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Si no creyera en la esperanza…

Juventud Rebelde  

Junto con otras palabras, hospital esperanza es un  término clave si se habla de la Revolución Cubana. Pueden arrostrarse múltiples problemas, cialis sale librarse batallas ciclópeas, viagra sale siempre y cuando se entienda el sentido de todo el esfuerzo y se aviste la luz en el camino.

 Pero lo que convertiría cada empeño en imposible, cada paso en seguro desplome, sería la ausencia de la esperanza. Por eso brilló en todo su esplendor, durante las horas más oscuras de lo que hemos dado en llamar «período especial», la decisión de un cubano tan comprometido y sensible como el reverendo Raúl Suárez, quien cuando hablaba a pocos o a muchos coterráneos, decía negarse de cuajo a que le arrebataran la esperanza.

 Era algo así como un «ahí sí que no…». Era un plantarse,  porque perder a la señora de las posibilidades, dejar de creer en ella —«si no creyera en la esperanza…», nos ha cantado el inmenso Silvio—, entrañaba y entraña la derrota, el vencimiento.

Durante la primera quincena de este diciembre, en las provincias de La Habana, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Granma y Santiago de Cuba, nuestro diario emprendió una expedición con tres preguntas, buscando justamente si la esperanza todavía habita allí en lo profundo y sólido de nuestra resistencia, allí donde otros términos salvadores como «inspiración», «ilusión» y «anhelo» obran prodigios.

 La Revolución abrió una hermosa etapa de esperanza para los cubanos: ¿Sigue despertando el mismo sentimiento? ¿De qué fuentes, hablando de país, se alimenta ese estado espiritual? ¿Cuáles amenazas podrían debilitar esa premisa imprescindible para seguir luchando y venciendo?

 Cubanos menores de 35 años de edad compartieron sus puntos de vista a partir de tales preguntas. Desde las provincias mencionadas, confesaron su sentir estudiantes universitarios, de nivel medio o de especialidades técnicas, amas de casa, obreros, trabajadores por cuenta propia, maestros, jóvenes desvinculados, dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM).

 Incursionar indagatoriamente desató múltiples aristas del pensar. Y de todo ello, a pesar de la diversidad, algunas tendencias pudieron ser definidas: resulta recurrente el anhelo por que la economía de la Isla mejore, pues de esa suerte dependen los proyectos futuros de la agenda individual y colectiva.

 Lo otro que afloró con fuerza es el agradecimiento por medidas recientes tomadas en el país, las cuales impactan en sectores de gran sensibilidad como el de la vivienda o el transporte, o han hecho posible la apertura del trabajo no estatal.

 Aunque no son pocos quienes desean acogerse a las oportunidades que ofrecen las nuevas figuras del trabajo por cuenta propia, existe un grupo que desea mantenerse vinculado a sus profesiones en el sector estatal, pues a pesar de las actuales adversidades del bolsillo, sienten amor por lo que hacen y no renuncian a la aspiración de alcanzar un nivel de vida aceptable a través de su desempeño.

Otras tendencias

 La Revolución, según develó el sondeo, sigue despertando esperanzas entre los jóvenes. Y eso desde lo cotidiano se traduce, al decir de muchos de ellos, en un batallar que busca mejores condiciones de vida.

 Un grupo importante coincide en que la Revolución es un proyecto de futuro, o cual no es excluyente con el enfoque de que los tiempos actuales traen impronta propia y ponen a prueba, sin negar los sueños colectivos, la capacidad individual de cada cubano.

 Entre las opiniones que apuntan a eso que los especialistas denominarían «fortalezas», se incluye la certeza que acompaña a muchos sobre la coherencia del pensamiento de los líderes de la Revolución, lo cual implica seguridad y confianza si se trata de quienes guían los derroteros del país.

 Los entrevistados aluden, entre otras realidades que abren paso a múltiples posibilidades, al respaldo del pueblo al proceso revolucionario, a conquistas como el derecho de todos al sistema educacional y al de salud gratuitos, a la garantía de un empleo para cada graduado, y a la preponderancia de los valores morales positivos en la sociedad, a pesar de que otros, negadores de la virtud, han ganado espacio en estos años de resistencia.

 Por otra parte, algunas opiniones señalan eso que los estudiosos definirían como «amenazas», y que terminarían dejando poco espacio a la esperanza: la posibilidad de que la juventud, como motor impulsor de la Revolución, quedara a la vera del camino; la corrupción como mal que carcoma toda columna moral; no saber distinguir entre educación e instrucción; un desánimo que nazca de la imposibilidad de revertir esa situación torcida por cuenta de la cual el trabajo no es muchas veces el canal legítimo de acceso al bienestar y al «éxito».

Otras insatisfacciones y preocupaciones apuntan a un trabajo político ideológico no exento de formalismos; a vicios como la apatía, el desinterés y el no hacer el trabajo a conciencia; que no haya más personas vinculadas a la producción de bienes y servicios; y que el enemigo, que no descansa, aproveche cada brecha dejada por nuestras ineficiencias para urdir sus tramas en contra del mejoramiento de la sociedad cubana. 

Ideas y emociones en La Habana

 La Revolución dio esperanza a los pobres, nació para el beneficio del pueblo, y en tal sentido se convirtió en guía para el mundo, comenta Rebeca Mederos, informática de 29 años. Afirma que el regreso de los Cinco hace recordar alegrías inmensas como las vividas en enero de 1959, sin pasar por alto el acuerdo para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.

 Ella recuerda la lucha por el regreso de Elián y se alegra de que la juventud haya podido vivir momentos como los de este diciembre, cuando la Revolución ha dejado en claro, otra vez, su esencia de justicia, su defensa de la esperanza. «Si trabajamos duro, lograremos ser uno de los pueblos más admirados del mundo. Trabajar con eficiencia y garantizar bienestar a todos es de seguro lo más añorado».

 En una parada de ómnibus, Frank Valdés Aguirre, de 31 años y también informático, expresa, a propósito de la esperanza, que este ha sido un fin de año inesperado, por las noticias: el regreso de nuestros tres hermanos y el anuncio del acuerdo de restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. «Parece abrirse una época de esperanza para Cuba, siempre que ellos (los vecinos) se integren con la intención de que primen el respeto mutuo y el sentido de la solidaridad, como han hecho los pueblos de América Latina».

 Aunque optimista y decidido a no dejar los caminos de la superación profesional, Antonio Castro Delgado, de 22 años, estudiante de cuarto año de Economía en la Universidad de La Habana y jefe de brigada de la FEU, confiesa preocupación por la complejidad que implican los cambios en la economía cubana. «Sé que habrá que librar batallas contra vicios como la corrupción. Quiero que mi futuro sea en Cuba y quiero progreso para ella. Si me preguntan qué características de la Revolución alimentan ese sentimiento llamado esperanza, diría que aquí siempre estaremos protegidos, que no habrá nadie desamparado».

 Es indudable que la Revolución abrió una puerta amplia a todos los sectores sociales, especialmente a los jóvenes, argumenta Robersi Armenteros Pérez, estudiante de tercer año en la Facultad de Historia de la Colina.

 Robersi alerta sobre cómo los jóvenes han sido foco de las acciones enemigas encaminadas a desvalorizar el proyecto social cubano. «Lo vemos en todas la denuncias que se han hecho, en los planes de la Usaid; no podemos estar ajenos, dar la espalda a esa información».

 Gabriela Castillo Rodríguez, de 20 años y estudiante de tercer año de Historia en la Universidad de La Habana, entiende que Cuba necesita cambios desde lo económico. «Se están haciendo y todos deseamos que sean más rápidos, pero a veces cuesta trabajo entender que todo lleva su paso».

 Desde lo social —añade Gabriela— se van notando marcadas diferencias en los niveles de vida de las personas, los cuales van resultando inevitables, pero la protección esencial a la vida, el derecho de aprender y de tener salud, son una conquista para todos.

 Para Jairo Millo Gómez, estudiante de quinto año de Derecho de la Universidad de La Habana, la esperanza radica en que el país ha ido cambiando. «Tenemos un tesoro que no todos saben valorar: por nacer en Cuba ya está garantizado estudiar y graduarte en lo que desees, si te lo propones».

 Jairo, como futuro abogado, sostiene que «la Revolución es igualdad, es pensar en la mayoría». Él está entre quienes creen que los jóvenes deben conocer cómo funciona la política del país, pues a veces en las reuniones, en los contactos con las nuevas generaciones, no se dan las respuestas adecuadas, convincentes, a las diversas inquietudes. Cuando los problemas no son afrontados con claridad y valor, se puede recalar en la apatía.

 A sus 24 años, la ama de casa Mayla Estévez Miranda tiene la ilusión de que su país pueda salir adelante: «Lo veo en los cambios que se han decidido, en la apertura de muchas cosas que nos tenían “trabados”, pero todavía queda mucho por hacer. No soy de las que ahora aporta, soy madre con una bebita de tres meses de nacida. Veo, entre las amenazas para la esperanza, que alguien sienta que aquí no puede vivir. Y aquí uno puede vivir y ser feliz: mi salud y la de mi bebé estuvieron y están garantizadas. Que tenga más o menos ropita, más o menos linda, no es lo urgente. Duermo tranquila porque sé que si mi hija lo necesita, tendrá la mejor atención del mundo y sin costo alguno».

 La revolución sigue siendo eso, revolución

 A la psicóloga Annia Poblador Serguera, de 31 años, la Revolución continúa inspirándole el mismo sentimiento que pudo despertar en los cubanos en 1959.

 Cree que pese a dificultades y errores cometidos, el proyecto cubano se encamina al perfeccionamiento en acciones y políticas que mantienen como principal objetivo el bienestar del ser humano. Considera que si en algún momento existieran actitudes y procederes inadecuados de quienes dirijan, prácticas demagógicas o un gobierno que no sea revolucionario, podría ponerse en peligro la esperanza.

 En Santiago de Cuba, José Vladimir Sarmiento, de 22 años y estudiante de cuarto año de Derecho de la Universidad de Oriente, sostiene que «la Revolución sigue siendo eso, Revolución: cambio constante, experimentación». Cree que despierta buenos ánimos en torno a alternativas de mejoría, de búsqueda de mejores condiciones de vida a través de la preservación del hombre y los principios que defendemos.

 Para él la esperanza podría verse amenazada por una sensación de estancamiento, de quedarnos con tan solo una idea, con un modo de pensar que no permita abrirnos a otras posibilidades de mayores resultados. Afirma que la falta de participación popular podría ser otra amenaza y que tiene sumo valor seguir discutiendo las políticas del país en las asambleas del Poder Popular.

 Al santiaguero Ernesto Leliebre, ingeniero informático de 27 años de edad, la Revolución le ha aportado la posibilidad de superación tanto en la vida profesional como social. Es alentador para él haber sido electo como dirigente juvenil en una importante entidad de las ciencias como el Centro de Biofísica Médica y que sus puntos de vista sean escuchados.

 Ernesto alerta sobre la actitud de quienes buscan obtener dinero fácil y son partícipes de la corrupción, mal en el cual la juventud se adentra a veces sin reparar en las consecuencias negativas que ello entraña para la sociedad.

Sin trabas para los sueños

 Maxiller Martínez Tovar soñó siempre con tener su negocio. Graduado como técnico medio en Servicios Gastronómicos, trabajó en el sector estatal hasta que en 2011, con la apertura hacia nuevas formas de gestionar la propiedad, abrió un pequeño restaurante. Lo que comenzó siendo un local para unos pocos comensales es hoy una de las más prestigiosas paladares de Cienfuegos, sueño hecho realidad para quien todavía no ha cumplido los 30 años.

 «A pesar de las dificultades en cuestiones burocráticas, ya sea por desconocimiento o por resistencia al cambio de algunos, es una intención del Gobierno apoyar a quienes comenzamos en esta nueva forma de gestión económica», dice Maxiller.

 Y añade: «Me interesa la prosperidad del lugar donde trabajo, y el buen trato a quienes buscan pasar allí un rato agradable en familia o en pareja. La Revolución, por suerte, no pone trabas para cumplir mis sueños».

 Hablando de sueños se suma la historia de Víctor Alfonso Cedeño, a quien le obsesiona la realización audiovisual y que el público disfrute con los personajes que crea. Graduado como arquitecto en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, su mayor satisfacción la encuentra dibujando animados. Es el autor de la serie Danny y el club de los berracos, cuyos capítulos recorrieron la Isla a través de memorias flash.

 «Añoro, comenta, descubrir en los productos audiovisuales el universo cubano, lleno de personajes pintorescos. Creo que las series, aventuras, animados e incluso novelas de años atrás eran más atractivos».

 A Vito, como le llaman sus amigos, no le interesa irse de su país. «Cuba está muy rica para hacer cosas. A veces me preguntan: ¿Qué tú quieres cambiar? Y yo respondo que Cuba es un gran terreno para crear».

 

¿La esperanza?: inalterable en lo esencial

 No todos piensan igual. Algunos dicen que durante años la Revolución abrió un camino de inmensas posibilidades y estiman que los tiempos nuevos ponen a prueba la capacidad individual para que cada quien se abra paso en la vida, de manera que los de mayores facultades y habilidades tienen la fortuna de prosperar. Otros creen que la esperanza es directamente proporcional a la suerte corrida hasta el momento. Unos terceros hablan de un estancamiento en las ilusiones, del que se saldrá en el futuro «con una mejor economía nacional».

 El granmense Isdel Rodríguez es de los del primer grupo. Cuentapropista de 30 años, ha visto florecer sus finanzas «desde la honradez, sin hacerle daño a nadie». Para él, «la Revolución ha demostrado flexibilidad», y eso hizo posible que explorara fórmulas que antes parecían utópicas.

 Elizandra Rodríguez, también de Granma, ama de casa de 24 años, expone con lenguaje sencillo que la Revolución continúa siendo un faro para los humildes, pero que tiene entre sus amenazas la mentalidad de algunos grupos que han hecho dinero mal habido y han cultivado cierto «complejo de superioridad».

 Para la granmense Dayana Cedeño, de 26 años y dirigente de base de la UJC, la esperanza abierta por la Revolución se mantiene, aunque ha cambiado de matices por las realidades impuestas a partir del período especial. «Seguimos naciendo con el derecho a la salud, a la cultura, a la educación, pero las coyunturas no son las mismas de antes».

 Ella asegura que otro sistema social no abriría las ilusiones como el nuestro, «imperfecto, con errores, pero enfocado en el ser humano». Y menciona entre las amenazas de cara al futuro la poca preparación cultural y político-ideológica de un segmento de la juventud.

 Líber Fernández, maestro de 30 años en Granma, aborda la situación de las aulas cubanas antes de 1959: «Los salarios de los maestros eran míseros y muchos no tenían empleo. Hoy hay maestros que se mueven a otros sectores, pero la inmensa mayoría ama la profesión. No estamos desesperanzados».

 Precisamente, entre los peligros para el presente y el futuro señala uno vinculado a las aulas. «Todavía muchos confunden instrucción con educación. Debemos mejorar en esta última, porque en muchos casos la escuela no ha logrado educar bien».

 De la misma provincia, Alexeis Rodríguez, desvinculado y de 30 años, dice que «la esperanza es lo último que se pierde» y que la suya sigue inalterable. «Creo que seremos un gran país, pero no se puede pensar como hace 50 años».

 Sobre las buenas noticias que han provocado emoción y alegría en la Isla, Lisandra Hechavarría Hidalgo, bayamesa de 28 años y graduada de Comunicación Social, expresa que lo sucedido en los últimos días demostró las inmensas razones que tuvo y tiene Cuba en la defensa de sus principios. «Sin ética es difícil cultivar una esperanza verdadera. Pienso que ahora podemos crecernos desde nuestra cultura e intercambiar sin miedos, con respeto».

 

Privilegio de pertenecer a esta nación

 

Alejandro Clemente Triana, de 23 años, no tiene mucho tiempo para sí. Siempre va de un lado al otro en la Universidad José Martí de Sancti Spíritus. Entre las responsabilidades como presidente de la FEU de su centro y las de alumno ayudante, las 24 horas del día se le vuelven breves y tensas.

 Clemente, como todos lo nombran, ama su carrera: Biología Química. Por ello siempre prioriza en su agenda la impartición de clases prácticas a segundo año de la especialidad y la preparación de laboratorios.

 «La oportunidad de obtener saberes y conocimientos, afirma, ha sido de las grandes posibilidades que me ha dado la Revolución. Por eso me mantendré vinculado a la profesión que elegí: el magisterio», dice.

 Sobre los peligros que puede enfrentar la esperanza, opina que «en el camino hay obstáculos y amenazas; pero solo se truncarán nuestros proyectos si lo permitimos».

 A la noticia expandida como pólvora por las redes sociales este 17 de diciembre, Rosana Zamora Hernández no daba crédito. «Creo que aunque esperé ese hecho, no estaba preparada. Sentí un apretón en el pecho y pensé que moriría de tanta alegría», expresa aún con los ojos humedecidos esta espirituana de 26 años.

 El hecho significa, para ella, un antes y un después de la historia cubana. Sabe bien que desde su profesión, el periodismo, le toca ser consecuente con el futuro de la nación, que una vez más demostró la lealtad a los hombres que la enorgullecen.

 El regreso de Tony, Gerardo y Ramón ha significado un aliento para los cubanos de dentro y fuera del país, porque ellos demuestran con su actitud que, pese a los años de encierro, no pierden esa necesidad de servir a la Patria.

 «Hoy Cuba no es la simple Isla, aislada como se podía ver en otros tiempos», enfatiza Rosana, y afirma que todo lo que implica la palabra cubanía, allí donde contamos con la fuerza moral y la sensibilidad de hombres infinitos como Martí y Fidel, da motivos suficientes para querer ser siempre parte de esta nación.

 Pero Rosana está despierta y alerta: «Jamás se podrá permitir la injerencia extranjera. Tenemos la responsabilidad de hacer un país mejor, de construir nuestros proyectos de vida en nuestros escenarios, hacerlos posibles para lograr disminuir los índices de emigración en busca de esa “vida perfecta” que nos venden otros. No podemos permitir que el aroma del capitalismo se cuele en las casas de la Cuba del presente y del mañana».

 

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