@arpassv
El incremento de la violencia pandilleril y los condenables ataques contra agentes de seguridad pública (policías y soldados), viagra exigen la superación definitiva de los intereses sectoriales y la prevalencia de una perspectiva de país frente al grave problema delincuencial.
No se vale que frente a esta delicada situación de criminalidad, sovaldi sale los grandes empresarios sigan negándose a pagar un impuesto especial para la seguridad, la Sala Constitucional continúe bloqueando los ingresos estatales para combatir la delincuencia y que los medios hegemónicos sigan haciendo apología de la violencia.
No se vale que ARENA continúe oponiéndose a reformas tributarias o préstamos para programas de prevención de la violencia, que la Fiscalía y el Sistema Judicial continúen perpetuando la impunidad, y que algunos sectores sigan sin indignarse y permanezcan indiferentes.
Es momento de que todos asumamos nuestras tareas: gobierno, partidos políticos, fiscales y jueces, empresarios, universidades, medios de comunicación, iglesias, organizaciones ciudadanas y población en general. Todos activos: implementando políticas públicas, legislando, procesando judicialmente, pagando impuestos, investigando y elaborando propuestas, informando con perspectiva de solución al problema, promoviendo la prevención y la reinserción, organizando y movilizando.
Hay un programa guía, el “Plan El Salvador Seguro”, elaborado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia. Éste contiene más de 100 propuestas sobre prevención de la violencia, control y persecución penal, rehabilitación y reinserción, atención y protección a víctimas, y fortalecimiento institucional, muchas de las cuales ya están implementándose.
Frente a un problema cuya solución requiere sentido de unidad nacional, es obsceno el interés de lucro, la raja política y el cálculo electoral. A mayor indiferencia y mezquindad, habrá mayor violencia e inseguridad.
La sangre de los que mueren todos los días es un llamado desesperado a que abandonen sus miserias los que no quieren aportar a la solución o –peor aún– sabotean los esfuerzos de los que sí hacen algo: bloqueando el financiamiento, conspirando contra los esfuerzos gubernamentales o sembrando la desesperanza.
Se necesita, pues, un cambio de actitud. El país –al que le cantamos un himno y le llamamos patria– es de todos, y todos lo queremos seguro. Hagamos el esfuerzo colectivo, antes de que sea demasiado tarde.