Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
Iniciamos el mes de la Patria, y que aleccionador es ir a la fuente nutricia del pensamiento masferreriano, en el marco del 86º aniversario de la transición de don Alberto Masferrer, y del 197º de nuestra independencia.
Esta es la Patria a la que Masferrer se refería en el primer editorial del diario que fundó con ese sonoro nombre: “Patria”, el 27 de abril de 1928.
Líneas de gran vigencia y reflexión: “… la mayor desventura que puede acontecerle a la patria, es que un niño salvadoreño muera de inanición, o crezca sin escuela, o no aprenda oficio; es que un peón o un obrero salvadoreño se envenene semanalmente con alcohol, y falte cada lunes a su trabajo por causa de ese envenenamiento; es que una muchacha salvadoreña, por falta de previsión social se prostituya y viva de su vergüenza, cuando podría muy bien vivir de su trabajo; es que los tribunales pervertidos le nieguen o le bastardeen la justicia a quien la reclama justamente; es que un estudiante que debería hacer una carrera bien hecha, con estricta moral y ciencia bastante, salga con una caricatura de profesión, farsante o corrompido, a causa de que sus maestros no supieron instruirle ni educarle; es que el empleado que aportó heroicamente algo de su pequeño salario y lo confió a un Banco o a una caja de ahorros para que se lo custodiara, se encuentre una mañana con la noticia de que los custodios le han robado, con la complicidad o la indiferencia de las autoridades, y que se consagran, de allí en adelante, a ser hombres honorables, ´puntuales de la sociedad´; es el dinero al 5%; el mesón asqueroso y estrecho; las ciudades sin agua; los maestros vendiendo sus recibos; los enfermos de los hospitales muriendo de hambre; las librerías importando obscenidades; los teatros y los cines representando porquerías; el labriego descalzo; la casa exorbitante; los caminos imposibles; los bancos transformados en montepíos, y los montepíos en ahorcaderos; es todo aquello que es y que no debería ser; todo aquello que adultera, empequeñece, defrauda, restringe, afea, entorpece y pervierte la vida, la vida de cada uno de nosotros, de cada salvadoreño que vive hoy, que sufre y trabaja, y que tiene perfecto derecho a vivir íntegramente, hasta donde lo permiten la tierra y la hora en que vive”.
Pocas cosas, muy pocas, han cambiado desde ese 1928, cuando las principales ciudades del país ostentaban hermosas edificaciones (que ahora son ruinas), mientras sus periferias hervían de mesones inmundos donde sólo reinaba la pobreza y el dolor.
Por otra parte, la corrupción, se ha acrecentado, de la forma más desvergonzada, infectando desde los que han ocupado la silla presidencial hasta el último ciudadano. Dineros que pudieron invertirse en escuelas, hospitales, seguridad, trabajo digno, fueron despilfarrados escandalosamente.
Hace falta transmutar este decepcionante karma social, en un karma de bienestar, de armonía, de auténtica civilización. Es hora de reencauzar los destinos nacionales. Es hora.