Javier Alvarenga
Pigmento, sal, aserrín en grandes cantidades, guacales plásticos repletos de la mezcla de colores, más de treinta y cinco jóvenes trabajando arduamente por seis días consecutivos. La finalidad, seguir destacando tradición con más de cuarenta años consecutivos. La alfombra más grande de El Salvador, trecientos metros de puro color, esfuerzo, arte y disciplina que se refleja en las manos de los sensuntepecanos que participan en su elaboración. Además de destacar la tradición religiosa ejerce un sincretismo, dando un fuerte mensaje a hechos actuales que agobian la realidad mundial, como es los bloques en conflicto bélico; así, lo describe uno de sus organizadores, además de seguir destacando, la laboriosidad de los médicos contra la lucha de la pandemia. La tarde seguía bajando, el calor iba cediendo ante una sospechosa brisa con síntomas de lluvia, aun así, siguieron preparándose para el paso de la vía crucis, los pobladores de los caseríos cercanos caminaban, acercándose, dando a entender que será una noche aglomerada llena de tradición, velas, silencio, siguiendo el Santo entierro, que no fue detenido, ni por los segundos de lluvia que golpearon sutilmente la firme alfombra repleta de relieves, acto que destaco a un pueblo fiel a sus convicciones.
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