Guillermo Martínez
@DiarioCoLatino
El reloj marcaba las 10:00 am del sábado 6 de febrero. Después de 14 agotadoras horas de viaje desde El Salvador; solamente la ansiedad y el deseo por llegar a nuestro destino nos mantenía motivados: la cima del Volcán Tajumulco (Guatemala), viagra diagnosis situado a cuatro mil 220 metros sobre el nivel del mar (msnm), buy treatment convirtiéndose en el más alto de toda Centroamérica.
A medida avanzábamos en nuestro trayecto, viagra sale ed el cansancio se convirtió en emoción al observar en el horizonte la imponente imagen de la cumbre rocosa del Tajumulco. De inmediato, las fotos no se hicieron esperar y las preguntas sobre el clima y ruta comenzaron a esparcirse por el microbús.
Tras unos minutos, llegamos a un pequeño terreno en la aldea Tuichan, San Marcos, Guatemala; donde descargamos las mochilas, distribuimos bien el peso para hacer más confortable la travesía y los guías de C Tours, Carlos Chorro y Jonhy Solano, nos informaron que debíamos alimentarnos para iniciar el ascenso de siete horas hasta el lugar donde montaríamos el campamento.
Desde el punto de partida de la caminata, la vista era espectacular: al poniente, se observaba el volcán Tacaná (cuatro mil 92 msnm) compartido con el vecino México; y, frente a nosotros, el sobrecogedor Tajumulco.
Luego de alimentarnos, comenzó la travesía por una calle de tierra y escasa vegetación en la que el sol nos castigaba con fuerza, pero una leve brisa nos servía de anestesia para seguir nuestro camino; recorrido que, por cierto, era interrumpido en varios trayectos para poder apreciar el paisaje natural.
Tras varias horas de ardua caminata entre pinos y un ambiente más fresco, decidimos hacer un descanso en una planicie para almorzar. Lo más difícil estaba por venir y había que prepararse de la mejor manera. Durante la pausa, las preguntas: “¿cuánto falta?”; “¿arriba es igual que aquí?, entre otras inquietudes, no faltaron.
Digeridos los alimentos, reiniciamos la caminata entre enormes pinos que hacían más amena y fresca la caminata. A medida ascendíamos, la neblina nos envolvía más y el aire era cada vez más difícil de respirar. Miraba hacía arriba y las veredas frente a mí parecían interminables; pero estaba seguro de que cada paso nos acercaba más al lugar del campamento donde dormiríamos.
Sobre la copa de los pinos, las nubes se desplazaban aullando, como huyendo de una fiera invisible. El cuerpo se adormecían al contacto con el gélido viento en las alturas, que se habían convertido en un omnipresente e incómodo acompañante.
Pero si el clima complicaba el ascenso hasta el campamento, el último trayecto del camino lo puso más difícil por su inclinación, ya que cada paso exigía el máximo esfuerzo de cada uno y obligaba a no consumir demasiado aire.
El reloj marcó las 5:30 pm y ¡por fin llegamos al campamento!, situado en una planicie entre la parte más alta del Tajumulco y Cerro Concepción, reconocido como otra cima.
Levantamos nuestras carpas y cenamos. La noche pasó entre risas, anécdotas, fogatas y el frío intenso de la madrugada que llegó a tan baja temperatura que congeló parte del agua que portaba en mi “camelback”.
Domingo 7 de febrero. El reloj marcaba las 4:00 am y uno de los guías se acercó a mi tienda de campaña para informarme que era hora de la etapa más difícil del viaje: el ascenso a la cima del Tajumulco.
Sinceramente, no quería levantarme, la temperatura era muy baja y afuera de mi pequeño refugio el clima no era nada amistoso. Pero tuve que tomar fuerzas para abrigarme y unirme a la expedición.
Las columnas de luces blancas nos marcaban el camino; pero la falta de oxígeno a tres mil 800 msnm y el espeso frío (que traspasaba, incluso, los abrigos) nos advertía que la última parte del trayecto no sería fácil.
Luego de media hora de ascenso sobre roca y observando en el horizonte el rojizo amanecer, la columna de montañistas se detuvo ante un ascenso en la roca, el cual los deportistas comenzaron a escalar con ánimo a pesar del inclemente frío.
20 minutos después de la escalda, la expedición llegó al tramo final del recorrido: el último ascenso a la cima de Tajumulco, lo cual significaba dar el máximo esfuerzo, guiados por los primeros rayos del sol. Esas radiaciones solares sirvieron, por cierto, para energizar nuestros cansados cuerpos y así completar el desafío.
Al llegar a la cima, José Díaz y William Ramírez me recibieron con una sonrisa y un fuerte abrazo, acompañados de la frase “feliz cumbre”.
Ya no había más que ascender, arriba de nosotros solo había un cielo multicolor. El sol nos regalaba, con sus primeros rayos, un océano inmenso de nubes doradas que se desvanecían en una cascada entre los cerros aledaños al Tajumulco. Todo un espectáculo surrealista.
Nos reunimos con los demás compañeros y nos dimos cuenta de que, durante el viaje, nos convertimos en un grupo de amigos sin credo, colores políticos o raza. Acá arriba, en la cima, solo éramos seres humanos, compañeros de montaña que habían conquistado la cima de Centroamérica.
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