Ramón D. Rivas*
Este primer día del mes de diciembre y ya para finalizar la tarde, ampoule el Sr. Presidente de la República, profesor Salvador Sánchez Cerén acompañado de su familia, gabinete y empleados de casa presidencial con sus respectivas familias y por su puesto la alegría de sus hijos fuimos testigos de ese magno convivio con música navideña ejecutada por miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional y el coro de niños del Sistema Nacional de Coros y Orquesta de la Secretaría de Cultura de la Presidencia. El Sr. Presidente encendió el árbol de navidad y con ello inició el convivio. Comparto con los amables lectores la reflexión que ofrecí en esa ocasión: Hoy inician oficialmente las fiestas navideñas en nuestro país y desde el punto de vista de la fe y en el marco de la tradición cristiana, son 24 días que nos deben servir para recordar el nacimiento de un Dios hecho hombre en la tierra. Se trata de un niño (Dios) que nació en Belén, en medio de la pobreza pero rodeado de hombres y mujeres que lo esperaban llenos de esperanza, con fe en que él sería su Señor y redentor. Desde hace mucho tiempo, la Navidad es un momento importante para millones de cristianos católicos en el mundo entero. Significa el cumplimiento de una promesa dada al pueblo de Israel miles de años atrás por profetas, que de forma sucesiva, venían anunciando el nacimiento de un redentor, un Salvador; un Dios invisible hecho carne. De ahí que la natividad para el pueblo cristiano significa la esperanza hacia una vida libre de maldad, la liberación del hombre inicuo por uno socialmente tratable, el cambio hacia la verdad por la mentira; en fin, es un momento tan importante para el mundo cristiano que requiere tiempo para reflexionar profundamente en ello. Y es que si se analiza el cristianismo en su más profunda dimensión, persigue que el ser humano pueda vivir y desarrollarse en una sociedad, sin maldad, sin avaricia, respetando a su prójimo, siendo solidario, comprometido con el bien y en armonía con la naturaleza; en fin, el cristianismo busca una sociedad libre del materialismo del que hoy en día estamos inmersos, una sociedad que aspira el buen vivir. También, la navidad debe ser un momento para recordar a nuestros hermanos lejanos que tanto contribuyen a este país y que lo recuerdan y añoran cada día, cada momento de su vida; a ese amigo que dejamos ir a lo mejor por desavenencias, al hermano que perdimos, a los hijos que creen en nosotros, a los que están lejos. Y es que los vientos, característicos de estos tiempos, nos llenan de alegría, hacen que la navidad sea más sentida, más especial. En estas fechas procuramos la solidaridad, nos motiva a cambiar lo viejo por algo más nuevo, nos inspira a replantear nuestros propósitos de vida, a tomar mejores rumbos y a buscar el valor de nuestras tradiciones. A los adultos nos recuerda la niñez, a lo mejor allá en el pueblo rodeado de los cañales en flor, los cortadores de café que regresaban de las fincas y algunos hasta enfermos por los vientos en esos lugares y las bajas temperatura, la llegada de los tíos con los regalos, la puesta del los nacimientos y aquellos arbolitos de navidad hechos de ramas secas de café o de arbolitos de torolilla, adornados con chichilcas abundantes en la época y cubiertos de algodón simulando la nieve. Estas fiestas nos recuerdan también las posadas, las pastorelas, los tamales, los panes rellenos con pollo embadurnado de curtido, así como las guacaladas de horchata y fresco de “chan” que en cualquier casa alegraban las visitas de familiares, amigos y “colados”. En fin, son tiempos para recordar y para muchos es un periodo del año para buscar la renovación de nuevas metas y propósitos. No cabe duda que estas “Fiestas pascuas” deberían ser tiempos para poder vivir en paz y armonía. No obstante, las contradicciones humanas inmersas en la cultura del yo convierten estas festividades en situaciones muchas veces no agradables y desconfiguradas del contexto religioso y del propósito navideño. Para muchos es el momento de consumir desmedidamente, de aumentar su mercancía y ganancias comerciales, de ser intolerante en las calles, en la casa y en el trabajo. Para otros la navidad es tiempo de nostalgia, de depresión, de tristeza por no tener lo básico, por no haber alcanzado sus metas, por no tener nada que darle a sus seres queridos. Afortunadamente y pese a las contradicciones, debemos hacer que estas fiestas navideñas sean para dar, para celebrar en la unidad familiar, en la música y las decoraciones hermosas, en festejar y cantar villancicos navideños por todo el vecindario; de cenar pavo (antes gallinas) tamales o pollo. Sin duda alguna, la navidad es una mezcla de diversas y variadas tradiciones en un periodo de 24 días. Y es que desde el punto de vista histórico-antropológico, es impresionante como esta fiesta de fin de año se ha mantenido por más de dos mil años con sus mismas tradiciones, pero también contradicciones; no obstante, es una celebración que ha sobrepasado a otras tradiciones religiosas. Una fiesta que hoy los salvadoreños inauguramos con luces y canciones navideñas que nos recuerdan al niño que nació para sembrar amor en los corazones de las personas; esperanza en medio de la tristeza; paz en medio de la tormenta. Como Secretario de Cultura de la Presidencia me uno a la alegría de estas fiestas, sin importar el enfoque que cada salvadoreño le da; lo importante de todo esto es, sin duda alguna, que las fiestas de navidad sean el momento para expresar lo mejor de nosotros proporcionando solidaridad, unidad y alegría en una sociedad que busca y aspira al buen vivir. Vivamos juntos el mejor momento de la navidad.
*Secretario de Cultura de la Presidencia