El 14 de octubre se cumplirá un año desde que Monseñor Romero fue elevado a los altares tras ser nombrado Santo por el Papa Francisco, en este contexto es importante recordar el legado social e histórico que transciende a su mensaje, a su martirio y a su santificación.
San Romero de América, nació en Ciudad Barrios departamento de San Miguel el 15 de agosto de 1917. Se caracterizó por ser un sacerdote caritativo y preocupado por los sectores más desfavorecidos del país, que denunciaba en cada una de sus numerosas homilías las violaciones a los derechos humanos de la población campesina y obrera, los ataques a sacerdotes y religiosas que diariamente se vivían en el contexto de violencia represiva de Estado que sufría el país y que afectaba principalmente a los sectores más pobres de la población salvadoreña.
El 24 de marzo de 1980, tres años después de su nombramiento como arzobispo de San Salvador, San Romero fue asesinado mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia.
Cabe recordar en estos momentos que en 1993 la Comisión de la Verdad, un organismo creado durante los Acuerdos de Paz en El Salvador, en su informe llamado “De la locura a la esperanza” señaló a Roberto D´Aubuisson como el autor intelectual del asesinato de Romero; cinco días después la Asamblea Legislativa del país aprobó la “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz” que dejaría impunes hasta la fecha, la muerte de Monseñor Romero y la de miles de personas asesinadas y desaparecidas durante el conflicto.
Ahora el mensaje de SAN ROMERO debe ser contundente y se vuelve más vigente que nunca, ya que seguimos viviendo y sufriendo la impunidad del pasado ya que aún no se conoce la verdad y no se ha hecho justicia.
San Romero nos da la oportunidad para actuar y comprometernos a seguir sus enseñanzas y su ejemplo de valentía y de defensa de la población más vulnerable y excluida, nos convoca a acompañar a las víctimas que siguen vendo negada la verdad, la justicia y la reparación a su dolor, nos invita a denunciar, desde la luz del evangelio, las desigualdades estructurales que persisten a casi cuatro décadas de su martirio.
Celebramos a nuestro San Romero, recordamos y hacemos nuestro su llamado a transformar la realidad y combatir las injusticias; sus palabras y su sacrificio son una invitación al compromiso social y humano de todas y todos para transformar el país desde la solidaridad, la hermandad, la verdad y la justicia.