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Sarah Shannon, de la organización Voces en la Frontera, explica que los sobrevivientes de la Masacre de El Mozote y sitios aledaños, es un legado a la Memoria Histórica del país. Foto Diario CoLatino / Voces en la Frontera

Sarah Shannon comparte sus recuerdos con los refugiados en Honduras, y la labor de Voces en la Frontera

Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino

Sarah Shannon, directora ejecutiva de Hesperian “Health Guides” e integrante de la Junta Directiva de Voces en la Frontera, indicó que el trabajo de su organización, está basado en valores tan humanos como la solidaridad y la autodeterminación de los pueblos.

Shannon, que asistió junto a otros miembros directivos al 40 Aniversario de la Masacre de El Mozote y sitios aledaños, relató en exclusiva a Diario Co Latino, que su trabajo en la década de los años ochenta con los refugiados salvadoreños marcó su vida personal y profesional como agente de salud pública,

Voces en la Frontera es una organización sin fines de lucro con base jurídica en los Estados Unidos, fundada en noviembre de 1987, y acompañó a la población salvadoreña que llegó a los campamentos de refugiados, huyendo de la violencia del conflicto armado y llegar a Colomoncagua, Honduras.

– ¿Cómo se involucra en Voces en la Frontera?

Mi historia comenzó cuando me di cuenta de la situación de El Salvador, en la década de los años ochenta. Yo estaba viviendo en Los Ángeles (EEUU) y comenzó a llegar mucha gente refugiada, era 1981. Yo estaba trabajando como asistente de un abogado que atendían casos de asilo, tenía 22 años de edad.

Y tratando de ayudar a la gente que había sido capturada por las autoridades de migración y estaban en un centro de detención y mucha de esa gente era de El Salvador, y platicando con ellos me di cuenta de la situación y tuve la oportunidad de venir como voluntaria y trabajar en la frontera entre Honduras y El Salvador para los refugiados a finales de 1981.

 ¿Cómo se integra en los campamentos de refugiados en Honduras?

Yo tenía una formación en salud pública y, entonces, me pusieron como voluntaria encargada de establecer centros de nutrición para los niños que estaban en la frontera en aquel entonces. Fue así que me dijeron -mira vos anda por 6 meses)- pero a lo mejor los hondureños no te dejan quedarte los 6 meses completos, pero vete ya, porque hay gente cruzando (la frontera) y tiene que haber apoyo para los salvadoreños refugiados.

Que haya apoyo logístico, técnico, pero más que todo que haya presencia del extranjeros, para ser testigos de toda la situación que está pasando con los refugiados. Y así fue, me vine por 6 meses pero me quedé 16 años de vida.

– ¿Cuál fue su primera asignación?

Estuve en La Virtud, que queda en departamento de Lempira, al ladito de Chalatenango, y era la zona de dónde había sido la masacre del Río Sumpul, entonces, esta gente estaba cruzando por cantidades considerables. Huían, en su mayoría niños, mujeres, adultos y adolescentes. Me tocaba en aquel entonces recibir a los refugiados que huían de un operativo que llamaban “yunque y martillo”. Era uno de esos operativos militares extensos. En este campamento estuve seis meses, luego me pasaron a Colomoncagua, en ese me quedé por 7 años.

– ¿Qué recuerda de los refugiados en la guerra civil?

Al ver la foto de Rufina Amaya, en el acto conmemorativo de los 40 años de la Masacre de El Mozote, se vino a mi memoria que en un momento de mi trabajo, me tocó traducir su testimonio a delegaciones extranjeras en aquel entonces, que muchos no hablaban español e inglés.

Y – fíjate- que después me quedaba yo pensando que era un honor haber sido parte de todo eso, de ayudar a Rufina a contar su testimonio y lo digo, porque sabía que era terrible para ella revivir esa difícil experiencia.

Porque la experiencia de El Mozote fue terrible, a cada uno de ellos (víctimas y sobrevivientes) de una manera u otra sufrieron golpes, sufrieron muertos en sus familias, sufrieron masacres quizás algunas no tan letales y terribles como la de El Mozote y los lugares aledaños, como la gente de La Joya, del caserío de El Potrero. Son personas que sufrieron situaciones inimaginables en sus vidas, pero también me dio un ánimo personal de vivir, de trabajar con una convicción, porque me impactó bastante. Y me motivó a seguir trabajando por el pueblo de El Salvador.

– ¿Crees que cambió su visión de la vida?

Fue un cambio completo -reflexionándolo ahora- recuerdo que cuando cumplí mis 23 años, estando en los campos de refugiados, se quedó en mi pensamiento que tuve suerte en mi vida, que me dio esa oportunidad única y me permitió seguir ese camino de ayuda y solidaridad. Fue una suerte, tiempos difíciles si, pero no los cambiaría por nada en desarrollo de mi vida.

– ¿Cuándo sale del país hacia Estados Unidos?

Fue en el año de 1997, cuando salimos (con su familia) de El Salvador, -mi hija nació aquí-, fue luego de los Acuerdos de Paz, me fui a Estados Unidos y me dediqué a la salud pública, y educación popular mezclado. Y yo siempre recuerdo en ese trabajo que apenas comencé hace 40 años con los refugiados. Y cuanto me enseñó la gente salvadoreña a mi vida personal, como Rufina Amaya y todos los sobrevivientes que han dejado un legado a la memoria histórica.

– ¿Cómo encuentras al país, en tu visita?

Cuando se fundó Voces en la Frontera en 1986, les ayude en su preparación, luego, comenzaron a venir las primeras delegaciones y yo les ayudaba a organizar y arreglarse, entonces, y me he quedado cerca de Voces en la Frontera, cuya misión al principio fue ayudar a los refugiados de la guerra, pero ahora, fortalecen los conocimientos a las comunidades en los valores de siempre de la solidaridad y la autodeterminación. Y si bien, la coyuntura ha cambiado mucho, siempre buscaremos fortalecer esos valores que enaltecen al ser humano y me encanta que lo haga Voces en la Frontera.

Uno de los motivos de la visita de Voces en la Frontera, también ha sido estar apoyando a las comunidades que están realmente fuertes en tratar de vivir en esa convivencia de paz y tener el control de su propios destinos para otorgarle a sus hijos una mejor vida y creo que lo están logrando, poco a poco, pero lo están haciendo y eso me impresiona porque es una lucha que tiene un largo tiempo que significa convicción.

 

Tú puedes ver el vaso medio lleno o medio vacío, pero luego de platicar con estas comunidades salgo con la idea de que el vaso esta medio lleno por los objetivos de vida que resguardan.

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