Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Esos años de guerra estaban cubiertos de sangre y desesperanza. Una sombra de muerte inundaba nuestro país, order una sombra que crecía y parecía que iba a cubrirlo para siempre. Esos días en que la juventud decidió enfrentar al gigante que reprimía a nuestro pueblo, y buscar esos cambios.
Así, muchos de nuestros padres, amigos y familiares fueron engrosando las filas de desaparecidos y asesinados, por eso era necesario terminar con la represión, con las persecuciones y todos esos delitos de lesa humanidad que eran lo habitual de esas décadas de 1970 y 1980 en las que crecí, en la que crecimos.
No fueron años fáciles, porque además de ver que los muertos eran cada vez más numerosos, también lo eran los salvadoreños que eran obligados a salir del país. La gente se sentía perseguida, insegura. A pesar de eso, la gente enfrentó la guerra y sus consecuencias.
Sin embargo, a pesar del dolor de la represión y la guerra, esos años nos dejaron personas valiosas que estaban dispuestas a perder sus vidas. Muchos murieron defendiendo la búsqueda de la paz.
Los años siguen pasando tras esos Acuerdos de Paz. La guerra para muchos parece ser un extraño relato de nuestra historia. Se han olvidado las balas, el estrés de la guerra y los muertos.
Sin embargo, en muchos sectores afectados por el conflicto aún se encuentra presente y aún falta mucho por enmendar de esos años. La justicia aún está esperando para que exista una completa reconciliación.
El Salvador ha cambiado radicalmente tras los Acuerdos de Paz, las balas entre ambos bandos en contienda cesaron, ya no existen enfrentamientos militares entre el ejército y el FMLN, ahora quienes se enfrentan son los policías y los delincuentes en el campo de las armas. En la política aún hay conflictos que tienen como principal campo de batalla la Asamblea Legislativa.
Qué gran paso dio nuestro país el 16 de enero de 1992 cuando se firmaron los Acuerdos de Paz. Se convirtió en un ejemplo para el mundo por su proceso exitoso y digno de imitarse, pero no logró continuarse esa lucha por reunificar la sociedad salvadoreña porque las limitantes y desequilibrios continúan.
La sociedad civil se organizó para erigir un monumento en el que se recuerda a las personas que fueron asesinadas y desaparecidas en un muro del Parque Cuscatlán, mientras los causantes de esas muertes continúan sus vidas. Los que cometieron crímenes de lesa humanidad deambulan con tranquilidad amparada en la ley de amnistía, pasando por alto que estos delitos no tienen prescripción y deben ser perseguidos, además de castigados.
Muchas cosas han cambiado, es cierto, podemos salir a las calles y no somos perseguidos ni asesinados por pedir justicia gracias a un Acuerdo de Paz, sin embargo esa madurez aún no ha alcanzado para cancelar una deuda con todas las partes y víctimas del conflicto, que mientras pasen más de dos décadas aún parece que deben ver de lejos la justicia.
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