Fidelina Martínez Castro
En El Salvador, por varias razones, ser mujer es sumamente peligroso, lo cual se ilustra en: la cantidad de feminicidios, las mujeres criminalizadas por interrupciones de embarazos, las niñas y mujeres abusadas sexualmente, las menores torturadas con embarazos impuestos, las limitaciones que falsos moralistas imponen a las mujeres para que no puedan tomar sus propias decisiones y la impunidad favorecida por las instituciones del Estado que no siempre investigan y castigan a los infractores de los derechos humanos de las mujeres.
Generalmente, cuando se trata de criminalizar a las mujeres por interrumpir embarazos impuestos, quienes opinan sobre las mujeres que los hombres embarazan, son hombres (abogados, médicos, sacerdotes, pastores religiosos y otros), quienes, con doble moral, condenan a las mujeres que interrumpen su embarazo, obligadas por diversas circunstancias, como precariedad, ignorancia, vergüenza, angustia, miedo, desesperación u otros estados psíquicos que las mujeres en esas condiciones sufren.
En este caso también la justicia, metafóricamente, se puede comparar con la serpiente que muerde a las descalzas, porque las castigadas son mujeres pobres, con muchas limitaciones, que no tienen las comodidades, orientaciones y condiciones que pueden tener otras mujeres que, haciendo coro con los hombres, condenan a sus congéneres, que son mujeres humildes que no tienen poder económico, mucho menos político, para exponer sus razones para rechazar una maternidad impuesta.
Es terrible la presión de medios de comunicación (que casi siempre están alineados con los que les compran publicidad), de las iglesias (que con diversos planteamientos siempre están manteniendo el sometimiento de las mujeres) y de las personas y grupos que dicen sufrir por los no nacidos, personas que en su vida cotidiana no sienten ningún sufrimiento por niñas y niños ya nacidos que, por pobreza, abandono y/o falta de oportunidades, sufren y hasta mueren en el medio rural, en las comunidades paupérrimas o en el medio urbano, atontados por acetona o accidentados por trabajar de lo que sea en las calles; todo ello no les altera para nada, y tampoco hacen acciones que dignifiquen la calidad humana de las mujeres a quienes se les niega el atributo de libertad de conciencia para decidir sobre su reproducción.
Movimiento por una Cultura Laica (MCL), correo: [email protected]