A partir del lunes en El Salvador, martes en China Popular, quedaron establecidas las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Para abrir relaciones con el gigante asiático -en todos los sentidos-, El Salvador tuvo que renunciar a sus relaciones diplomáticas con la República de China o Taiwán, y así lo anunció el Presidente de la República Salvador Sánchez Cerén en cadena de radio y televisión la noche del lunes.
El anuncio en cadena fue lo más apropiado de parte del Gobierno, pues, así garantizó que la mayor parte de la población supiera del rompimiento de relaciones con una nación y la apertura con la otra.
La derecha en El Salvador, encabezada por la embajadora de los Estados Unidos Jane Manes, ha dicho cualquier cosa en contra de la apertura diplomática con la República Popular China, llamada también China Comunista o China Continental.
Es curioso, y los salvadoreños deben tener presente que, pese a que la embajadora estadounidense rechace las relaciones con China Continental, su país, es decir, Estados Unidos las mantiene desde 1977, año en que esa potencia del norte rompió con Taiwán.
Es curioso pues, la Embajada de Estados Unidos en El Salvador lamenta el rompimiento de las relaciones con Taiwán, pero Estados Unidos no mantiene relaciones con dicha isla, sino, con China Popular desde 1977.
En El Salvador, lo que se debe analizar es cómo sacar provecho de esa relación diplomática con China Continental, dado que sus 1,300 millones de habitantes significan un potencial mercado para productos salvadoreños.
De hecho, sin tener relaciones diplomáticas, El Salvador ya exportaba a China Popular, más de lo que exportaba a Taiwán.
De igual forma, el Gobierno de El Salvador debe correr para obtener la mayor cooperación de China Popular en beneficio del pueblo salvadoreño.
También se debe agradecer, más allá de las críticas que se le puede hacer al Gobierno de Taipéi, por la cooperación dada a El Salvador en los más de 80 años de Relaciones Diplomáticas.