí y el cuilio que no se luencumbró” de: Cuentos de cipotes).
En el texto anterior se plantea, aunque de forma aparentemente jocosa, la relación disímil, desproporcionada e irracional entre el adulto que somete, “el pulicía secreto” como símbolo de la “autoridad”; y el niño-pueblo como símbolo del sometido, donde el ingenio y frases chispeantes de éste, desafían el orden y tono amenazador, de quien prohíbe el uso de un espacio natural que se ha vuelto privado, y del cual, “el cuilio” actúa como un garante del estado de cosas.
De igual manera, en el dramático texto que refiere la historia del hombre traicionado por su difunta mujer, quien, en el pasado, se había entregado a un tercero, quedando embarazada y dando a luz a una criatura, cuya paternidad es embutida al marido. Una historia que el marido ignora. Ya en el lecho de moribundo el amante confiesa su falta al marido, le solicita su perdón y le afirma su paternidad sobre el niño, falleciendo en el acto. El marido en un arranque de furia le hunde un puñal al cadáver, ante el asombro de los presentes. Y luego repudia al niño, abandonándolo, para luego, arrepentirse e ir en su amoroso rescate.
Leamos un fragmento de esta magistral pieza: “Sobre la cama descansaba ya muerto el morigundo. Le habían cerrado los ojos con los dedos, y la boca con un pañuelo azul. Alrededor de la cama empezaron las mujeres a verter rezos y lágrimas. Con ojos como botones, los hombres le miraban la boca traslapada. Naide supo exactamente lo que allí pasó: un gritar destemplado, un empujar, un “¡Jesús, Jesús!”, un crujir de cama, un puñal de cruz ensartado hasta el cacho en el corazón del muerto. El muerto bía sido asesinado. Dijeron que Pedrón se había trasjuiciado. El Comisionado no lo arrestó: en primer lugar, porque el muerto yastaba dijunto cuando el asesinato; y en segundo, porque el autor del sacrilegio taba loco”. (“Hasta el cacho” de: Cuentos de barro).
Concluyendo, uno de los grandes aportes de Salarrué, fue elevar a los pobres desde su realidad histórica de dolorosa tierra fecunda, al portentoso mar de la utopía, al cielo de los Cáceres Madrid, los Mejía Vides, los Lecha, los Canjura, los Ortiz Villacorta, engrandeciéndolos como lo mejor de ese Cuscatlán que tanto amó.
Agradecido con la Casa del Escritor y Museo Salarrué, con su director, el poeta y gran promotor cultural, Alberto López Serrano, con ustedes, asistentes y lectores; y, una invitación para que continuemos conociendo la obra de uno de nuestros más valiosos clásicos de la literatura nacional.
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