Monseñor Oscar Arnulfo Romero “San Romero de América”, como el pueblo salvadoreño lo ha proclamado, nació en Ciudad Barrios departamento de San Miguel el 15 de agosto de 1917; se caracterizó por ser un sacerdote caritativo, desinteresado y preocupado por los sectores más desfavorecidos del país. El 24 de marzo de 1980, fue asesinado mientras oficiaba una misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia.
El trabajo pastoral de Romero ha trascendido a nivel internacional, ya que en el 21 de diciembre de 2010 la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas -ONU- proclamó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, cuyo fundamento primordial lo constituye su legado como un incansable defensor de los derechos humanos.
El propósito del día es promover la memoria de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia; rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos y a quienes la han perdido en ese empeño; y reconocer en particular, la importante y valiosa labor y los valores de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador.
Monseñor Oscar Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital La Divina Providencia. Cabe recordar que en 1993 la Comisión de la Verdad, un organismo creado durante los Acuerdos de Paz en El Salvador, en su informe llamado “De la locura a la esperanza” señaló a Roberto D´Aubuisson como el autor intelectual del asesinato de Romero; cinco días después la Asamblea Legislativa del país aprobó la “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz” que dejaría impunes hasta la fecha, la muerte de Monseñor Romero y la de miles de personas asesinadas y desaparecidas durante el conflicto.
El mensaje de SAN ROMERO debe ser contundente y se vuelve más vigente que nunca, ya que seguimos viviendo y sufriendo la impunidad del pasado ya que aún no se conoce la verdad y no se ha hecho justicia. San Romero nos da la oportunidad para actuar y comprometernos con la defensa de la población más vulnerable y excluida, nos convoca a acompañar a las víctimas y luchar por la justicia y la reparación, nos invita a denunciar, desde la luz del evangelio, las desigualdades estructurales que persisten a casi cuatro décadas de su martirio.
CIDEP, recuerda ahora más que nunca su llamado a transformar la realidad y combatir las injusticias; sus palabras aún viven entre nosotros como una invitación al compromiso social y humano de todas y todos para transformar desde la solidaridad, la hermandad, la verdad y la justicia.