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Secretario de Medio Ambiente de Estados Unidos en la cuerda floja

Washington / AFP

Ivan Couronne

Los escándalos acechan al secretario de Medioambiente de Estados Unidos, Scott Pruitt, al punto de que el presidente Donald Trump parece estar a punto de despedir a quien ha tenido la misión de acabar con el legado ambiental de Barack Obama.

La lista de acusaciones contra Pruitt, de 50 años, es extensa. Muchas investigaciones se han iniciado en los últimos meses, entre ellas la que dirige el Inspector General de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés), la que realizan dos oficinas federales independientes, y la de la Cámara de Representantes.

Todas tienen un origen en común: desde que asumió su cargo en febrero de 2017, Pruitt, exfiscal general de Oklahoma y cercano a la industria petrolera, parece haber utilizado su cargo para mejorar su calidad de vida y la de su familia, violando varias leyes federales y castigando a subordinados que objetan su proceder o no demuestran la lealtad que él espera de ellos.

Los detonantes fueron los excesivos gastos de viaje, en primera clase o en aviones alquilados a expensas del contribuyente, contrariando leyes gubernamentales.

Luego se descubrió el alto número de guardaespaldas que trabajan a su servicio las 24 horas del día, incluso en el extranjero, por un costo que dobló al que sus predecesores destinaron a esta materia.

Pruitt también tenía una cabina de teléfono segura en su oficina de Washington que costó 43.000 dólares, una cantidad que ha sido calificada de excesiva.

Pero en sus gastos personales fue más conservador, al conseguir a través de amigos lobistas un amplio apartamento en Washington por 50 dólares la noche solo para las noches que se hospedaba en la capital, un precio inigualable.

Además utilizó a algunos subalternos para que realizasen tareas privadas, como que le sirvieran de asistentes que bien podían buscarle un apartamento para alquilar, conseguirle entradas a algún partido o ayudar a su esposa a buscar empleo.

Ante la multitud de denuncias y señalamientos, muchos parlamentarios republicanos han perdido la paciencia.

«Alarmante»

Hasta ahora, Donald Trump ha apoyado a Pruitt, quien ha abolido todas las regulaciones medioambientales que ha podido y fue uno de los más fervientes defensores del retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París.

Pero los vientos están cambiando. El 15 de junio Trump afirmó que Pruitt estaba haciendo un «trabajo fantástico», pero «para ser honestos, no estoy contento con algunas cosas».

Y el martes Hogan Gidley, portavoz de la Casa Blanca, le dijo a un grupo de periodistas: «Conocemos los reportes de prensa y el presidente los está estudiando». «La información es alarmante», agregó.

Estos cambios recuerdan a otros casos en los que el funcionario señalado terminó saliendo del gobierno.

En septiembre el presidente dejó ver que no estaba contento con su secretario de Salud, Tom Price, después de varias revelaciones sobre sus gastos en desplazamientos aéreos. El funcionario terminó renunciando poco después.

Algo similar ocurrió con David Shulkin, quien estaba al frente de la cartera de Asuntos de los Veteranos, y la salida de Rex Tillerson, exsecretario de Estado, también estuvo precedida de algunos señalamientos públicos.

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