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Se abrirán de nuevo las grandes Alamedas

Iosu Perales

Un 11 de septiembre de 1973 el golpe militar liderado por Augusto Pinochet acabó con la democracia en Chile que encarnaba Salvador Allende. Escuché la noticia por radio y no pude detener unas lágrimas de rabia. Nos mataron la esperanza y nos mataron a un líder ejemplar. Hoy, con la victoria de una nueva izquierda encabezada por Gabriel Boric, líder del Frente Amplio, mis emociones son de alegría. Escribo mientras escucho a Víctor Jara. Siento que renace la esperanza,

Desde el minuto uno de la victoria electoral de la Unidad Popular, para Richard Nixon y Henry Kissinger, Salvador Allende se  convirtió en el enemigo principal. Representaba un peligro mayor que Fidel Castro, porque era una vía democrática al socialismo que rompía los mitos de la guerra fría, pues respetaba el pluralismo político. Temían, sobre todo, lo que significaba como ejemplo. Es por ello que desde que ganó las elecciones de septiembre de 1970, Allende tuvo poderosos enemigos, la derecha tradicional, los grupos económicos más importantes del país y el presidente de EE.UU. Richard Nixon. Pero esa reacción temprana no era suficiente. Fue necesario que la democracia cristiana, con Frei y Aylwin a la cabeza, se uniera al bloque opositor de derecha en 1971, razón por la cual la democracia cristiana tuvo una enorme responsabilidad en el golpe. Así es como fue que la derecha unida, el 22 de agosto de 1973, aprobó una declaración que calificaba al gobierno como ilegítimo, lo que era una llamada clarísima a los cuarteles.

Tal vez Allende no valoró lo suficiente la amenaza de la derecha. Minusvaloró los riesgos de lo que significaba ese proceso golpista para EE.UU. También mitificó a las Fuerzas Armadas, que consideraba constitucionalistas, respetuosas con la voluntad del pueblo, sin tomar en cuenta que sus oficiales se adiestraban en EE.UU. y habían asumido su doctrina de la seguridad nacional y el anticomunismo de la guerra fría. A pesar de las sinceras advertencias del MIR confió la defensa de la democracia en las Fuerzas Armadas. Fue un error. La traición de los militares que es lo más obsceno que puede pasar en democracia, ya que tienen las armas por la confianza recibida de la soberanía popular, supuso la caída de la Unidad Popular y del gobierno socialista. Frente a la idea de que los militares respetarían la legalidad, nada pudieron hacer los quince mil comités de la Unidad Popular regados por todo el país. Apenas tenían armas y su reacción fue tardía, cuando ya los milicos se habían desplegado por todo el país.   La agudización de la lucha de clases y el aumento de la polarización política se expresó inmediatamente. En diciembre de 1971 se realizó la primera gran movilización contra la Unidad Popular, conocida también como la “marcha de las cacerolas vacías”, todo esto acompañado de la enorme campaña del terror y desabastecimiento económico que impulsó la derecha incluidos sectores amplios de la Democracia Cristiana en complicidad con Estados Unidos y la CIA para frenar la consolidación del gobierno de Allende. La derecha, de acuerdo con una estrategia pactada y tutelada por Estados Unidos, implementó y generalizó el caos. La prolongada huelga del transporte camionero que paralizó al país y el traslado de víveres y mercancías, a partir de octubre de 1972, fue una ingeniería exitosa contra la democracia que se enseña en las escuelas de la CIA.

Desde aquel desenlace trágico, 40.000 víctimas de la dictadura son el testimonio de cómo un gobierno democrático y por consiguiente legítimo puede ser destruido, cuando los resultados electorales no son favorables para los grupos poderosos y los poderes fácticos. Allende, quiso ir por la vía pacífica hacia un socialismo humanista y democrático, pero desde Estados Unidos se decidió cerrar ese camino y se eligió el crimen como arma política. Lo que la derecha no ganó en las urnas quiso ganarlo con bombardeos, con la generalización de la tortura y abominables asesinatos. Este Víctor Jara que me canta “Te recuerdo Amanda” mientras escribo, sufrió horribles amputaciones de sus manos. Pero aún cantaba y entonces le cortaron la lengua.

Estos horribles hechos deberían haber bastado para que nunca más la derecha -la que actuó y la que dejó actuar- gobernara Chile. Pero durante muchos años lo ha venido haciendo y ha tenido que ser ahora, cuando presentaba a un candidato confeso pinochetista, José Antonio Kast, que la izquierda se ha impuesto con un 55.81% de los votos. El triunfo de Gabriel Boric es el triunfo del Frente Amplio de Chile, del que es cofundador. Y según escribo me digo a mí mismo que algo debería reflexionar la izquierda salvadoreña. Chile marca un camino también continental. No es cuestión de plagiarlo sino de inspirarse en su experiencia ganadora. Y luego vendrá Brasil.

La izquierda victoriosa es una alianza promovida por el Frente Amplio que junto con otras organizaciones y plataformas creó para estas elecciones la coalición Apruebo Dignidad. El Frente Amplio surgió del gran movimiento estudiantil de 2011 del que Boric fue uno de sus principales dirigentes Con una visión nueva de la política, transversal, abierta; esta alianza se está fortaleciendo y ante la amenaza de un nuevo pinochetismo, ha sabido sumar apoyos de figuras como Bachelet, el ex presidente Ricardo Lagos, el Partido Socialista, el Partido Radical y sectores de la Democracia Cristiana.

Una alianza que, sin duda, modificará el mapa político chileno.

Pero es verdad que el nuevo presidente tiene ante sí grandes desafíos. Ya al día siguiente de su elección, como para saludarlo, la bolsa bajó 8 puntos. Tendrá que hacer equilibrios entre la ansiedad de sus votantes, que lo han elegido para que realice reformas estructurales, y una élite conservadora que teme a la incertidumbre de los cambios futuros. Nada nuevo bajo el sol.

La economía estará entre las prioridades del nuevo Gobierno. También deberá solucionar los problemas de seguridad pública, la relación con un Congreso que estará competido entre fuerzas de la derecha y de la izquierda. Boric deberá reafirmar el proceso constituyente, para una nueva Constitución que él mismo promovió en 2020 como solución a la desigualdad social y a los déficits democráticos.

En Chile se ha encendido una luz y desde la solidaridad también, hemos de procurar que nunca se apague. El candidato pinochetista ha obtenido el 44% de los votos. No son pocos. Es seguro que la derecha tratará de llevar a cabo un asedio perpetuo a la izquierda ganadora. No somos inocentes, la lucha continua.

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