María Ester Chamorro
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Al analizar el proceso electoral salvadoreño que tuvo su primer momento este 2 de febrero, viagra diagnosis es notoria la ausencia de protagonismo femenino. Excepto por la participación destacada de la Primera Dama del país, y la aparición esporádica de algunas representantes de partidos políticos, no hubo una verdadera participación de la salvadoreña en cuanto a propuestas nacionales o acuerdos públicos con los candidatos a la Presidencia.
En los medios televisivos que han estado promoviendo debates para analizar los resultados de las votaciones recién pasadas, aparecen mensajes de televidentes reclamando la presencia femenina en los programas. ¿Qué pasó con el protagonismo de la mujer salvadoreña en esta campaña electoral?
Sería interesante conocer esta respuesta. ¿Será porque nos encontramos en un momento de crisis en cuanto a la seguridad ciudadana, y que este tema nos toca muy fuertemente por lo que significa de riesgos para nuestros hijos y familia en general?; ¿será que la crisis económica afecta la vida de la mujer de una forma tan directa que se agota?; ¿será que estos dos problemas que agobian a las familias salvadoreñas reclaman el protagonismo casi absoluto de la figura masculina? Los líderes de las maras son 100% masculinos, como lo son los altos mandos de las fuerzas represivas del estado. De alguna manera se ha perdido la mujer en este entramado nacional que percibimos a diario. 1992 marcó nuestro momento de reconciliación con los Acuerdos de Paz, que han sido ejemplo a nivel mundial, y cuyos momentos aparecen detallados en un sinnúmero de revistas y libros. Pero este proceso electoral recién ocurrido nos muestra una cultura salvadoreña todavía de mucha confrontación, todavía sin proyecto consensuado de nación. Nos hace falta trabajar desde los diferentes ámbitos de la vida nacional, salud, educación, medioambiente, transito, arte, etc., en proyectos de Cultura de Paz. Este concepto, creado por un sacerdote jesuita peruano a finales de la década del 80, de inmediato adoptado por la UNESCO, enriquecido en diferentes culturas, y aprobado por la ONU en 1999, adquiere un valor destacado en la construcción de la nueva sociedad salvadoreña. Se han iniciado algunos proyectos, pero hacen falta muchos más para tener una sociedad respetuosa de los derechos humanos de nuestras y nuestros compatriotas. Una sociedad solidaria es posible. Como mujer salvadoreña quiero comprometerme con este tema, y animar a otras en la búsqueda de espacios para promover una Cultura de Paz.