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Santa Tecla y las luchas feministas de hoy

KARLA HUERTA
Tomado de Agenda Latinoamericana

Los movimientos feministas se han constituido en una fuerza social de amplia envergadura, ineludible para el debate público actual, tanto en Chile como en el mundo. El movimiento «Me too» («Yo también») que emergió en el año 2017 fue expresión de una protesta que denunció prácticas de agresión y acoso sexual en Hollywood, y que tomó fuerza en distintas esferas de la sociedad, a la cual muchas mujeres del mundo se adhirieron, relatando a través redes sociales sus propias experiencias de abuso. En Chile no fue distinto; el mismo año masivas movilizaciones dieron inicio al llamado «Mayo feminista». En estas manifestaciones las mujeres hicieron uso del espacio público para protestar a cuerpo desnudo y rostro cubierto de coloridas capuchas, seguidas de danzas, música y teatro, lo que algunos medios titularon «la ola performática del feminismo».

En este contexto de protesta una imagen llamó la atención: una estudiante de la Pontificia Universidad Católica de Chile que, a torso desnudo y rostro cubierto, de pie junto al monumento del papa Juan Pablo II que se ubica en la casa de estudios, dirigía la protesta a viva voz frente al estudiantado que escuchaba. Esa imagen recorrió las redes, la televisión y llegó a ser portada de libro.
Es un hecho que las luchas feministas aparecen continuamente en tensión con la tradición eclesial católica, una de las instituciones más abiertamente discriminatorias contra las mujeres, a quienes todavía excluye de sus espacios de poder y conducción. Basta recordar una sola frase de Tertuliano «padre de la Iglesia», que no oculta su misoginia en muchos textos: «¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva? La condena de Dios sobre vuestro sexo perdura hasta hoy; la culpa tiene que perdurar también».
Sin embargo, aquella tradición católica excluyente de las mujeres, no es la única tradición que ha coexistido en estas comunidades. Santa Tecla constituye un testimonio que podemos conocer a partir de un texto apócrifo muy leído y discutido en la iglesia primitiva, titulado «Hechos de Pablo y Tecla». Este texto podría ser hoy considerado una obra feminista en toda su expresión, pues impresiona las similitudes y alcances que tiene para el contexto actual de la lucha por la igualdad de varones y mujeres.
Tecla es una mujer Icono, a quien su madre había prometido en matrimonio, y que escucha la predicación del apóstol Pablo. Es una predicación acerca de Dios y la castidad, de la fe en Cristo Jesús y la oración; sin embargo, esta predicación no estaba dirigida a ella, sino a un grupo de discípulos varones. Tecla no hizo caso de la restricción, y se dispuso a seguir a Pablo para ser discípula, lo cual significó su rechazo al matrimonio que estaba prometida y la transformación del rol de las mujeres en la sociedad, lo cual comenzaba a ser una característica principal en aquel cristianismo naciente. Rechazar la institución familiar grecorromana le traería consecuencias a Tecla, pues es condenada dos veces a muerte; en la primera ocasión es su propia madre quien exige la condena por el agravio, y la segunda un varón que «la amaba». De ambas condenas sale ilesa a causa de la acción divina, configurándose en una líder cristiana.
Es Gregorio de Nacianzo (s. IV d.C.), doctor de la Iglesia, quien discute aquella norma sobre la castidad como una virtud no admisible para las mujeres, ante la cual reconoce: «veo que los varones no están bien dispuestos a ella» y luego añade: «¿Qué razón hay para que estas leyes condenen en la mujer lo que toleran en el varón? (…) Dios no lo ha hecho así». Gregorio fue un defensor de la igualdad de varones y mujeres. Sin embargo, este relato cristiano también da cuenta del conflicto de posiciones sobre este tema dentro de la comunidad.
La castidad fue un tema fundamental para las mujeres del primer cristianismo, pues encontraron en aquella práctica religiosa una fuente de libertad frente al sometimiento conyugal de los varones dispuesta por la cultura grecorromana. Por tanto, para Tecla la castidad no es un asunto de «pureza», sino de posibilidad para configurar un nuevo rol de ella como mujer en la sociedad, que la predicación cristiana le ofrecía. Sus razones para seguir el discipulado de Jesús cobran sentido y coherencia con su propia libertad y aspiración de igualdad frente al varón, pues le permitían ejercer, por ejemplo, la voluntad y consentimiento frente al ejercicio de la sexualidad. Recordemos que Pablo afirmaba: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28).
En este texto apócrifo es posible encontrar múltiples lecturas contemporáneas. La segunda condena a muerte de Tecla es propiciada por Alejandro, un sirio importante que al verla se enamora de ella, y como era muy poderoso, intenta abrazarla por el camino, pero ella no lo soportaba. Tecla gritaba amargamente: «No hagas violencia a la extranjera». Sin embargo, el sirio no desistió de su plan, que consistía en una amenaza evidente de violación. Entonces, haciendo uso de una práctica de autodefensa, Tecla «echó mano de Alejandro, le rompió la clámide y le quitó la corona de su cabeza, y lo dejó en ridículo», dice el texto.
Este relato evoca variadas reminiscencias de las formas de femicidio actual, pues la venganza del sirio frente al rechazo sexual de Tecla es representativa de aquello. De hecho, el texto enfatiza «Él, que la amaba, pero al mismo tiempo se sentía avergonzado por ese suceso, la condujo ante el Gobernador (a pena de muerte)». ¿Cuántos supuestos «amantes» han dado muerte a mujeres en Chile en el año 2021? A mayo de este año se suman 21 femicidios en Chile, y el año 2020 se contaron 59 en total.
Sin embargo, la muerte no es la última palabra de este relato apócrifo feminista. Dios salvó a Tecla de la muerte en la primera condena, y luego en la segunda condena es la acción colectiva de las mujeres la que aparece en escena para rescatarla. La voz de las mujeres plebeyas que defienden a Tecla nos recuerda el «Me too» de la empatía y causa solidaria producida entre mujeres que levantan la voz para ayudarse mutuamente. Este bellísimo episodio narra a Tecla que, siendo condenada a las fieras, es rescatada por la multitud de mujeres que prorrumpieron en un alarido y comenzaron a echar pétalos de flores para que hubiera abundante perfume, y de ese modo, las fieras se durmieran.
La lucha de Tecla por mantener su virginidad es presentada como una osadía heroica contra el patriarcado. Frente al riesgo inminente de una agresión sexual, la cual reaparece continuamente a lo largo del relato, Tecla busca defenderse; y otra mujer también lo hace, como es el caso de Trifena, quien la protege para que ni los soldados ni el sirio la ataquen sexualmente mientras espera su condena en prisión.
Tecla es continuamente desvestida frente al público en los actos de condena, con el objeto de humillarla y fragilizarla. Luego de que es salvada de las bestias, y el Gobernador ordena que la vistan, ella toma la palabra y la acción para vestirse por sí misma.

La desnudez es revertida y reinterpretada por Tecla como una oportunidad de salvación. ¿Algo similar hallará el movimiento feminista en su performance de desnudos en el espacio público? No se trata ya que otros desvistan (o vistan) a las mujeres para sus propios propósitos, sino que hoy reivindican ser ellas mismas quienes decidan el poder de su vestido y desnudez.
No podemos dejar de mencionar que la lectura de Tecla nos llevó a evocar también la famosa performance creada por el colectivo «LASTESIS», que interpela al Estado, al poder judicial y la policía por la desprotección y complicidad con el sistema patriarcal denunciado por las mujeres.
Existe una tradición oculta en el cristianismo sobre el rol y liderazgo que asumieron muchas mujeres en los primeros siglos, que nos permite pensar -parafraseando a Teresa Forcades,- que la lucha feminista no es algo nuevo, sino que ha existido desde que existe la dominación patriarcal. El testimonio de Tecla constituye un gran soporte histórico de la lucha de las mujeres, incluso más allá de los bordes del cristianismo, pues su testimonio nos permite un diálogo extraordinariamente poderoso con las luchas feministas de hoy.

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