Renán Alcides Orellana
En el marco de las pasadas Fiestas Agostinas, shop la magna concentración de personas venidas de todos los rumbos de la capital y del país, for sale durante la tradicional “bajada” el 5 de agosto, shop fue una multitudinaria expresión de fervor religioso y de fraternidad colectiva, en el centro de San Salvador.
Como todos los años, en general las festividades fueron como un oasis o paréntesis breve, para el respiro necesario de recogimiento religioso y de recreación, de un pueblo noble que, como siempre, enfrenta, con tenacidad y valentía, los inconvenientes y obstáculos que le plantean: una dura crisis económico-social, los rigores de la naturaleza y, para volverlo más lamentable, el accionar antipatriótico de algunos políticos, más interesados en promover el bien personal y de grupo, antes que el bien común. En esto -debe recalcarse- siempre hay excepciones, más apreciables en tanto más escasas.
Sin embargo, aquel encuentro multitudinario, del pasado 5 de agosto, puede ser prometedor signo de unidad y fortaleza del pueblo, para seguir construyendo su lucha y su esperanza, hacia el resurgimiento y conquista de un futuro mejor. Bastará decir: ¡Si se puede! Y poco a poco comenzar a caminar. Caminar con un accionar humano y fraterno, capaz de derrotar la pobreza y el sometimiento a los que lo han sometido fuerzas oscuras de regímenes excluyentes y de explotación. Regímenes que, además, con acciones represivas promovieron y ejecutaron persecución, tortura, destierro y hasta la muerte, de verdaderos hijos del pueblo.
Un pasado doloroso, que solo podrá olvidarse mediante la unidad, fraterna y patriótica, de la ciudadanía consciente. ¡Sí se puede! Lo han hecho otras naciones, al reivindicar su estado de pueblos libres. En este orden, el concurso vigoroso de la ciudadanía al estilo de la multitudinaria concentración del 5 de agosto, puede comenzar sus pasos de renovación social, política, económica y cultural, exigiendo que en las próximas elecciones de segundo grado de este año, y las de Presidente y Vicepresidente de la República en 2018, se elija a funcionarios probos, capaces y honestos; exigiendo también el combate frontal a la corrupción, la impunidad y el totalitarismo represivo, mismo que en anteriores décadas contribuyó al actual estado de cosas.
Y si, como consecuencia, hoy el país ofrece situaciones muy desalentadoras, es más importante aún la unificación de ideas y acciones para, por lo menos, minimizar en un primer momento los niveles de inseguridad e incertidumbre, que por ahora son el principal motivo de preocupación y pesadumbre en el país. Sin desestimar, desde luego, los demás problemas y retos actuales y siguientes (corrupción, pobreza, desempleo, alto costo de la vida, emigración forzada…)..
Es posible que, como ha ocurrido -ocurre- hoy no se cuente del todo, y como debiera, con la mayoría, primero, de los políticos, interesados más que todo en no quedar fuera en las futuras planillas; ni de algunos integrantes de la cúpulas partidarias, quizás pensando desde ya en las acciones para lograr privilegios y prebendas, a costa de la población más humilde. Sin embargo, siempre habrá, como contrapartida y como la excepción en toda regla, políticos y otras personalidades dispuestas al verdadero sacrificio y esfuerzo, en la búsqueda del mejoramiento integral del país. Y si a ese dinamismo se une el entusiasmo y esfuerzo de una colectividad, tan inmensa como la referida del 5 de agosto, será más que factible escuchar, de todos juntos, un convencido ¡Si se puede!
Sin duda, mientras exista voluntad política de los gobernantes, aporte desinteresado de la mayoría de políticos y de personalidades patriotas; y positiva respuesta, además, del esfuerzo participativo de la ciudadanía, pueden irse minimizando los efectos de la actual crisis integral que agobia al país. Si se puede, y este debería ser el lema constante de todas las fuerzas vivas de la Nación, en su intento de contribuir, todos juntos, a construir auténtica salvadoreñidad.
En medio de la religiosidad y la diversión sana de las pasadas Fiestas Agostinas, también ha quedado el mensaje patriótico de unidad. Que el alto en las fiestas, con su caudal de luces y sonrisas, haya renovado optimismos y esperanzas para que, ahora ya retornados a la vida normal, un panorama diferente impulse más las voluntades hacia el logro del bien común, con optimismo creciente en la búsqueda de una sociedad más solidaria, más justa y más humana. ¡Si se puede! Claro que se puede…