Víctor Corcoba Herrero*
Todos podemos hacer más. Tenemos que tener la valentía de propiciar el cambio. Sabemos que no es nada fácil. Nos dominan las apariencias, sale la tibieza de no romper con el estado de mediocridad que nos acosa y ahoga. Parece que estamos vivos y en realidad estamos muertos. Nada nos reanima. Seguimos sirviéndonos del débil. Nuestra batalla cotidiana tiene que ir más allá de esta mundanidad que todo lo confunde y desalienta.
Los poderosos continúan dejando mártires de la corrupción política, económica, eclesiástica, con sus hazañas dominadoras. Por eso, me parece una buena noticia que este año 2014, la celebración del Día Internacional de los Voluntarios (5 de diciembre), active y reanime la voluntad de poder mudar de aires en todo orbe, rindiendo especial tributo a la participación de los ciudadanos que contribuyen a ese canje a nivel local, nacional y global. No debemos seguir anclados en la soberbia que tanto abunda hoy en día, y mucho menos en el orgullo que engendra al tirano con su abismo de males, complemento de la ignorancia y de tantos desasosiegos.
El voluntariado puede ser una salida a este clima de tribulaciones que nos acorralan, por una parte contribuye con su hazaña a generar ese ansiado cambio positivo que tanto necesitamos, al tiempo que se ve él mismo transformado con su dinámica tarea de estar presente dondequiera que haya personas en situaciones difíciles que precisan ayuda. Por consiguiente, sería bueno que se extendiera la idea de que hemos de ser voluntarios todos, sobre todo para sembrar sosiego, prevenir conflictos, auxiliar a las sociedades a recuperarse de los inútiles combates, para prestar asistencia en definitiva.
Precisamente, la Carta de las Naciones Unidas, al comenzar con las palabras: “Nosotros los pueblos”, lo que hace es recordarnos que los problemas mundiales no es tarea únicamente de los gobiernos, sino también de la ciudadanía, de cada uno de nosotros y de las familias en su conjunto, o sea, de la mismo sociedad civil. Desde luego, sería una cosa hermosa que se acrecentara ese interés social por ayudarse los unos a los otros, sabiendo que no puede haber una sociedad humana mientras la mayor parte de sus miembros sean pobres y desdichados.
Por desgracia, la sociedad está dividida en dos grandes muros: La de los que tienen más pan que apetencia y la de los que tienen más apetencia que pan. De ahí la necesidad de que haya gente dispuesta a sumarse a ese gran cambio en el mundo, donde nadie se sienta dios, sino servidores con una actitud de donación total, fruto de su compromiso con la vida. Sin duda, el voluntariado nos ayuda a acercarnos como seres humanos y a humanizarnos como sociedad. A mi juicio, es un poderoso instrumento para movilizar a todos los sectores sociales como asociados activos en la construcción de un mundo más habitable, con mayor conciencia social, sabiendo que somos uno para todos y todos para cada uno. Para infortunio nuestro vivimos en una cultura de lo provisional, de lo relativo, donde muchos adoctrinan que lo importante es disfrutar del momento, que no vale la pena comprometerse con la vida, pues yo digo todo lo contrario, que hay que ser revolucionarios para crear una contracorriente de pensamiento, capaz de generar una auténtica cultura solidaria para que la exclusión dormite, de una vez por todas, en el sueño del olvido. (continúa)
*Escritor