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Santiago Leiva
@DiarioCoLatino
Le ganó México a Jamaica y se convirtió en el dueño legítimo de una Copa de Oro envuelta en un aura de polémica. Nadie podrá olvidar la forma “sucia” y descarada como los árbitros limpiaron el camino de los aztecas para llevarlos a la final.
De ahí que, rx aunque Miguel “el Piojo” Herrera y la hinchada mexicana festejen y se quiten el sombrero ante el golazo conseguido anoche por Andrés Guardado, atrás queda una estela similar al humo que dejan los aviones cuando surcan las nubes. Sin duda, nadie pasará por alto la forma cruel como el arbitraje se sacudió a Costa Rica y Panamá para abrir el paso a los charros.
Anoche, en el Lincoln Financial Field de Filadelfia, México le ganó con contundencia a los jamaicanos. Solo les convirtió tres goles, pero pudieron ser cuatro o cinco si hubieran concretado las oportunidades que crearon, sobre todo, en los últimos 20 minutos.
Pero no todo fue color de rosa para los aztecas. Si bien, hoy hay festejo, lo cierto es que anoche, ante los “Reggae Boyz”, los pupilos del “Piojo” dejaron un mar de dudas en los primeros 20 minutos y el final del primer tiempo.
Jamaica, con un fútbol ordenado, salida limpia y velocidad por las bandas, puso a México contra las cuerdas. Tanto que los primeros 20 minutos se jugaron en la parcela azteca y las ocasiones de gol pasaron frente a las narices del portero Guillermo Ochoa.
Sin embargo, el empuje y monopolio del balón por parte de los dirigidos por el alemán Winfried Schaefer no tuvo premio y México, poco a poco, se sacudió el dominio y cobró la factura.
La primera gran ocasión de los mexicanos fue un testarazo de Jesús Corona, que amenazó con entrar en la esquina y que obligó el vuelo del portero Ryan Thompson para evitar la anotación. Eso ocurrió solo segundos antes de que Andrés Guardado anotara uno de los mejores goles del torneo.
El capitán del “Tri” aprovechó un servicio de Paul Aguilar para acariciar la pelota con su guante de seda y mandarla a guardar al fondo de la red jamaicana. Media hora marcaba el cronómetro del árbitro salvadoreño Joel Aguilar Chicas y México ya acariciaba el trofeo.
Con el orgullo pellizcado, los caribeños volvieron a la carga. Rodolph Austin empujaba por el centro y Garath Mccleary desbordaba por derecha y centralizaba buscando a Giles Barnes que se movía como punta de lanza. Una vez más, México lucía agobiado y lejos de la figura de “gigante” de la CONCACAF.
La inyección de cafeína de los jamaicanos, no obstante, solo alcanzó para cerrar un buen primer tiempo, un episodio en el que el mismo reloj se convirtió en aliado para los aztecas.
Desorbitados
La etapa complementaria no pudo iniciar peor para los jamaicanos. Michael Héctor, el centinela que cuidaba la cabaña, se durmió y Corona aprovechó para robarle la pelota, enfilar al marco y decretar el 0-2, apenas en el primer minuto del segundo tiempo.
Jamaica absorbió el segundo mazazo sin inmutarse, siguió jugando con relativa tranquilidad, presionando cuando no tenía la pelota en su poder y tratando de asociarse cuando se ponía frente al marco de Ochoa. Era precisamente en la puntada final en la que fallaba. Nunca se encontró cómodo para probar de larga distancia, y los centros sobraban o encontraban pierna rival.
Fue en ese “ir y venir” que México encontró el gol de la tranquilidad y, de nueva cuenta, tuvo a Héctor como protagonista. El zaguero se enredó con un balón que quedó servido para Oribe “el Cepillo” Peralta fusilando a Thompson en el ´61.
En adelante, Jamaica perdió los papeles y el balón pasó a entero dominio de los mexicanos que, a base de toque y sociedades, superaron en repetidas ocasiones a la zaga caribeña, pero se toparon con Thompson que evitó la goleada.
Jamaica encontró el tanto del consuelo en el ´79, después de una gran corrida y gambeta de Darren Mattock, que le quebró la cintura a Francisco Rodríguez, dejando para la foto a Memo Ochoa.
En adelante, el juego se diluyó entre las intenciones de Jamaica por descontar en el marcador y de México por lograr un tanto más que borrará cualquier duda.
“Sí se pudo, sí se pudo”, gritaba la hinchada mexicana en las gradas, mientras los jugadores se inmortalizaban en postales con la polémica copa en brazos.
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