Iván Escobar
Colaborador
@DiarioCoLatino
Las personas transitan a sus actividades diarias, atraviesan la Avenida España al llegar a la esquina de Catedral y el Palacio Nacional se encuentran con la cinta amarilla de “Precaución”, y los agentes del CAM que limitan el paso por los trabajos en la zona. – ¿No se puede pasar? Consulta a un transeúnte, en respuesta el agente municipal le indica que puede hacerlo por la otra calle.
Es el final de la Calle Rubén Darío, bajando de poniente a oriente, que empalma con la Avenida Cuscatlán. Son las 9 de la mañana del martes 26 de abril de 2022, han pasado exactamente ocho días de que los miles de puestos informales fueran advertidos para retirarse como parte del proceso de ordenamiento en la capital impulsado por la alcaldía de San Salvador.
La zona despejada comprende la calle Rubén Darío, entre la 13ª y 1ª Avenida Sur, lucen acordonadas y despejadas. La escena deja ver numerosos inmuebles que por años estuvieron ocultos por los puestos de ventas informales que se multiplicaron en cada gestión municipal.
El desempleo y la falta de oportunidades llevó a miles de familias a la necesidad de tomarse las calles, pagar sus impuestos y vender en estas vías, que ahora han sido recuperadas por la actual administración.
Mientras intento ingresar a la zona para tomar algunas fotografías, vienen a mi mente escenas cuando en la gestión del Dr. Héctor Silva se logró el reordenamiento de una parte de la ciudad, despejando a finales de los 90’s, las principales Plazas del centro histórico: Morazán, Libertad y Cívica, que por décadas fueron ocupadas por ventas informales; en las gestiones posteriores se recuperaron la Plaza San José, y otras calles del microcentro que ahora se pueden apreciar. No obstante, en esta oportunidad si bien no ha habido los típicos desórdenes, algunos comerciantes comentan que decidieron retirarse primero por la presión latente de las autoridades, y para evitar algún tipo de complicación. Dicen algunos que opciones no les dan, más que el nuevo mercado Hula Hula, que fue construido en la administración pasada y que sólo albergaría a unos 2000 comerciantes, pero deberán pagar por cada puesto cerca de $200 dólares, y reunir una serie de requisitos. Unos no tienen la capacidad de cancelar lo requerido.
Llego hasta la 3 avenida Sur, consulto a un agente del CAM si podía ingresar a tomar las fotografías. – “Sí”. Me responde amablemente. Doy dos pasos, y otro agente me detiene, y me dice: ¡A dónde va! – “Quiero hacer unas fotografías de la zona despejada” – “No puede, primero debe ir a la oficina de comunicaciones de la alcaldía para que le den el permiso”, añade.
¡Ah, bueno! Le respondo: “entonces muchas gracias”. No pretendo entrar en un debate estéril y opto por salir de la zona, más adelante por la 7ª avenida Sur, ingreso por un paso de personas, que presurosas muchas de ellas intentan cruzar las calles para llegar a su destino, comerciantes que mueven sus productos y uno que otro que toma imágenes a su paso.
Cada cuadra está limitada con cinta amarilla, la pregunta frecuente de los agentes del CAM es la misma: ¿Para dónde va? Son comerciantes o empleados de los negocios formales que han quedado en la zona cero, ahora en manos de la municipalidad, y que necesitan realizar sus labores. Uno que otro inmueble se ve que recibe mantenimiento, el sol alumbra fuertemente y las personas van y vienen por las calles accesibles.
Luego subo hasta la 9ª Avenida Sur, salgo justo en la sombra del edificio que hoy es Plaza Centro, antes almacenes SIMAN. Ya hice algunas imágenes, y encuentro en cada espacio algunos elementos propios de la ciudad: alcantarillas con fechas antiguas, detalles de algunos edificios, y uno que otro elemento que nunca se había apreciado, como el edificio del ISTU, que está literalmente a la vista, y recibe trabajos de mantenimiento en su fachada.
El cordón amarrillo llega hasta la 13ª avenida Sur, es decir, al límite del Parque Bolívar, que por ahora está siendo intervenido desde hace muchos meses atrás. Las autoridades municipales ofrecen a la ciudadanía la recuperación de toda esta área, que sería un corredor turístico, pero las ventas informales aún están presentes en las calles aledañas, el proceso es largo para lograr un reordenamiento mayor.
“Deberían de hacer un nuevo mercado”, recomienda una persona que pasa mientras observa la calle y aceras despejadas. Le da el visto bueno a lo que encuentra a su paso.
Luego sigo por la 9 avenida norte, y subo por la 11 avenida sur, para ver el escenario desde esa parte. El silencio se mezcla con el murmullo de transeúntes, y los pocos camiones que salen con ripio, o alguna patrulla que transita la zona. Me reincorporo, y bajo por la calle Arce hasta la 5ª Avenida Sur, me encuentro al legendario edificio que fuera el Telégrafo, de la ex ANTEL, hoy en manos de una empresa privada de telefonía, es el edificio símbolo de la jornada de recuperación, que ha resurgido como un fénix luego de años de estar sepultado entre las ventas, a pesar de ser una estructura inmensa.
Camino sobre la vía y me detengo a apreciar los detalles de la estructura y en especial en sus bases, sin duda es una gran obra. Se dice que fue construido entre 1936 y 1939, en el período del dictador General Maximiliano Hernández Martínez.
Frente a este coloso está el centro comercial Darío, ahí en 1986 se derrumbó el edificio Darío símbolo de la tragedia. Atravieso la zona, y salgo a la 3ª Avenida Norte, desde ahí veo el edificio Antonio Bou, llamativo por su estructura y diseño, está contiguo al Telégrafo.
La desolación es grande en este tramo. Solo observo un grupo de mujeres comerciantes, esperando ser ingresadas por grupos al nuevo Mercado Hula Hula, ahí están amontonados los comerciantes con papeles en mano y consultando sus celulares, ingresando por grupos al área cuando se les indica por parte de una mujer que sale a llamarles. Mientras tanto otros permanecen en la esquina frente a la Farmacia Guadalupe.
Todos estos edificios al verlos con detalle uno encuentra elementos arquitectónicos y decorativos que han estado invisibles, como una placa que data de 1861, en una esquina de estas.
Concluyo mi recorrido sobre la 1ª Avenida Norte, ya no hay paso, y los últimos puestos de esta zona son retirados por personal de la alcaldía, ante la mirada de los comerciantes del resto de puestos que aún permanecen en la zona, hasta la Avenida España, bajando por la Arce.
No hay duda que la belleza de la ciudad es un patrimonio que todas y todos debemos resguardar y valorar, pero también es necesario que se den políticas para garantizar estabilidad de las miles de familia que por una semana literalmente están sin recibir un ingreso, y con la incertidumbre de saber si podrán continuar dedicándose a su labor.
Por ahora, la ciudad sigue dejando en claro que guarda mucha historia, pero también deja en claro sus males.
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