Marrakech/dpa
San Lorenzo de Almagro sufrió durante 120 minutos para poder vencer al equipo semiprofesional de Auckland City con un agónico 2-1 y conseguir un billete para medirse el sábado al Real Madrid en la final del Mundial de clubes de fútbol.
El campeón de la Copa Libertadores se impuso con goles de Pablo Barrientos (47’) y Mauro Matos (93’) y puso fin al sueño del Auckland, pilule un equipo con un presupuesto de un millón de dólares pero que puso en serios aprietos a los argentinos con el gol del español Ángel Berlanga (65’).
A San Lorenzo le costó mucho leer el partido ante un Auckland descarado que salió a robarle la pelota al campeón sudamericano. Y lo consiguió, ya que por fases movió la pelota a su antojo. Parecía que el equipo neozelandés, donde la mayoría de los jugadores tienen otro trabajo más allá del balón, era el profesional.
La primera ocasión del partido estuvo en la cabeza del colombiano Mario Yepes, el veterano central de San Lorenzo, que remató en el minuto 9 por encima del travesaño. Sería el último acercamiento de los argentinos en mucho tiempo.
A partir de ese momento fue cuando Ivan Vicelich, Emiliano Tade y Tim Payne, de Auckland, se adueñaron del balón. Lo movían con tranquilidad y San Lorenzo esperaba atrás con más pausa todavía. Ninguno quería arriesgar.
Barrientos disparó muy alto una falta en el 29’ y en el 41’ fue Auckland el que no pudo concretar una ocasión al borde del área. Antes, en el 35’, el letrero de la FIFA hablaba claro: los neozelandeses, entrenados por el español Ramón Tribulietx, acaparaban el 55 por ciento de la posesión.
Edgardo Bauza, el técnico de San Lorenzo, se ajustaba la corbata en el banco y resoplaba justo después del enésimo pase errado de sus jugadores.
Cuando nada parecía ir bien en el equipo del barrio porteño de Boedo, se produjo la mejor jugada del partido. Julio Buffarini abrió a la banda derecha para Gonzalo Verón, que pasó suave al desmarque al área de Emmanuel Mas. El lateral vio a Barrientos desmarcado en el segundo palo. Pase, control, gol y alivio en San Lorenzo.
Barrientos lo celebró con rabia, así como los cerca de 7.000 hinchas de San Lorenzo que había en el Grand Stade de Marrakech, que no se llenó para la segunda semifinal.
El gol lleno de oxígeno los pulmones argentinos, pero la segunda parte comenzó igual que la primera. Pases y más pases del Auckland. “A mí me gusta jugar con la pelota”, dijo a dpa días atrás Tribulietx. Hoy lo refrendó con hechos.
La segunda parte arrancó igual, con el Auckland escondiendo la pelota. Y el estadio se quedó mudo en el minuto 67. El Auckland marcó y las tribunas, donde no había seguidores neozelandeses, quedaron atónitas.
El argentino Tade, que se marchó a Nueva Zelanda hace cinco años a buscar una nueva vida, recibió entre líneas y dio un pase al hueco para su compañero Ryan de Vries. El delantero no llegó, el portero Sebastián Torrico tampoco y el balón fue rodando a los pies de Berlanga, que marcó el gol más importante de su carrera.
Los hinchas marroquíes se hicieron del Auckland, los de San Lorenzo rebajaron los decibelios y el partido se volvió loco: Martín Cauteruccio estrelló una volea en el palo neozelandés y en la jugada siguiente Tade pudo haber puesto en ventaja a Auckland, pero no definió a pesar de estar solo frente al arquero. Mandó la pelota a las nubes.
Los nervios se apoderaron de ambos equipos: San Lorenzo no definía y dejaba espacios atrás, pero los neozelandeses no concretaban.
La prórroga era la consecuencia de lo que ocurrió sobre el césped, pese a que el presupuesto, la historia y la lógica invitaban a pensar en un partido cómodo para San Lorenzo.
Mauro Matos, autor de un gol en la ida de la final de la Libertadores, puso el 2-1 definitivo en el 93’ con un tiro raso desde dentro del área tras un rebote.
Payne estuvo a punto de mandar el partido a los penales, pero un tiro suyo raso en el 113’ se estrelló en la madera. Auckland terminó el partido en el área rival, pero terminó despertando del sueño.
San Lorenzo cumplió con la hoja de ruta y se citó con el Real Madrid. Pero con el juego de hoy sería difícil imaginar que el sábado pueda dar la sorpresa ante los blancos, lanzados con 22 triunfos seguidos.