ASOCIACIÓN INTERSECTORIAL PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO Y EL PROGRESO SOCIAL -CIDEP-
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El 24 de marzo se conmemoró el 40 aniversario del asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, en estos momentos en que el mundo entero se enfrenta a una pandemia de grandes proporciones y que la sociedad sufre en su conjunto no solo la enfermedad, sino las consecuencias sociales, económicas y políticas que la situación conlleva, su mensaje se vuelve vida en nuestros corazones y nuevamente san Romero es una luz de esperanza en la oscuridad.
“Los tiempos son difíciles pero nuestra Iglesia tiene que ser serena. Y por eso, queridos hermanos, permítanme aquí hacer una evaluación de nuestra semana para que con la alegría de pertenecer a un pueblo que se alimenta de la esperanza, podamos ofrecer al país, como yo ofrezco en la carta pastoral, la contribución auténtica de la Iglesia. Son ustedes, soy yo, los que tenemos que alimentar sobre todo la esperanza cristiana sólidamente basada en la promesa de Dios y en el precio de Jesucristo, de que nuestro país no está perdido, Dios está con nosotros, Cristo está a la base de nuestra fe y de nuestra esperanza, Dios nos salvará. Esto es lo que tenemos que alimentar en este pueblo de Dios…
Todos tenemos que hacer un esfuerzo por mejorar en esta tierra nuestras situaciones políticas, sociales, económicas, pero siempre con la perspectiva puesta en la eternidad. La esperanza anima para reflejar en la tierra la belleza, la justicia, el amor de aquel Reino. Reflejos nada más, porque lo verdadero y lo definitivo, solamente se lo reserva la esperanza, y la esperanza es la que anima estos trabajos. La esperanza que debe de ser como la virtud de los políticos, de los hombres que luchan. ¡La esperanza cristiana!
Sin esperanza de Dios, son muy mutiladas las liberaciones de la tierra. Sin esperanza de la eternidad, las liberaciones solamente se convierten en cambio de dueños de la situación… No se puede ofrecer un paraíso en la tierra porque no existe, pero sí existe la esperanza de trabajar para ir mejorando cada vez más; la esperanza es la fuerza liberadora de nuestro pueblo, porque se apoya en una promesa de Dios que está a la base de nuestra esperanza y, sobre todo, en la potencia redentora de Cristo que ofreció un sacrificio que sigue siendo fuente de salvación para pueblos y hombres.
Como Daniel, podíamos decir, apoyándonos en Cristo: el pueblo está a salvo. Solo que nosotros tenemos que colaborar, tomar actitudes de cristianos que tienen esperanza, pero como quien tiene esperanza, la aviva esa esperanza en una colaboración activa. Ojalá todos, profesionales y no profesionales, simplemente hombres salvadoreños, con fe cristiana o sin ella, con esperanza en Cristo o sin ella, sepamos que existe un Dios que cuida nuestro pueblo, que va al lado de nuestra lucha, y que si nosotros colaboramos con él, la realidad de la liberación en El Salvador vendrá muy pronto. Primero Dios”.
¡SAN ROMERO ERES LA ESPERANZA DE ESTE PUEBLO!