SI ALGUIEN LLORA EN MI ENTIERRO, NO LO VUELVO A SALUDAR
LAS VIVENCIAS DEL PAYASO LAPICERO
Marlon Chicas El Tecleño Memorioso
“Cuando pienso en el dolor que hay en el mundo, agradezco tener una oportunidad inaudita de poder hacer nacer una sonrisa, una risa. La pista es un rincón del paraíso donde los clowns entramos para hacer olvidar a los demás y a nosotros mismos las desdichas” (Annie Fratellini)
Edgar Enrique Mejía López, conocido como el payaso Lapicero, nació en Santa Tecla, hijo de doña Herminia Mejía, una humilde mujer que con sacrificio y amor sacó adelante a sus 10 hijos, sin imaginar que uno de ellos se convertiría en payaso, Lapicero creció en la pobreza como muchos, lo que nunca desdibujó una sonrisa en él.
Su vocación al clown nació de su asidua asistencia a las carpas, aprendió los sketches (Escena de corta duración y tono generalmente humorístico), de grandes payasos, iniciativa que lo llevó a junto a sus amigos de la colonia a conformar su primer grupo de payasos, visitando escuelas públicas de Santa Tecla a su corta edad.
Participó en las veladas de su escuela Daniel Hernández de Santa Tecla, se inició en el mundo del clown como el payaso Cascurriche, bautizado por su hermano José Mejía (+), en alusión a un sujeto de alta estatura y piernas corvas, ingresó al grupo Generación 84 de la colonia San José del Pino, donde conoce a Jorge Eduardo Alvarenga, “Chilillo pocas Hojas”, quien le recomienda a cambiar de nombre a “Lapicero poca Tinta”, por su complexión delgada hasta la fecha.
Ha alternado con grandes payasos como Carlos Sandoval “Pizarrín”, a quien conoció en una fiesta de cumpleaños debiendo suplirlo por algunos minutos en una fiesta privada en un prestigioso club social, logrando el reconocimiento de Pizarrín, quien, le invita a participar en algunos programas del extinto “Jardín Infantil”, compartió escena con Alfredo Cárcamo Melara “Prontito” (+), Arístides Alfaro Samper “Chirajito” (+), y Salvador Vega Hall “Tío Periquito” (+), de igual forma ha sido conductor del programa el Taller de Nazareth, en una radió católica del país.
No todo ha sido miel sobre hojuelas en su vida, con nostalgia recuerda la noticia del fallecimiento de su amada madre, estando en una presentación del grupo Generación 84, así como otras que prefiere callar, aplicando la frase de Charles Aznavour “El show debe continuar”, lo que refleja que el payaso se debe a su público a pesar del dolor en su corazón.
Muchas veces se escucha la expresión peyorativa “Eres un payaso”, a lo que Lapicero reflexiona: “El payaso es un arte, digno y hermoso, me gusta lo que hago, estoy enamorado de mi personaje, no niego que se sufre, en ocasiones presentamos una sonrisa por fuera, pero nadie sabe que por dentro estamos destrozados, esa es la vida de un payaso, hacer reír a la gente”.
No se arrepiente de ser payaso, “Si volviera a nacer lo volvería hacer”, actualmente ha entregado su vida a Cristo, por lo que su vocación tiene otro sentido “El mejor regalo que Dios me ha dado, es robarles carcajadas a las personas, es lo más satisfactorio que se tiene en la vida”, un merecido tributo a mis colegas circenses que, con sus ocurrencias y maquillaje exagerado, ayudan al ser humano olvidar por unos momentos las etapas tristes de la vida.