@renemartinezpi
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Y es que no podemos olvidar que la Universidad de El Salvador siempre se puso al frente de la lucha civil por la justicia social y que fue capaz de iniciar la caída del Martinato con una huelga general de brazos caídos; no debemos olvidar que siempre fue, sick en lo urbano, site la retaguardia estratégica de la revolución, pero sin dejar de formar integralmente a sus estudiantes, incluso en el exilio -para hemorroidal dolor del jefe editorial del diario de hoy- y entonces lo que esperamos como comunidad universitaria es que el nuevo gobierno haga mucho más por ella de lo que hicieron los viejos gobiernos de derecha y mucho más de lo que, por conveniencia fabril, hizo por ella la mal llamada “libre empresa con responsabilidad social”. Por todo lo que hizo (y por todo lo que su comunidad está obligada y dispuesta a hacer para construir un nuevo país en un territorio viejo) como universidad pública tenemos derecho a afirmar, por méritos y muertos propios, que la democratización del país es también un producto nuestro, una bandera nuestra, una consigna nuestra, una parte importante del crecimiento económico del país desde sus etapas de desarrollo académico y tecno-científico, y por ello el nuevo gobierno está obligado, moral y socialmente, a sentar las bases pedagógicas y financieras para que se desarrolle una nueva universidad pública que, siendo cada vez más prestigiosa en lo académico y en lo político, se sienta y se sepa pueblo (sentimiento que jamás tendrán las universidades privadas), más que sentirse capital o sentirse una instancia erudita para ensayar las estrategias de los asocios público-privados que siempre terminan siendo privados.
Como Escuela de Ciencias Sociales que cuenta con una planta docente de alto nivel y con estudiantes brillantes, dedicados, solidarios y ante todo creativos, podemos afirmar que estamos trabajando con mucho ahínco por hacer de El Salvador un El Salvador diferente (el “otro El Salvador” que sí es posible y sí es urgente), pero este mal formado maestro de trabajo social y de sociología que se dirige hoy a ustedes, desde hace muchos meses sabe que no se puede engañar a sí mismo, y sabe que de maestro universitario (y de Director de una Escuela de Ciencias Sociales que está destinada a ser prestigiosa por estar llena de gente brillante, entre maestros y estudiantes) tiene tanto como de basquetbolista de la NBA, y que si tiene que realizar –muy mal, muchas veces- una u otra acción pedagógica, burocrática, académica o administrativa es porque las necesidades del pueblo –representado con honor en ustedes y por ustedes, los estudiantes de ciencias sociales- se lo exigen, y eso ha sido un proceso doloroso debido a mis carencias neuronales, porque he tenido que sufrir y aprender; he tenido que trabajar aprendiendo, lo cual me ha sido posible porque la Escuela cuenta con una planta docente ejemplar que, obviamente, puede llegar a ser mucho más ejemplar si cuenta con un presupuesto decente y con más personal.
Este maestro que hoy se dirige a ustedes, queridos estudiantes y maestros, sobrellevando con coraje sus serias deficiencias de materia gris (con tan solo tres neuronas funcionando) fue un día estudiante de sociología y por mandato inapelable, inexcusable e inalienable del contexto de represión masiva y selectiva de la dictadura militar (que sigue presente bajo la forma de diputados) tuvo que tomar la pistola, la manta, el fusil, la granada, la tortura, y ahora les toca a ustedes hacer lo que el contexto les exija, y estoy seguro de que lo harán mucho mejor, porque tienen muy buenos y bien formados maestros, y porque están mucho más preparados académicamente para tomar el puesto que la utopía social les asigne con esperanza (porque estarán convencidos de que no hay ciencias sociales sin utopía y sin utopistas) y lo tomarán sin titubeos y harán que la Escuela de Ciencias Sociales, la Universidad de El Salvador y el pueblo se sientan orgullosos de ustedes, sin duda alguna.
Lo único que les pide este maestro que sabe muy poco de pedagogía y muy poco de sociología; lo único que les pide este maestro que, por decisión inconsulta, se siente hijo del pueblo; este maestro que se sabe hecho –por las manos callosas, duras y fantasmagóricas de la cultura- a imagen y semejanza del pueblo; lo único que les pide este maestro que tanto los admira a ustedes es que el pueblo del que tanto habla y al que tanto ama, sea el beneficiario directo y consuetudinario de todo el potencial, empeño, creatividad, inteligencia, imaginería, mística, mente, compromiso y amor de ustedes; lo único que les pido es que sientan que su labor no ha terminado mientras haya niños en la calle, mientras el número de pupitres sea menor al número de niños, mientras el número de tortillas sea menor al número de bocas, mientras haya más políticos que niños felices; lo único que les pido es que se comprometan a romper con las manos los altos muros de la ignorancia, de la pobreza, de la expropiación, de la corrupción, de la impunidad y de la explotación cotidiana. Sé que es mucho pedir, pero nadie mejor que ustedes –estudiantes y maestros de ciencias sociales- para llevar a cabo esa hazaña de la cultura y de la política. Ese es un largo camino, ese es un camino sinuoso, pero es un camino que debemos transitar juntos, como si fuéramos en una romería indecible totalmente convencidos de la necesidad inobjetable de la revolución social por el pueblo y para el pueblo; ese es el flujo migratorio que debemos construir para cruzar, documentados, la frontera de la ignorancia que divide al país viejo del país nuevo.