Rolando Alvarenga
Nunca antes, en las diez ediciones de los Juegos Centroamericanos, un contingente salvadoreño estuvo tan cuesta arriba y con tantas adversidades como el que participa en los XI Juegos que iniciaron el domingo en Managua. Una participación que, en el mejor de los epílogos, le significará terminar en la tercera casilla, pero sin descartar una caída al cuarto lugar. Es que más allá del gastado cuento del patriotismo, coraje, garra, amor, orgullo y otros ingredientes vende-humo, la delegación salvadoreña, cuyas aspiraciones de medallas doradas descansan en los experimentados, no fue preparada como Dios manda. La mayoría no tuvo fogueos de alto nivel y no salieron al extranjero para trabajar en bases o campamentos de preparación.
Una preparación que, como siempre, volvió a tener su piedra de tropiezo en el retraso de recursos erogados a tiempo, incluso, los estímulos económicos.
El Comité Olímpico de El Salvador (COES) tampoco se queda atrás, ya que siempre se hace pasar por pobre y no ayuda integralmente becando a los atletas más experimentados en el extranjero, aunque tengan el sello de favoritos para subir a lo más alto del podio. El pretexto es que la responsabilidad no es de ellos, pero ya en la Asamblea de ORDECA parecen diplomáticos de alto rango representando a campeones olímpicos y mundiales. ¿Y la delegación?, ¡Bien!, por tierra, ¡cual éxodo! Con respecto al nombramiento de Santa Tecla como sede de los Juegos Centroamericanos 2021, no tiró tan rápido las campanas al vuelo por la siguiente razón: ¿De dónde van a sacar 50 millones de dólares que podría costar esta organización, la cual a Nicaragua le costó más de cien millones de dólares en infraestructura y preparación? A partir de otras prioridades, no creo que ni este, ni otro Gobierno apruebe por arte de magia 50 millones para deporte y menos la empresa privada. ¡No creo! Esto no es deporte comunitario.